Fitotecnia. Elementos de Agricultura. Libros. en Aragón.

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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de junio de 2024 última revisión

SEGUNDA PARTE FITOTECNIA

CAPÍTULO I - FITOTECNIA GENERAL.- PREPARACIÓN DEL SUELO

La fitotecnia, palabra derivada de las griegas fitos, planta, y tecne, arte, es la ciencia que nos da a conocer las operaciones y cuidados a que hay que someter las especies agrícolas y las tierras de cultivo, para favorecer el desarrollo de las primaveras.

La fitotecnia se divide en: general y especial. La primera trata de las operaciones aplicables a la explotación de todas las especies agrícolas, y la segunda en las particularidades de cada cultivo.

En esta primera parte de la Técnica agrícola se estudian las operaciones que hay que ejecutar en términos generales para conseguir el desarrollo, multiplicación y producción de las especies explotables mediante la agricultura.

Estudiaremos, por tanto, los puntos siguientes:
1.º preparación general del suelo.
2.º adición de abonos.
3.º siembra y multiplicación.
4.º cuidados culturales y
5.º recolección.

Todas estas operaciones pueden practicarse a mano o valiéndose de sencillos instrumentos; pero como la buena explotación requiere al auxilio de aparatos o máquinas que ejecuten las distintas operaciones de un modo rápido y perfecto, al tratar de los distintos puntos que comprenden la fitotecnia general, daremos a conocer los principales instrumentos con que la agricultura cuenta para realizar dichas operaciones del modo mas perfecto posible.

Lo primero exige una planta cultivada, es encontrar el suelo convenientemente preparado. Si la tierra se viene cultivando desde hace algún tiempo, la preparación quedará reducida a ponerla en condiciones de recibir la nueva planta; pero si la tierra se va a explotar por vez primera, la preparación es mas compleja, toda vez que hay necesidad de romper la capa superficial y quitar además todo los obstáculos que ulteriormente se pudieran oponer al desarrollo de los cultivos.

La preparación en uno y otro caso se consigue mediante ciertas operaciones llamadas labores en lenguaje agrícola, completadas en el segundo caso con ciertas prácticas consideradas como complementarias de aquellas.

Sin todas las operaciones que dan a las tierras el grado de mullimiento conveniente. Al practicarlas se corta el suelo horizontal y verticalmente, formando una serie de prismas que van siendo volteados (fig. 10).

Los fines que con las labores se persiguen son numerosos, siendo los principales los siguientes:

1.º Favorecer la conservación y circulación del agua en los suelos.
2.º Facilitar la circulación del aire, dando al suelo el mullimiento conveniente.
3.º asegurar el desarrollo de las raíces; y
4.º hacer posible la meteorización de las capas bajas.
Finalmente, las labores permiten enterrar los abonos y las semillas, sanear labores permiten enterrar los abonos y las plantas, sanear los suelos húmedos, destruir gérmenes de plantas y animales perjudiciales y corregir las propiedades físicas defectuosas de los suelos que descansan sobre un subsuelo de naturaleza diferente.

Según el fin principal que persigan las labores, reciben diferentes nombres. Así, se las denomina de roturación, de desfonde, ordinarias y superficiales.

Las operaciones por las que las tierras incultas se ponen en condiciones de ser sometidas al cultivo constituyen en conjunto la roturación del terreno, y las labores que en el se dan para conseguirlo se llaman labores de roturación.

Tres casos se pueden presentar al roturar un terreno: 1.º que este poblado de árboles ( monte alto); 2º, que este cubierto de plantas semileñosas (monte bajo), y 3.º que su vegetación espontánea la constituyan especies herbáceas.

En el primer caso la roturación exige como operación preliminar el descuaje o tala del arbolado, seguida de la extracción de raíces. Para lo primero se hace uso del hacha o de la sierra y para lo segundo utilizan el zapapico, el arrancador de troncos (fig 11) o materias explosivas.

Las maderas aprovechables que se obtengan del descuaje se sacan del terreno para utilizarlas en diferentes usos, y las ramas delgadas y hojas se queman para con sus cenizas aportar a las tierras elementos de fertilidad.

Terminando el descuaje, se procede a dar la labor de roturación, repitiendo esta operación las veces necesarias hasta conseguir el mullimiento del suelo en la profundidad que se desee. Es buena práctica incorporar a la tierra cal viva al dar la última labor a fin de favorecer la descomposición de la materia orgánica abundante en esos suelos y neutralizar su acidez.

Si se trata de prados, la roturación queda reducida a dar las labores necesarias, procurando destruir las plantas que en ellos vivan.

Las labores de roturación se ejecutan con la pala, con la laya o con los arados, siendo conveniente muchas veces empezar por pases de escarificador para después continuar con el arado.

Las labores de desfonde, llamadas también profundas, se proponen aumentar el espesor de la capa vegetal removiendo el suelo inerte y el subsuelo.

Se practican estas labores en los suelos en que vegetan malas hierbas de raíces profundas; en las tierras de defectuosa constitución física que descansan sobre un subsuelo de condiciones opuestas: en los cultivos de plantas cuyas raíces alcanzan gran profundidad, y cuando el suelo inerte y el subsuelo son ricos en principio fertilizantes.

Las labores de desfonde suelen ser costosas, por cuya causa es muy conveniente darlas de un modo progresivo, es decir, aumentando la profundiad todos los años hasta llegar al límite conveniente.

Se practican labores que nos ocupan con arados especiales llamados desfonde y de subsuelo.

Conocidas también con los nombre de preparatorias y medias, tienen por objeto disponer convenientemente el terreno para recibir a la planta que en el se va a cultivar.

Mediante estas labores se mulle el suelo hasta la profundidad que los cultivos exigen y se favorece su meteorización.

Esto último se consigue cuando los prismas que se van cortando quedan con una inclinación de 45º con respecto al horizonte y cuando su anchura es aproximadamente vez y media de profundidad, y mas exactamente si están estas dimensiones en relación de 3: 2

Las labores ordinarias se dan con los instrumentos movidos por el hombre o con los arados, y deberán practicarse cuando las tierras están en sazón o tempero.

La profundidad que deben alcanzar estas labores y el número de las mismas, depende de la naturaleza del terreno, del estado del suelo, de las plantas que en él cultivan o suceden y del clima.

Las labores, ateniendo a su forma, pueden ser: alomadas en tablares o surcos y planas.

LABOR ALOMADA.- la labor alomada (propia de los suelos pocos profundos y húmedos) se practica formando con tres o cinco fajas de tierra que se van superponiendo unos lomos (fig 12), separados pro regueras, por las cuales corre el exceso de agua. Esta disposición, además de sanear el suelo, aumenta su espesor en la mayor parte de la superficie labrada.

La labor alomada es, por tanto, la forma mas conveniente cuando se trata de suelos excesivamente húmedos o cuando puedan desenvolver en buenas condiciones.

LABOR EN TABLAS.- la labor en tablas, tablares o surcos consiste en disponer el terreno en parcelas o tablas separadas por un doble surco, dándole a los compartimientos la disposición que se ve en la figura 13.

Esta labor tiene el inconveniente de dificultar el paso de las sembradoras y segadoras, y además que las plantas no cuentan con el mismo espesor ni con la misma humedad en todo el terreno. Son, sin embargo, muy convenientes en los climas húmedos y para los cultivos en líneas.

LABORES LLANAS.- se practica las labores llanas disponiendo las fajas cortadas de modo que descansen unas sobre otras (fig. 14)

Las labores llanas son las mejores de todas, porque mullen el suelo de un modo uniforme y lo disponen convenientemente para el trabajo de las máquinas. Con ellas, además, se evitan perdidas de tiempo y de superficie de tierra.

Si la superficie del terreno no presenta desniveles, la dirección de las labores es indiferente en la mayor parte de los casos y al darlas se procurará que el número de vueltas sea el menor posible, para evitar perdidas de tiempo. De igual modo se procurará que las plantas sembradas queden con la orientación más conveniente.

Si el terreno presenta desigualdades, las labores se dirigirán desde las proporciones altas a las bajas a fin de conseguir con el tiempo su nivelación.

Si finalmente el suelo presenta una inclinación de importancia los surcos se harán de modo que formen ángulos de 45º con la línea de máxima pendiente. De este modo se favorece el trabajo del motor que se emplee y se evitan arrastres de tierras y de abonos.

Como su nombre indica, solo mullen el suelo superficialmente. Se practican algunas veces antes de proceder a la ordinaria, pero lo general es que se ejecuten para completar la acción de estas o para satisfacer las exigencias de las plantas en vegetación.

Las labores, superficiales se dan con las gradas o con los cultivadores, generalmente.

Es el período de tiempo que la tierra está sin llevar cosecha, o dicho de otro modo, es el estado de un suelo que no se cultiva durante algún tiempo.

Se conocen con el nombre de labores de barbecho o de barbecha o dicho de otro modo, es el estado de un suelo que no se cultiva durante algún tiempo.

Se conocen con el nombre de labores de barbecho o de barbechera a las que se practican en un terreno durante el periodo de barbecho con el fin de prepararlo para la nueva cosecha: generalmente son cuatro, llamadas al alzar o levantar el rastrojo, y se verifica al recoger la cosecha tan pronto como la sazón del terreno lo permita.

La de abrir se practica en otoño y la profundidad será mayor que la de la anterior, su objeto es favorecer la penetración y la absorción del agua y del desarrollo de las semillas que el suelo contenga.

La de terciar se da en primavera y su objeto principal es destruir las plantas nacidas.

Finalmente, la de cuartar se ejecutan en verano, y su fin es disponer el suelo para la nueva siembra; debe ser superficial para evitar las perdidas de agua motivadas por evaporación.

CAPÍTULO II
INSTRUMENTOS Y MÁQUINAS DE LABOR

Los diferentes aparatos que se emplean en las distintas clases de labores, pueden dividirse en dos grupos: 1.º aparatos de acción discontinua; 2.º aparatos de acción continua.
Los primeros son movidos directamente por el hombre, y los segundos por animales, por motores de vapor, por motores de combustión o por motores eléctricos.

I

Se emplean solamente en las huertas, en los jardines y en las explotaciones de poca importancia y no son aceptados en el gran cultivo, por el poco trabajo que ejecutan y por el elevado precio a que este resulta. Figuran en este grupo la pala, la laya, la azada y los rastros de mano.

Este sencillo instrumento (fig. 15) esta formado por una lámina de hierro de forma y tamaño variables. En la parte superior lleva un cubo también de hierro, al que se ajusta un mango de madera terminado generalmente en forma de asa o de muletilla para facilitar su manejo.

Para usar la pala se la coloca sobre el suelo en posición casi vertical, y haciendo presión en el mango con la mano y en el borde superior de la lámina con el pie, se la obliga a penetrar aquel; inclinando el mango hacia atrás se corta un prisma de tierra, que se lanza hacia adelante, procurando que al caer que de invertido. La labor con este aparato es perfecta, pero tiene el inconveniente de resultar muy lenta, toda vez que un obrero no puede labrar más de dos o tres áreas al día.

La laya (fig. 16) se compone de una barra acodada en ángulo recto, unida en la prolongación de uno de los dientes que resultan de esta disposición, a un corto mango de madera. Sustituye a la pala en los terrenos pedregosos y su labor es, desde luego, menos perfecta.

Se maneja del mismo modo que la pala, pudiendo un obrero trabajar con dos layas al mismo tiempo.

Este aparato de labor (fig. 17) es parecido a la pala, diferenciándose esencialmente en que la lámina forma con el mango un ángulo agudo.

La azada se maneja levantándola el obrero hasta una altura superior a su cabeza para dejarla caer con fuerza, a fin de que penetre a la profundidad conveniente.

Cortando el prisma, el obrero los atrae hacia así, procurando invertirlo.

Por su forma y tamaño, relacionadas ambas cosas con el trabajo que ejecutan, reciben diferentes nombres, como son:

Zapapico (fig. 18 A) legón (fig. 18-B) azadilla (Fig. 18- C) almocafre (fig. 18 D), binochón, etc.

El rastro de mano (fig. 19) se compone de una barra prismática de madera o de hierro provista de dientes unida en su parte media a un mango de madera que facilita su manejo.

Se trabaja con este aparato apoyándolo en el suelo y tirando del mango hacia atrás. Cuando los dientes han penetrado a la profundidad necesaria.

II

Estos aparatos sustituyen ventajosamente a los anteriores en el gran cultivo por la mayor cantidad de trabajo que ejecutan. Figuran en este grupo de arados, las gradas, los cultivadores, los rulos y los rodillos.

Son instrumentos destinados a cortar, levantar e intervenir bandas de tierra de anchura y profundidad convenientes. Considerados mecánicamente, son palancas angulares de primer género y de brazos desiguales, en las que se encuentra favorecida la potencia.

Los arados se dividen, atendiendo a las piezas que los forman, en antiguos y modernos diferenciándose esencialmente en que estos últimos tiene una pieza llamada vertedera que voltea el prisma de tierra cortado por la reja con arreglo a las condiciones que exige una perfecta labor.

Entre ellos estudiaremos el llamado común, ligera modificación del arado romano, por ser el mas perfecto de los de este grupo.

Es el empleado perfectamente por la mayor parte de nuestros agricultores, más que por las ventajosas de empleo (en muchos casos), por el horror que a los mismos les inspira en general la maquinaria moderna.

Se compone el arado común (fig. 20) de las piezas siguientes: reja, dental, orejeras, pescuño, esteva, mancera, cama, belortas, timón y clavijero.

REJA.- es una pieza de hierro acerado (R) provista de una barra prismática o de un cubo abierto, que forma un solo cuerpo con la misma y que sirve para unirla al dental; constituye el único órgano de trabajo de estos arados y su misión es cortar la tierra horizontalmente.

DENTAL.- Recibe este nombre una pieza de madera (D) de forma cónica generalmente, que sirve para dar apoyo a la barra prismática de la reja o para recibir el cubo de la misma.

TELERA.- Es un barrote de hierro (t) que une el dental con la cama, dando fijeza, al ángulo que forman estos órganos; en parte corta verticalmente la tierra.

OREJERAS.- La constituyen dos barras de hierro dirigidas hacia afuera y hacia atrás, situadas a los lados del dental en su tercio posterior. Su misión es voltear el prisma cortado por la reja, pero solo lo hace de un modo muy imperfecto.

PESCUÑA.- Son una porción de cuñas (P) que sirven para dar fijeza a la cama, dental, esteva y porción prismática de la reja, según los modelos.

MANCERA.- la mancera (ME) es una pieza de madera que partiendo del dental o de la porción inferior de la cama se dirige hacia atrás y hacia arriba, terminando en una porción encorvada que sirve para dirigir el arado.

CAMA.- es la parte encorvada del arado (C) y se construye con madera de encina generalmente; en algunos modelos es de hierro. Se una al dental y al timón y a veces a la esteva.

BELORTAS.- son unas abrazaderas de hierro (BB) en número de dos o tres, que sirvem para unir el timón a la cama.

TIMÓN Y CLAVIJERO.- el timón (t) es una barra de madera terminada en unos orificios llamados clavijeros, por los que se hace pasar una clavija que sujeta el arado a la argolla del yugo.

El arado común es aparato de poco coste, de sencillo manejo y de fácil reparación en caso de rotura. Es insustituible en los terrenos pedregosos y su labor muy a propósito para los cultivos en líneas. Digan lo que se quiera en contrario, este arado no puede ni debe en muchos casos ser reemplazado por los modernos.

El arado común presenta, sin embargo, no pocos inconvenientes, como vamos a ver.

La fijeza del ángulo que forman la cama y el dental obliga a la reja a penetrar oblicuamente en la tierra y no en posición horizontal, como exige una buena labor. La telera, de forma generalmente cilíndrica, no corta verticalmente la tierra ni destruye las raíces de las plantas vivaces, siendo un obstáculo para la buena marcha del arado. Las orejeras no voltean la tierra cortada por la reja, limitándose su acción a separarla a uno y otro lado. La rigidez del tiro por medio del timón es causa de que el gañán y los animales sufran las sacudidas del arado, fatigándose en perjuicio de la labor. Por último, el grosor del dental aumenta las resistencias, exigiendo mayor esfuerzo.

Los inconvenientes de este arado aumentan con la falta de reguladores que permitan variar la anchura y profundidad del surco, pues los distintos orificios del clavijero y el mayor.

O menor ángulo de la cama y el dental hacen variar en muy poco la profundidad de la labor. Al intentar conseguirlo el gañán se apoya fuertemente en la madera, aumentando con ello la resistencia sin conseguir apenas efecto útil.

III

Los numerosos inconvenientes que presenta el arado común son causa de que en muchos casos le sustituyan ventajosamente los llamados modernos, en los cuales se han corregido los defectos del primero

La reja de los arados modernos corta la tierra en sentido horizontal, siendo auxiliada por la cuchilla, que lo hace verticalmente, destruyendo al mismo tiempo las raíces de las plantas vivaces.

El prisma de tierra es volteado por la vertedera, que lo deja caer sobre el terreno con una inclinación de 45º respecto al horizonte.

La tracción de estos aparatos se hace por medio de piezas flexibles, con lo que se evita que los animales y el gañán sufran las sacudidas que el arado experimenta cuando encuentra un obstáculo.

Por último, los reguladores que estos aparatos llevan permiten variar la profundidad y la anchura de los surcos para darles a estos las dimensiones que se desean, vemos, por tanto, que los arados modernos reúnen las condiciones que exige para una buena labor.

Los arados modernos son numerosos, pero lo que pudiéramos llamar fundamental de los mismos varía muy poco en los distintos modelos. Vamos a describir el arado de Howard, que es de los más perfectos y conocidos.

El arado de Howard (fig. 21) se compone de diferentes piezas que se agrupan en: de trabajo o esenciales, de unión, de dirección y reguladores.

PIEZAS ESENCIALES O DE TRABAJO.- son la cuchilla, la reja y la vertedera.

La cuchilla es una pieza de acero, cortante y puntiaguda, que se une a la cama con una inclinación de 30º próximamente por medio de una abrazadera con su correspondiente tornillo de presión; su extremidad queda enfrente de la punta de la reja.

La reja es de hierro acerado en su corte y de forma de triángulo rectángulo; se une a la vertedera por su cateto menor, sirviendo el mayor de base y la hipotenusa de porción cortante.

La vertedera es una chapa de acero maleable de forma helicoidal, dispuesta de tal manera que los prismas cortados por la reja se elevan por su superficie empujados unos por otros, para caer con una inclinación de 45º.

PIEZAS DE UNIÓN.- las constituyen: el talón que representa al dental de los arados antiguos; el montante, que une el talón con la cama, y la cama o parte encorvada, que se una a las manceras y al timón, formando con este un solo cuerpo.

PIEZAS DE DIRECCIÓN.- las forman dos palancas llamadas manceras, fijas a la cama en su porción superior y van unidas de trecho en trecho por unos travesaños que las dan solidez y fijeza.

REGULADORES.- la porción terminal del timón lleva un sector circular agujereado sobre el que se mueve una abrazadera provista de orificios que se corresponden con los de aquél. Haciendo girar la abrazadera hacia la izquierda o hacia la derecha, el surco disminuye o aumenta de anchura.

La parte anterior de la abrazadera mencionada lleva una barra prismática que la atraviesa y que sube o baja a la voluntad, pudiendo quedar fija mediante un tornillo de presión; la parte inferior de la misma va provista de una argolla por la que pasa la cadena del tiro. A subir o bajar la barra el arado pica más alto o mas bajo, y el surco será menos o más profundo.

El arado que acabamos de describir y los que como el tengan fija la vertedera, no pueden labrar trazando surcos paralelos (arar sobre la misma besana) y la labor hay que hacerla en redondo, bien que se empiece en el centro de la parcela, bien que se empiece en un extremo de la misma.

La forma de labrar con el arado de Howard, defectuosa según muchos agricultores, pueden modificarse fácilmente empleando arados que permiten labrar trazando surcos paralelos. Entre los numerosos aparatos que lo consiguen figuran: el arado Jaén, el arado Brabant y el arado báscula.

El arado Jaén (fig. 22) tiene el timón de madera como el arado común. La reja y la verdadera forman un solo cuerpo que termina su porción anterior en dos planos convergentes, dispuestos de tal manera, que cuando uno de ellos actúa de reja, el otro hace de cuchilla y recíprocamente.

La vertedera gira por debajo del arado, pudiendo quedar fija a la derecha o a la izquierda mediante una aldabilla unida a la esteva, que penetra en orificios practicados en aquella.

Llamado también de doble cuerpo giratorio (fig. 23) esta formado esencialmente por dos cuerpos de arado susceptibles de girar alrededor de un eje horizontal.

Este modelo (fig. 24) evita tener que mover la máquina al terminar cada surco. Los dos cuerpos que le forman van dispuestos simétricamente con relación a un eje sostenido por dos ruedas y dispuestos de modo al subir uno de ellos, el otro desciende para entrar en acción.

Se incluyen en este grupo diferentes modelos que cumplen fines especiales. Entre ellos figuran: los múltiples, los de subsuelo, los de desfonde, los aporcadores, los patateros y los especiales para viñas.

Se diferencian de los que hemos estudiados en que llevan dos, tres o mas vertederas con sus correspondientes rejas y cuchillas. Estas piezas, situadas en distintos planos verticales, pueden aproximarse o separarse a voluntad, para variar la distancia de unos surcos a otros.

Entre los arados múltiples los hay que solo pueden labrar en redondo (fig. 25) pero otros están construidos de modo que permitan trazar surcos paralelos. Estos últimos (fig. 26) son análogos al de báscula, diferenciándose naturalmente, en que cada bastidor lleva varias variedades, rejas y cuchillas.

Los arados de desfonde sirven, como su nombre indica, para aumentar la profundidad del suelo, elevando a la superficie parte del suelo.

Los mejores arados de desfonde, por lo mucho que facilitan el trabajo, son los que verifican la labor en dos tiempos, para lo cual, delante del desfondador propiamente dicho, llevan otro juego que practica la labor mas superficialmente (figura 27)

Estos arados sirven para mullir el subsuelo sin voltearlo. El modelo de la figura 28 carece de cuchilla y de vertedera, y la reja es estrecha y a propósito para cumplir su objeto.

Pueden construirse también con varios dientes de hierro forjado, dándole al bastidor la forma de los cultivadores.

Lo esencial en estos arados es el órgano de trabajo (fig. 29), formando por dos vertederas dispuestas a uno y otro lado de la reja formando un ángulo agudo, disposición que permite volver la tierra hacia la izquierda del surco que se va abriendo. El resto del arado no difiere de la construcción general de estas máquinas.

Se emplean los arados aporcadores para recalzar los cultivos en líneas.

La vertedera esta sustituida en estos arados (fig. 30) por unos barrotes divergentes, que dejan caer la tierra en el surco que la reja va abriendo, echando al mismo tiempo, a uno y otro lado de aquél, los tubérculos que este órgano elevada a la superficie.

La disposición de las piezas de unión de estos arados (fig. 31) permite labrar convenientemente todo el terreno sin tocar a las vides. Para ello la cama y la mancera se encuentran a gran altura, y al labrar los brazos de la cepa quedan por debajo de dichos órganos. De este modo el suelo queda también mullido hasta la misma cepa sin herir sus brazos.

Son de construcción reciente y se aplican de preferencia a las tierras arcillosas. Sus piezas de trabajo están formadas por unos casquetes esféricos que son los que les dan nombre.

Pueden tener uno solo (fig. 23) o mas de uno, en número que varía según los modelos.

La tracción de los arados puede ser directa, automóvil e indirecta. En el primer caso, el motor arrastra el arado, como sucede con los animales y con los tractores (fig. 33); en el segundo, el motor lleva las piezas de trabajo, como acontece con los arados automóviles, y en el tercero el motor arrolla un cable que pasa por la garganta de poleas dispuestas convenientemente en el terreno.

Las gradas son aparatos complementarios de los arados, constituidas en términos generales por un bastidor de madera o de hierro, provisto de púas colocadas a igual distancia.

Se clasifican en rígidas, articuladas y flexibles, según su construcción.

Entre ellas figura la oblicua de Valcourt.

GRADA DE VALCOURT.- esta formada de cuatro o cinco listones de madera (Fig. 34) unidos por otros tres transversales.

Que a su vez se unen por dos, inclinados, con respecto a los primeros. Las púas atraviesan los listones longitudinales, quedando fijas en ellos mediante tuercas que se colocan en el extremo que pasa por los mismos.

Los listones laterales llevan argollas o ganchos unidos por una cadena, de la que parte el tiro; según que este se haga a la derecha o a la izquierda, la distancia de unas púas a otras aumenta o disminuye, variando con ello la distancia de los surcos que van abriendo las mismas independientemente unas de otras.

Si el terreno presenta desniveles en la superficie, como es lo general, estas gradas resultan imperfectas, pues la rigidez que las caracteriza es causa de que no se adapten a las desigualdades del mismo, resultando con ello la labor sumamente incompleta.

Para que la labor de grada resulte perfecta en todos los casos, hay que hacer uso de las articuladas y, mejor aún, de las flexibles.

Entre las gradas articuladas figura la de Howard y la canadiense, que son las de empleo más generalizado.

GRADA DE HOWARD.- se compone de tres cuerpos formados por barrotes de hierro dispuestos en zig-zag, unidos por otros transversales, de cuyos puntos de unión parten las púas.

Los tres cuerpos forman otros tantos paralelogramos que tienen sus lados en el mismo sentido los de los extremos, y en sentido contrario los del centro.

Para que la labor con estos instrumentos resultante mas perfecta y sobre todo mas rápida, se suelen asociar dos, tres o mas gradas ( fig. 35), en cuyo caso se unen mediante cadenas que parten de unos ganchos que llevan en la porción anterior y en la posterior. Las primeras van unidas a un travesaño de madera provisto en su porción media de una argolla dentada, de la cual parte el tiro.

GRADA CANADIENSE.- Se compone esta grada (fig. 36) de un bastidor provisto de tres barrotes transversales, de los cuales parten unas láminas encorvadas que terminan en punta, que son encargadas de practicar la labor. Por medio de una palanca se las hace girar, para ponerlas en condiciones de labrar, sirviendo al mismo tiempo dicha palanca para regular la profundidad del surco.

La disposición de las piezas que las forman, permiten a estas gradas adaptarse a la superficie del terreno para verificar una labor perfecta. La más generalizada es la de Howard

GRADA FLEXIBLE DE HOWARD.- este modelo de grada (fig. 37) esta formado por pequeñas barras de acero en forma de Y o de T, únicas por unidos de hierro. De los extremos de las mismas parten unos dientes triangulares que son los encargados de ejecutar la labor.

Las diferentes barras y argollas se unen por medio de cadenas a un travesaño común del que parte el tiro.

Estos aparatos realizan una labor intermedia entre la de los arados y de las gradas, y se emplean: para levantar los rastrojos, para dar la última labor a los barbechos, para enterrar las semillas gruesas y abonos, para romper la costra endurecida de los terrenos y para destruir las malas hierbas.
En principio se componen de un bastidor provisto de cuchillas en los escarificadores y de rejas en los destripadores.

En la actualidad se emplean para los fines apuntados anteriormente los aparatos llamados cultivadores, los cuales pueden hacer las veces de extirpador, o de escarificador, según lleven en el extremo de unos barrotes de que van provistos rejas o cuchillas. El modelo más corriente es el de planet.

CULTIVADOR PLANET.- es el empleado con mayor frecuencia por sus numerosas aplicaciones. Hace al mismo tiempo de escarificador y de extripador, adaptándole las piezas que se ven en el grabado (fig. 38)

La palanca anterior sirve para elevar la rueda, a fin de, que todo el aparato se apoye en el suelo; la posterior permite, mediante una expansión angular, que los surcos que van abriendo los órganos de trabajo estén mas o menos próximos.

El cultivador Planet se utiliza especialmente para labrar los terrenos cubiertos de cultivos en línea.

Los rulos son aparatos que se emplean para comprimir el suelo cuando esta operación es necesaria. Si además de comprimir rompen los terrones que con frecuencia se forman en algunos suelos después de las lluvias, reciben el nombre de rodillos. Los primeros tienen la superficie lisa, y los segundos provistos de asperezas.

RULOS.- se componen de uno o varios cilindros de madera, de hierro o de piedra, que giran alrededor de un eje, unido por sus extremos a una armadura de la que parte el tiro en forma de orcate, generalmente.

Los rulos de varias piezas (fig. 39) son los mejores, pues con ellos se puede comprimir todo el suelo, aun cuando presente este algunas desigualdades. Esta disposición, además, evita al volver el aparato, pues unos cilindros giran en un sentido contrario, y la superficie del suelo queda sin los desniveles que se producen con los de una sola pieza.

RODILLOS. Estudiaremos entre ellos el rodillo esqueleto y el de Crosskill.

El rodillo esqueleto (fig. 40) se compone de una serie de discos cortantes, atravesados por un eje que, como en los rulos, se une a un montante del cual parte el tiro.

En el todillo de Crosskill (fig. 41) los discos son de diferente diámetro y están dispuestos alternativamente en el eje que los atraviesa. Estos discos llevan dientes de dos clases: unos, laterales, perpendiculares al radio, y otros, continuación del mismo; esta disposición hace que al marchar la máquina sobre el terreno, vaya dejando en él la impresión del signo +.

Los modernos rodillos de Crosskill tienen unidos el eje de los discos y el de las ruedas que soportan al aparato por piezas angulares, cuya disposición permite elevar el cuerpo de la máquina por medio de una cremallera semicircular y de in tornillo sin fin, provisto de un manubrio.

CAPÍTULO III
ADICIÓN DE ABONOS Y APARATOS QUE EN LA MISMA SE EMPLEAN

Preparada la tierra convenientemente para recibir a las plantas que en ella se van a cultivar, el agricultor deberá atender a satisfacer las exigencias alimenticias de aquellas, adicionando al suelo los abonos más convenientes en cada caso.

La época de incorporar a la tierra los abonos varía, como sabemos, con el compuesto de que se trate; y la cantidad a emplear en cada caso depende de la composición del suelo y de las exigencias de las plantas que en él se cultiven.

La adición puede hacerse a mano o por medio de máquinas especiales llamadas distribuidoras de abonos. En el primer caso se practica: esparciendo a voleo sobre la superficie del suelo, depositándolo en montones que después se esparcen con regularidad, como sucede con el estiércol.

La adición a mano resulta operación económica, pero mediante ella el abono queda desigualmente repartido. Algunas sustancias, además atacan a la piel del operario, produciéndole molestias que deben evitarse.

Para distribuir los abonos de un modo perfecto y rápido, y librar a los obreros de las molestias de su manejo, es necesario emplear las máquinas que ya hemos dicho se conocen con el nombre de distribuidoras.

Son numerosas y su construcción responde o esta es relación con el estado del abono con su naturaleza. Unas sirven para repartir abonos líquidos, otras se emplean en la distribución de abonos pulverulentos y otras, por último, son especiales para el estiércol.

TONEL DISTRIBUIDOR.- se emplea en la distribución de abonos líquidos y se compone de una caja cilíndrica de palastro o de madera ( fig. 42) sostenida por dos ruedas, provista en la parte posterior de un grifo destinado a dar salida al líquido de la caja. Al salir este, cae sobre una plancha movible que lo distribuye en forma de lluvia.

DISTRIBUIDORAS DE PULVERULENTOS.- se componen de una caja dividida en dos compartimientos. El superior, llamado tolva, sirve de depósito al abono y el inferior va provisto del aparato de distribución, que varía de unos modelos a otros.

El distribuidor del modelo representado en la figura 43 se compone de una cadena sin fin. Que se mueve entre dos ruedas dentadas que reciben su movimiento mediante una combinación de engranajes de las ruedas que soportan a la máquina; la cadena lleva unos dedos de la forma que se ven en la figura 44, que son los encargados de recoger el abono para darle salida. La cantidad que del mismo debe distribuirse se regula mediante una palanca que actúa en la tolva.

DISTRIBUIDORA ESPECIAL PARA ESTIÉRCOL.- consiste en un carro (fig, 45) de suelo móvil, formado por listones que en onjunto constituyen una ancha cadena sin fin. El estiércol depositado en él es conducido a un desmenuzador para caer a la tierra con gran uniformidad.

El movimiento necesario a la distribución es transmitido al suelo movible desde las ruedas posteriores por medio de un sencillo engranaje. Esta transmisión se interrumpe a voluntad mediante una palanca graduadora que sirve al mismo tiempo para regular la cantidad de estiércol que debe salir.

CAPÍTULO IV
SIEMBRA.

La multiplicación de las especies agrícolas varía según se trate de plantas herbáceas o leñosas. Las primeras se perpetúan por medio de semillas o por tubérculos y bulbos; las segundas también por semillas, y más frecuentemente por disociación o por asociación de miembros vivos.

La siembra es la operación que tiene por objeto distribuir convenientemente las semillas poniéndolas en condiciones de que germinen.

En la práctica de la siembra hay que tener presente una porción de circunstancias, de las cuales depende el éxito de esta operación. Estas son las siguientes:

1.º que la siembra se haga en época oportuna.
2.º que las semillas reúnan las debidas condiciones
3.º que se sometan a preparaciones previas.
4.º que se emplee la conveniente cantidad de las mimas; y
5.º que se entierren a una profundidad que asegure la germinación y el desarrollo de las plantas.

ÉPOCA DE SEMBRAR.- Esta circunstancia hay que tenerla muy en cuenta porque de ella depende que las semillas puedan germinar y que las plantas que las mismas formen, encuentren condiciones favorables a su desarrollo.

Las épocas más indicadas son: el otoño. Para las especies que pueden soportar los fríos del invierno y que además son de lento desarrollo; y la primavera, para las de vegetación rápida que no puedan resistir las bajas temperaturas.

Dentro de las épocas indicadas la siembra deberá adelantarse todo lo posible. La de otoño para que la planta este algo desarrollada al llegar el invierno y no padezca con las bajas temperaturas de está época; y la de primavera para que las raíces hayan alcanzado cierta profundidad al llegar los calor del verano puedan soportar mejor las sequías.

CONDICIONES QUE DEBEN REUNIR LAS SEMILLAS.- las semillas destinadas a la siembra deben reunir las condiciones intrínsecas que dijimos al hablar de la germinación, pues de no ser así este proceso no podría tener lugar, y la siembra resultaría completamente infructuosa.

De un modo aproximado puede relevarse si las semillas poseen aquellas condiciones, por ciertos caracteres exteriores, como son: el lustre, el color, el peso, el tamaño y la forma. La práctica de la selección de semillas es altamente ventajosa a los intereses agrícolas, pero con ella no solamente se evita la degeneración de las variedades mejoradas, sino que además se continúa la obra de la mejora. La selección se hace por el peso, el volumen, etc.

PREPARACIÓN DE LAS SEMILLAS.- esta práctica se propone favorecer la germinación en unos casos, y destruir los gérmenes de ciertas enfermedades en otros.

Para favorecer la germinación se humedecen las semillas con aguas o con purín vegetal muy diluido siendo mas recomendable en la generalidad de los casos el primer medio. Las semillas pequeñas se sumergen durante un par de horas y las gruesas durante doce o veinte.

Humedecidas las semillas se las lleva a lugares cuya temperatura este comprendida entre 15º Y 25º y de tiempo en tiempo, se las remueve y humedece de nuevo. Antes que el rejo produzca la raicilla se las siembra, anticipándose de este modo su desarrollo.
Esta operación esta indicada: cuando se trata de semillas de tegumentos gruesos (remolacha); cuando se trata de semillas o de frutos voluminosos (judías) y cuando la facultad germinativa se supone debilitada por la vejez.
La práctica de humedecer las semillas es muy conveniente en unos casos, pero en otros pueden ser perjudicial. Tal sucede cuando al practicar la siembra la germinación se suspende por falta de humedad en el suelo, como acontece frecuentemente en las tierras sueltas; en este caso el embrión pierde su vitalidad y la semilla puede considerarse perdida.
La preparación para la siembra de las semillas que se supone conservan el germen de alguna enfermedad, es muy recomendable como medida preventiva contra la misma. Se consigue con el sulfato (solución de sulfato de cobre en agua), con soluciones de bicloruro de mercurio o haciendo uso de una lechada de cal.

CANTIDAD DE SEMILLA QUE SE DEBE EMPLEAR.- No puede precisarse, si aun aproximadamente, la cantidad de semilla que en la siembra debe emplearse, toda vez que ello dependo de varias circunstancias como son: el desarrollo de la planta, la fertilidad del suelo, el producto que se desea obtener y el grosor de las semillas.

Profundidad a que deben enterrarse las semillas.
La profundidad a que deben quedas las semillas al ser sembradas, depende también de diferentes causas, como son: la naturaleza de las tierras, el clima y el grosor de aquellas.
La operación agrícola que nos ocupa se puede hacer de dos modos distintos: en semilleros o de asiento. En el primer caso las semillas se siembran en espacios reducidos, para trasladar las plantas nacidas cuando hayan alcanzado el desarrollo conveniente; en el segundo, la semilla se deposita directamente en el terreno en que las plantas han de vivir.
La mayor parte de las especies hortícolas, muchas arbóreas y algunas industriales, exigen grandes cuidados al principio de su desarrollo y para poder prodigárselo en la medida necesaria, hay que sembrarlas en pequeñas porciones de terrenos llamadas semillero. Si estos se destinan a la siembra de las especies arbóreas, reciben el nombre particular de almácigas.
El terreno destinado a semillero debe ser de buena calidad y ligeramente permeable. Se prepara con esmero, dándole las labores necesarias hasta llegar a la conveniente profundidad y se dispone para el riego de pie.
Su instalación se hace en sitios abrigados que estén a cubierto de los vientos y por las noches se protegen con abrigos artificiales.
Una vez distribuida la semilla, se cubre con tierra bien desmenuzada y se adiciona una capa de mantillo o estiércol que impida la desecación.
Cuando las plantas nacidas en los semilleros o almácigas alcanzan el desarrollo conveniente, se las trasplanta al sitio en que han de continuar viviendo, siguiendo para ellos los preceptos que veremos al ocuparnos de esta operación.
La distribución o forma de repartir la semilla puede hacerse por tres medios diferentes: a voleo, a chorrillo y a golpe.

Siembra a voleo.- Consiste en repetir las semillas dejándolas caer sobre la superficie del suelo en forma de lluvia.
Cuando se practica a mano, el obrero se cuelga del hombro un saco, un tableo o un depósito metálico que lleva el grano; de ellos forma la semilla para repartirla alternativamente con ambas manos. Distribuidas éstas, se entierran con el arado, con la grada o con los cultivadores.
Este procedimiento es rápido, pero tiene el inconveniente de consumir mucha semilla y, además, que la distribución nunca es perfecta aun tratándose de obreros muy hábiles.

Siembra a chorrillo.- Este procedimiento consiste en ir depositando las semillas en el fondo de los surcos abiertos con el arado o con las rejas de las máquinas sembradoras.
Para practicar la siembra a mano por este procedimiento el sembrador marcha detrás del arado dejando caer las semillas a igual distancia unas de otras; al volver este abre nuevo surco y la tierra extraída de él, cubre la semilla que se depositó en el anterior. Cuando los surcos se abren con alguna antelación, la semilla se cubre como en el caso de la siembra a voleo.
Este método de siembra disminuye regularmente la semilla economizando bastante cantidad de ella, pero tiene el inconveniente de ser lento y costoso. Practicando con las máquinas sembradoras, la siembra resulta perfecta y rápida.

Siembra a golpe.- consiste este método en colocar las semillas en hoyos abiertos en suelos bien mullidos de antemano. Generalmente se hace abriendo el hoyo y sembrando al mismo tiempo, para lo cual se introduce la alzada o el almocafre, retirándolo del mismo una vez depositada la semilla.
Este es el método más perfecto de todos, pero por su gran lentitud solo tiene aplicación en el pequeño cultivo.

CAPÍTULO V
Máquinas de siembra

La siembra a mano resulta siempre defectuosa, cualquiera que sea el procedimiento que en la misma se emplee, pues como hemos visto en el capitulo que antecede, unos métodos, resultan muy lentos y prácticamente imposibles de realizar en explotaciones de importancia, y otros consumen gran cantidad de semilla, sin que por ello aumente la cuantía de la cosecha.
Para hacer la siembra de un modo perfecto y al mismo tiempo rápido, hay necesidad de emplear máquinas sembradoras, siempre que, claro está, el estado económico de la explotación permita adquirirlas.

Las máquinas de siembra son numerosas: unas movidas por el hombre y otras por los animales. Entre las primeras figura la de carretilla, y entre las segundas se incluyen las llamadas mecánicas, entre las cuales estudiaremos la Rud-Sak-San Bernardo.

La sembradora de carretilla, llamada así por ir montada sobre un armazón de carrerilla ordinaria, está compuesta de una tolva que lleva en su fondo un cilindro provisto de orificios, que se corresponden con unos tubos de salida.

El eje del cilindro termina en una pequeña rueda dentada, que se pone en movimiento por medio de una cadena sin fin que pasa por otra rueda también dentada que va fija en el eje de la rueda de la carretilla.

Al ponerse en marcha la máquina empujada por el sembrador, la rueda hace girar al cilindro distribuidor mediante la cadena que a él se uno y los granos van cayendo en el fondo de los surcos abiertos de antemano.
En el modelo Dombasle (fig. 46), el cilindro distribuidor ha sido sustituido por unos discos provistos de cucharillas en su superficie.

Se componen todas ellas: de una tolva destinada a servir de depósito al grano, del aparato de distribución, de los tubos conductores y de las rejas si se trata de modelos que siembran a chorrillo. El conjunto de estas diversas partes va sosteniendo por dos o por cuatro ruedas, encargadas además de poner en movimiento el aparato de distribución, mediante los engranajes al efecto necesario.

Sembradora Rud-Sak-San Bernardo.- Entre las sembradoras modernas merece citarse la rud-sak-san bernardo (fig. 47) de uso muy generalizado en nuestra nación por sus excelentes resultados.

La tolva de esta máquina lleva en su fondo próximamente, un cilindro provisto de pequeños barrotes que al girar facilitan, la salida del grano.
Una palanca situada en el exterior permite regular la cantidad de éste, sirviendo al mismo tiempo, para adaptar el cilindro distribuidor a la siembra de semillas de tamaños diferentes.
El aparato de distribución se compone (fig. 48) de un cilindro provisto de ruedas alveolares colocadas a igual distancia, que depositan las semillas en un embudo colocado en la porción superior de los tubos de salida.
Los tubos conductores están formados por láminas de palastro arrolladas en apretada espiral y as rejas van sostenidas.

Por unas láminas metálicas concorvadas que se unen fuertes barrotes transversales formando en conjunto un sólido bastidor.

El eje de la tolva o depósito del grano y el cilindro distribuidor, reciben el movimiento de las dos únicas ruedas portadoras de la máquina, mediante una combinación de engranaje que se interrumpe a voluntad por medio de una palanca situada a la derecha del asiento destinado al conductor. Esta palanca sirve además para aumentar o disminuir la profundidad de los surcos que abren las rejas.

Las sembradoras Rud-Sak-San Bernardo se adapta para la siembra a voleo, sustituyendo los tubos de salida descritos por otros de menor longitud provistos en su terminación de una pieza que lanza las semillas dejándolas caer en forma de lluvia. Quitando la tolva y los tubos conductores se transforma esta máquina en excelente cultivador.

Apéndice a la multiplicación de las especies herbáceas.

Las plantas tuberculosas (patata, pataca, chufa ...) y las bulbosas (ajo, azafrán) se producen en su mayor parte por medio de tubérculos y bulbos, respectivamente, o por trozos de estos órganos, siempre que posean por lo menos una yema.

La siembra por tubérculos y bulbos, llamada plantación por muchos autores, teniendo en cuenta que dichos órganos son tallos modificados, se verifica de modo análogo a como hemos dicho se hace por semilla. El mayor tamaño de ellos hace que se entierren a mayor profundidad que aquellos y que se coloquen más separados unos de otros.

El método que generalmente se emplea en la multiplicación que estudiamos, es el de golpe; pero si se trata de grandes extensiones cultivadas se puede aplicar también el de chorrillo.

CAPÍTULO VI
Multiplicación de las plantas leñosas

Las plantas leñosas se multiplican por semilla so por fragmentos de sus órganos provistos de una yema por lo menos.
En este último caso la multiplicación puede tener lugar por asociación o por disociación de miembros viso, procedimientos ambos que transmiten de uno seguro los caracteres de las variedades mejoradas por semillas.

Cualquiera sea el procedimiento que se emplee en la multiplicación de las especies leñosas, la plantación de asiento se practica muy raras veces; lo general es que permanezcan durante algún tiempo en los sitios llamados viveros, para después ser trasladadas a donde definitivamente han de vivir.

Son lugares destinados a la cría de las plantas leñosas.
Los viveros han de satisfacer los condiciones siguientes:
1.º el terreno ha de ser de buena clase, de superficie horizontal o ligeramente inclinada y de bastante profundidad.
2.º deben estar orientados al Mediodía y resguardados de los vientos fuertes, por medio de setos vivos o por árboles de gran corpulencia; y
3.º su instalación debe hacerse en donde se cuente con agua para el riego, y en sitios próximos a fáciles vías de comunicación, a fin de perder el menor tiempo posible en el transporte.

El número y la distribución de las parcelas que en el vivero se establezcan, guardará relación con las plantas que en el mismo se van a criar. Tanto aquellas como las porciones en que se dividan, estarán separadas por caminos y veredas, que faciliten el servicio de la instalación.

En lugar próximo al vivero, y mejor aún dentro de él, se reservará una porción de terreno para almáciga, esto es, para la siembra de las especies que se multipliquen por semilla. También se reservará otra parcela para los árboles que se han de injertar, parcela que recibe el nombre de injertera.

II

Este procedimiento consiste en separar de la planta que le ha producido, un fragmento de un vegetal, para ponerlo en condiciones de que forme un individuo completo puede verificarse por estaca o por acodo.

Este medio de multiplicación consiste en separar de la planta made una rama provista de varias yemas o una raíz, para ponerlas en condiciones de que produzcan un individuo vegetal completo. El desarrollo en el primer caso se verifica a expensas de las reservas alimenticias almacenadas en las yemas; en el segundo, con los materiales que la raíz absorbe del suelo.

El procedimiento de multiplicación por estaca no debilita lo mas mínimo a la planta madre y es, además, rápido, pero tiene el inconveniente de no ser seguro. Se aplica casi siempre con éxito, en la multiplicación de las especies de madera blanda, como la vid, el olivo, la higuera, etc.

Para multiplicar las plantas por este procedimiento, se utilizan ramas generalmente, los cuales deberán tener la corteza lisa y uno o dos años. Antes de contratarlas conviene hacer ligaduras en ellas para favorecer la acumulación de la savia.

Elegida la rama que se ha de emplear en la formación de un nuevo individuo, y practicadas en ellas las ligaduras convenientes, se procede a separarla de la planta madre cuando la circulación de la savia se verifique con mayor lentitud; a la parte que ha de ser enterrada se la dan dos cortes oblicuos en forma de pico de flauta, y uno solo horizontal a la que ha de quedar fuera. Si no se coloca en seguida, se la conserva entre arena húmeda para evitar su desecación.

Preparando convenientemente el terreno en que la estaca se va a colocar (ya sea de asiento o en vivero) se la entierra en su mayor parte y se le da un riego, procurando en lo sucesivo tener el suelo suficientemente húmedo.

Las épocas de hacer la plantación son: el otoño en los países cálidos y templados y la primavera en los más frescos.

En ambos casos, al llegar los calores, la rama habrá producido ya raíces y estará en condiciones de equilibrar la función exhalatoria con la absorbente.

Este procedimiento de multiplicación consiste en poner al descubierto parte de una raíz o en enterrar parte de una rama, para que una y otra produzcan los órganos que les faltan para constituir un individuo completo.

El acodo se diferencia esencialmente de la estaca, en que el fragmento vegetal empleado para la multiplicación no se separa de la planta madre hasta después que el nuevo individuo este completamente desarrollo. Se practica a fines del invierno y se corta del pie de que procede, cuando la vegetación está paralizada.

La formación y desarrollo de los órganos que han de constituir el nuevo vegetal, se verifica a expensas de los materiales ya elaborados que la planta madre proporciona. Por esta circunstancia, el nuevo individuo es una especie de parásito de la planta que le produce.

El acodo puede ser; de rama, de raíz y por corte y recalce.

Se llama así, porque el fragmento vegetal empleado para la obtención de un nuevo individuo es una rama según la posición que este órgano ocupe en la planta madre, el acodo será la rama baja o de rama alta.

Acodo de rama baja.- se emplea, perfectamente, en la multiplicación de los arbustos de ramas flexibles, como la vid, constituyendo en este caso particular el acodo denominado Mugrón o probaña, que se emplea en los viñedos para reponer las marras o faltas (pies perdidos)

Para practicarle (fig. 49), se abre un hoyo o una zanja junto a la planta elegida, se encorva la rama que ha de producir el nuevo individuo y se la entierra en dicha zanja, sujetándola a su fondo por medio de una horquilla o de una alcayata. La porción terminal de la rama (que ha de estar provista de varias yemas), se la deja al descubierto y se la mantiene en posición vertical por medio de un tutor o rodrigón.

Cuando al año a los dos años de haberse acodado produce raíces la porción enterrada, se corta la rama por el punto en que penetra en el suelo, para llevarla al vivero o al sitio en que definitivamente ha de vivir el nuevo individuo formado.
Es buena práctica, sobre todo cuando se trata de plantas de madera dura, el hacer incisiones o ligaduras en la porción enterrada para favorecer la producción de raíces.

Acodo de rama alta.- Cuando la rama que se desea acodar (fig. 50) no permite por su altura ser colocada en el suelo, se hace uso de una maceta abierta de arriba a abajo o de hoja de lata, que se coloca a la altura conveniente por medio de un soporte (A); si hubiera alguna rama resistente a mayor altura, se cuelga de ella la maceta o el cajón

Acodada la rama en el cajón o maceta, se vierten en uno u otra tierra de buena calidad y se apisona ligeramente. En lo sucesivo se procurará que la tierra se conserve suficientemente húmeda, y para ello se cuelga a mayor altura una vasija con agua, cuyo fondo tenga un agujero que se tapa con algodón o cáñamo para que caiga aquella gota a gota.

Cuando la porción enterrada produzca raíces, se corta la rama por el sitio que penetra en la maceta y se traslada al lugar donde ha de continuar viviendo.

Este sistema de acodo, llamado también por aporcado (fig. 51) consiste en cortar a poca altura del suelo y antes de llegar la primavera, el tronco de árboles viejos, con el fin de que se desarrollen en el numerosos brotes. A la primavera siguiente, estos se cubren en su mayor parte con tierra fértil y fina, para que produzcan raíces en la porción enterrada.

Cuando transcurrido un año, próximamente, las raíces están desarrolladas, se separan los brotes convertidos en otros tantos arbolitos, para levarlos al vivero o al sitio en que definitivamente han de vivir.

Este medio de multiplicación es muy frecuente en la naturaleza y se observa en ciertos árboles de crecimiento lento, como la encima, el roble, etc., los cuales producen tallos en sus raíces superficiales, originándose de este modo nuevos individuos en el transcurso de tiempo.

Esta forma de multiplicación natural de algunas especies puede ser aprovechada y favorecida por el agricultor poniendo al descubierto una raóz superficial (fig. 52).

En estas condiciones y practicando algunas incisiones o ligaduras, se producen ramas y hojas en la porción descubierta, obteniéndose por consiguiente un nuevo individuo; cuando esto sucede, se separa de la planta madre y se lleva a su sitio conveniente.

III

Esta forma de multiplicación consiste en colocar una parte viva de un vegetal (injerto), sobre otra de individuo distinto (patrón), para que se identifique con él y continúe viviendo como sobre su pie natural.

En la asociación que entre el injerto y el patrón se establece, este proporciona al injerto los materiales nutritivos que, sumados a las reservas de sus yemas, determinan el desenvolvimiento de las mismas. Desarrolladas éstas y formadas las ramas y hojas de patrón aporta los materiales nutritivos que absorbe orgánicos necesarios al sostenimiento de la colectividad.

El injerto es procedimiento rápido y seguro para propagar las variedades selectas, consiguiéndose con su empleo anticipar las florescencia y fructificación y convertir en productos los pies estériles o de escasa producción. Se emplea también para dar formas caprichosas a algunos árboles, para formar arcos y bóvedas en los jardines y para cercar las fincas formando setos vivos.

Son condiciones necesarias para que el injerto tenga lugar, las siguientes:

1.º el injerto ha de tener por lo menos una yema viva y bien desarrollada y el patrón reservas alimenticias y organización y vigorosa.

2.º entre el injerto y el patrón deben existir grandes analogías en organización y funcionalismo.
Se cumple esta condición cuando entre el injerto y el patrón hay lo que se llama afinidad del parentesco, circunstancia que se presenta cuando uno y otro pertenecen a la misma especie (inmediata o íntima), a especies distintivas dentro del mismo género (próxima) o a géneros distintos pero dentro de la misma familia (remota). Fuera de estos casos los injertos prenden muy raras veces

3.º los miembros asociados han de unirse de modo que se pongan en correspondencia sus tejidos conductores; y

4.º esta operación debe practicarse en época oportuna.

Las épocas mas indicadas y convenientes para la práctica del injerto son: de febrero a marzo (al empuje), de marzo a mayo (al brote), de mayo a junio (a ojo velando) y de agosto a septiembre (a ojo durmiendo)

Para practicar los injertos se precisan los siguientes útiles:
1.º instrumentos para producir cortes; 2.º materias flexibles para ligar, y 3.º sustancias a propósitos para cubrir las heridas que se producen

Para dar cortes se emplean: la navaja común, el serrucho, la podadora, las tijeras, la navaja de injerta y el mazo de la madera para facilitar aquellos. La navaja de injertar es una navaja que tiene el corte convexo en el extremo y el mango terminado en una espátula de hueso o marfil (fig. 53)

Para ligar se emplean materias flexibles que no sean higroscópicas, utilizándose al efecto, cuerdas de lana, esparto mojado, cáñamo, raphia, etc. Por último, para cubrir las heridas producidas, se utilizan materias inalterables a los cambios de temperatura, llamadas barro de injertadores y betún de injertar.

El barro de injertadores de compone de arcilla y de boñiga de vaca en la proporción 2/3 la primera 1/3 la segunda.
El betún de injertar empleado con más frecuencia es una mezcla en partes iguales de sebo, cera, resina y ceniza unida a triple cantidad de pez. Para unir estos materiales se funden y después se dejan enfriar.

Las numerosas formas y clases de injertos que se conocen pueden reducirse a tres grupos: 1.º injertos de aproximación; 2.º injertos de yema con madera, 3.º injertos de yema con corteza.

Consiste en unir dos ramas de un mismo árbol o de árboles próximos, sin más que poner al descubierto sus tejidos vivos, para lo cual se raspan las cortezas de uno y otro o se practican entalladuras que aseguren la unión.

Esta clase de injertos se observa frecuentemente en los bosques, en lo que por la acción del viento las ramas próximas se enlazan formando un solo individuo. En realidad no constituye un medio de multiplicación, toda vez que con su empleo no se aumenta el número de individuos.

Los injertos de aproximación son en general propios de la jardinería, y se emplean especialmente para dar formas caprichosas a los árboles, para formar bóvedas en los paseos y para la formación de setos vivos.

Entre los injertos por aproximación merece citarse el llamado injerto a la inglesa, de uso corriente cuando se trata de implantar sobre patrones de vides americanas las variedades selectas de la región. En general se aplica cuando el injerto y el patrón tienen igual diámetro.

Para practicar el injerto a la inglesa (figura 54) se hacen unas hendiduras en el patrón y en el injerto, dejando una especie de lengüeta en ambos; la parte saliente de uno se encaja en la porción entrante del otro, procediendo después al ligado y embetunado.

Los injertos de aproximación se hacen e n todo tiempo.

Los injertos de yema con madera, llamados también de púa a vareta, consisten en colocar sobre el patrón una rama provista de varias yemas. Los más frecuentes son el de cachado y el de corona.

Injerto de cachado.- para practicar el injerto de cachado (fig. 55) se empieza por formar la mesa o cachadura, dando un corte horizontal en el patrón a unos 15 cm del suelo, próximamente; se practica en ella una hendidura (1) y se colocan provisionalmente carias cuñas para que se conserve abierta.

El injerto (2), llamado ente caso púa o vareta, se toma de un brote del año anterior que tengan la corteza liza y bien pronunciadas las yemas, y de adelgaza por uno de sus extremos en forma de cuña prolongada (3), formando la llamada zanca.

Preparados el patrón y el injerto, se introduce la zanca en la hendidura practicada en la mesa del patrón, colocándola de modo que los bordes interiores de las cortezas se correspondan; después se procede al ligado y embetunando. La porción de púa que queda al descubierto (4), llamada talón, deberá tener dos yemas por lo menos.

Si el patrón tuviere mas de cuatro o cinco años, su grosor permitía dar asiento a mayor número de púas, y en este caso, se disponen dos, una en cada extremo de la entalladura o cuatro en forma de cruz, para lo cual se hacen dos hendiduras perpendiculares. El injerto de cachado se practica al empezar la primavera y se aplica preferentemente a los perales, al manzano, a la vid, etc., y en general a los frutales que no sean de hueso.

Injerto de coronilla.- Difiere del anterior (fig. 56) en que las púas se adelgazan solo por uno de sus costados (1) para colocarlas entre la corteza y la madera del patrón, de tal modo que sobre este se apoye la muesca de la vareta únicamente.

Se practica en igual época que el anterior y tiene aplicación en el cultivo de los árboles de corteza elástica y gruesa, como el manzano y el olivo.

En esta se forma de multiplicación, un trozo de corteza de la especie o variedad elegida como injerto sustituye a un trozo de corteza del pie que se toma como patrón. Las formas más frecuentes son el de escudete y el de canutillo.

Injerto de escudete.- el patrón se prepara haciendo en su corteza incisiones en forma de T (fig. 57-1) X o L, que permita levantarla fácilmente con la espátula de la navaja de injertar (2)

El injerto o escudo (3) se toma dando en el pie elegido un corte horizontal y dos verticales inclinados, levantando después el trozo de corteza correspondiente.
Obteniendo el escudo, se coloca sobre el patrón y se le cubre con la corteza de este, dejando la yema al descubierto (4); la operación se termina con el ligado y embetunado.
El injerto de escudete se emplea especialmente en la propagación de los árboles de madera quebradiza y jugosa (naranjo, limonero, nogal, almendro, higuera, etc.) y se practica en la primavera y en el otoño.

Injerto de canutillo.- Se diferencia del anterior en que el trozo de corteza del injerto, que, como hemos dicho, sustituye a la del patrón, tiene forma de anillo.

Para efectuar este injerto (fig. 58) se dan en el patrón dos cortes circulares y uno vertical que permiten separar un anillo de su corteza. En el que se quiere propagar se procede de igual modo, y el anillo que resulta se lleva sobre el patrón, para después logar y embetunar.
Su el injerto fuese de mayor diámetro que el patrón se suprime la cantidad de corteza necesaria sin herir las yemas: en el caso contrario, la porción que del patrón queda al descubierto se protege con un trozo de corteza del mismo pie que se tomó el injerto. Cuando se practica el llamado canutillo terminal y este queda holgado, es conveniente no separar la corteza del patrón; para ello se dan los cortes longitudinalmente y las tiras obtenidas sirven para cubrir el anillo del injerto (fig. 59)

La mejor época para efectuar el injerto de canutillo es el mes de julio. Conviene a casi todos los frutales, pero deberá preferirse su empleo en los de corteza jugosa que tengan las yemas bien pronunciadas, como la higuera, el olivo, el nogal, el castaño, etc.

CAPÍTULO VII.
Cuidados que requieren los cultivos en vegetación.

I. Se llaman cuidados culturales a las atenciones que el agricultor prodiga a las plantas durante el curso de su vegetación.

Los cuidados culturales se dividen en generales y especiales o particulares. Los primeros convienen a todas las especies agrícolas y los segundos solo se aplican a los árboles y a los arbustos.

II. Figuran en este grupo las atenciones siguientes: pases de rulo y de rastra, excavadas y recalces, escarda, despunte de vástagos y flores y aclarado de plantas.

Pases de rulo y de rasta.- estos cuidados se aplican al cultivo cereal principalmente, pero convienen a la mayor parte de las cosechas, porque favorecen la germinación de las semillas y la facultad ahijadora de muchas especies; deberán practicarse antes de que la vegetación este muy adelantada.

Los pases de rulo se efectúan cuando las tierras están mullidas con exceso, como acontece al fundirse lentamente la nieve o cuando sobreviven heladas frecuentes. También se aplican con resultados satisfactorios a las tierras excesivamente sueltas, en las cuales se favorece la conservación de la humedad.

Las pases de rastra son indispensables en los suelos, que al desecarse forman costra en la superficie, pues esta costra impide la nascencia de la planta y el acceso del aire y del agua a la región de las raíces. Esta labor superficial favorece además la conservación de la humedad de los suelo, oponiéndose a las perdidas motivadas por capilaridad y evaporación superficial.

Escarda.- Las malas hierbas que con tanta frecuencia invaden los terrenos cultivados, constituyen un obstáculo al buen desarrollo de las especies agrícolas, por privarlas del acceso del calor y de la luz y por tomar del suelo los alimentos destinados a estas. La operación que se propone destruirlas a fin de favorecer el desarrollo de las especies cultivadas, se conoce con el nombre de escarda.

La escarda se practica a mano o con la azada, almocafre, etc., y si las platas están esparcidas se hace uso de las gradas o de los cultivadores.

Arrancadas las malas hierbas por cualquiera de los medios indicados, se dejan sobre el terreno para que se desequen, a no ser que se trate de especies vivaces, en cuyo caso convendrá reunirlas en montones para someterlas a la incineración después de secas único medio seguro para conseguir su destrucción.

Este cuidado cultural se prodigará a los cultivos cuando el estado de la vegetación permita andar por el terreno y siempre antes que florezcan las malas hierbas.

Excava.- esta operación consiste en separar la tierra alrededor de la planta, formándole una especie de pileta. Se practica a mano, utilizando la azada.

La excava se propone, principalmente, recoger el agua de lluvia para almacenarla en las capas bajas. También se hace uso de ella en el tratamiento de algunas enfermedades de las especies cultivadas. Y mas particularmente en la destrucción de algunos insectos perjudiciales.

Recalce.- el recalce (operación contraria a la excava) consiste en amontonar la tierra alrededor del tallo; si la planta se cubre totalmente, como sucede en algunos cultivos de huerta, recibe el nombre de aporcado.

Mediante los recalces se aumenta el mullimiento del suelo; se favorece su poder absorbente para con el agua: se proporciona abrigo a las plantas y se facilita el desarrollo de sus raíces al mismo tiempo que su nutrición. Conviene mucho a los cereales y a las plantas raíces y tuberculosas.

Los realces se practican a mano en el pequeño cultivo y por medio de las gradas, cultivadores y arado aporcador en el cultivo extensivo.

Aclarado de plantas.- Si por efecto de una siembra espesa debida a la desigual distribución de la semilla o a su escaso poder germinativo las plantas viven muy juntas, hay necesidad de entresacar o aclarar algunos pies para que los demás dispongan del terreno preciso al buen desarrollo de sus funciones.
El aclarado se hace a mano a mismo tiempo que la escarda, y al realizarlo se procurará dejar en el terreno los pies más vigorosos.

Despunte de vástagos.- Si el desarrollo de las plantas que se cultivan no está en relación con la época del año, bien porque la siembra fuese prematura, bien por la excesiva fertilidad del suelo o bien por la bonancible del tiempo, será muy conveniente practicar el despunte de vástagos, para detener la vegetación y evitar un exagerado desarrollo foliáceo que pudiera ser causa del encamado de la cosecha.

El despunte se lleva a cabo por medio de la guadaña o de las guadañadoras, y en muchos cultivos (como en el de cereales), dejando pastar al ganado lanar, si el estado de la vegetación permite la entrada del mismo en el terreno.

Como atención de esta clase, podemos considerar también la supresión de hojas, flores y frutos. Las primeras se suprimen para favorecer la acción de los agentes exteriores y muy principalmente del calor y de la luz sobre los frutos. Las flores se cortan cuando se trata de cultivos no aprovechables por sus frutos (tabaco) y también en el caso de ser flores masculinas de plantas monoicas, pues con el se favorece el desarrollo de frutos, siempre que, claro está, se supriman después de haber tenido lugar la fecundación.

Finalmente, la supresión de algunos frutos se propone favorecer el desarrollo de los demás, evitando al miso tiempo una producción excesiva que pudiera motivar la debilidad de la planta productora.

La supresión de hojas, flores y frutos se hace exclusivamente a mano, valiéndose de escaleras en caso necesario.

III.

Como oportunamente dijimos, las atenciones especiales se prodigan solo a determinadas especies, y más particularmente a los arbustos y a los árboles. Figuran en este grupo los trasparentes y la poda.

Las especies herbáceas que al principio de su desarrollo requieren grandes cuidados y la mayor parte de los arbóreas y arbustos, por su organización especial y lento desarrollo.

Exige se las coloque provisionalmente en los semilleros y viveros, respectivamente, para trasladarlas con oportunidad el sitio en donde definitivamente han de vivir.

La operación de trasladar las especies agrícolas de un terreno a otro se llama trasplante, denominándose plantación al acto de colocarlas definitivamente en el sitio elegido para tal fin.

El trasplante de especies herbáceas requiere como operación previa la preparación del terreno destinado a la plantación, para lo cual se dan las labores al efecto necesarias.

Preparado convenientemente el terreno en que las nuevas plantas van a vivir, se da un riego abundante en el semillero, y a las últimas horas de la tarde se arrancan aquellas, procurando que sus raíces no sufran lesión alguna. La plantación queda reducida a colocar los pies a la distancia conveniente, empleando el método llamado a golpe que ya conocemos.

El transplante de las especies leñosas comprende las siguientes operaciones:
1.ª señalamiento de hoyos.
2.ª apertura de los mismos,
3.ª arranque de las plantas de los viveros; y
4.ª plantación propiamente dicha.

Señalamiento de hoyos.- el señalamiento o distribución de los hoyos destinados a la colocación de los pies objeto del trasplante puede hacerse, en líneas, a tresbolillo, a marco real y en disposición quincuncial. Cualquiera que sea el método que se elija, la distancia de los hoyos guardará relación con el desarrollo de las ramas y de las raíces de las plantas que se van a recibir.

El trazado en línea consiste en tirar estas a cordel, señalando a distancia iguales los puntos en donde se han de abrir los hoyos. Se emplea especialmente para la plantación de árboles en las calles y jardines.

El trazado a tresbolillo divide el terreno en una porción de triángulos equiláteros, en los vértices de los cuales se colocarán después los árboles. Para trazarlo se constituye un gran rombo (fig. 60), formando por dos triángulos equiláteros, que tengan un lado común; los lados de éstos se dividen en partes iguales y se unen entre sí por medio de líneas paralelas al lado común primero, y después, por paralelas, a los lados superiores del rombo, con lo que este quedará dividido en los triángulos equiláteros pedidos.

Prolongando las líneas que unen los puntos obtenido, y trazando nuevas paralelas por los de intersección, el terreno quedará dividido en su totalidad, del mismo modo que el rombo tomado como origen.

El trazado a marco real consiste en dividir el terreno en cuadrados iguales, en cuyos vértices se abren los hoyos. Para ello se trazan dos líneas perpendiculares sobre las cuales se toman iguales distancias; trazando desde los puntos señalados paralelas a los lados primitivos, los puntos de intersección formarán los cuadrados que se buscan.

El trazado en disposición quincuncial solo difiere del anterior en que el punto medio de los cuadrados (resultante de trazar sus diagonales) se dedica también a la colocación de un pie.

Apertura de hoyos.- La apertura de los hoyos señalados por cualquiera de los procedimientos anteriores, deberá hacerse con bastante antelación con objeto de que la tierra extraída permanezca algún tiempo en contacto con los agentes exteriores. Se ejecuta con la pala, y la tierra que se va extrayendo se dispone en cuatro montones, separando los de distintas profundidades. Las dimensiones de los hoyos guardarán relación naturalmente, con el desarrollo de las plantas que se van a colocar.

Arranque de las plantas.- Para arrancar las plantas de los viveros hay que empezar, como en el caso de las especies herbáceas, por dar un riego abundante a fin de facilitar esta operación; después se procede al arrancado propiamente dicho, cuidando no lesionar ninguna ramificación de la raíz, al practicarlo. Igualmente se procurará que las raíces lleven adherida alguna porción de tierra, que es a lo que prácticamente se llama acompañada de cepellón.

Si al arrancar el árbol se lesionara alguna ramificación de la raíz, se la suprime del todo, siendo conveniente en este caso, cortar algunas ramas del mismo lado, para evitar un desequilibrio entre la transpiración y la absorción.

Una vez arrancado el árbol se procurará plantarlo sin perdida de tiempo; pero si esto no fuera posible se le recubre con musgo humedecido o esteras, o se le conserva en zanjas o sitios frescos hasta el momento oportuno.

Plantación.- Al hacer la plantación se empieza por colocar en el fondo del hoyo una pequeña capa de estiércol; después se coloca el árbol en posición vertical, se va rellenando el hoyo con la tierra extraída, echándola en orden inverso al que se extrajo, y una vez cubierto aquel, se da un riego abundante y se coloca un tutor, para que el arbolito no sufra la acción del viento.
Es buen práctica la de abrir piletas al pie de los árboles plantados, así como el amontonar la tierra a su alrededor en el verano, con el fin de proporcionarle humedad en ambos casos.

Las épocas más indicadas por los trasplantes son el otoño y el principio de la primavera, según que el clima sea templado o fresco. En una y otra época se escogerán para hacerlo días nublados y húmedos, de suave temperatura.

IV

Esta operación, llamada por algunos, cirugía vegetal, tiene por objeto suprimir total o parcialmente algún órgano para dar a los árboles forma conveniente y favorecer su producción.
La poda que en un principio se da a las especies arbóreas y a los arbustos, se llama poda de formación; y la que se practica cuando el árbol está en plena producción, se denomina poda de explotación o verdadera poda.
Para que la operación de podar pueda practicarse acertadamente, es condición precisa conocer las distintas clases de ramas de un árbol y, sobre todo, ciertos principios que le sirven de fundamento.

Distintas clases de ramas.- las ramas de un árbol puede ser: ramas para madera llamadas ramas madres, ramas para frutos denominadas miembros, ramas de falsa madera y ramas chuponas.

Las ramas madres nacen directamente del tronco y a ellas se debe principalmente la forma del árbol. Son, como hemos indicado, las productoras de madera y reciben el nombre de pernadas reales.

Las ramas miembros parten de las anteriores y reconocen por origen las yemas de aquellas; su misión principal es producir frutos.

Las de madera falsa nacen de la corteza y con facilidad se desprenden y mueren.

Por último, las llamadas chuponas nacen directamente del tronco y reciben esta denominación por la gran cantidad de jugo nutritivo que absorben como las ramas improductivas que son, deberán suprimirse totalmente al hacer la poda de los frutales. Pueden convertirse, sin embargo, en productivas, encorvándolas por medio de pesos colocados en su extremidad.

Principios fundamentales de la poda.- Al verificar la poda se deberá tener muy en cuenta los siguientes principios que le sirven de fundamento:

1.º la difícil o lenta circulación de la savia favorece la Producción de frutos, circunstancia que se cumple en las ramas encorvadas.
2.º las ramas productoras de madera son aquellas por las cuales la savia circula rápidamente, lo que acontece en las verticales.
3.º como en las ramas cortas la savia tiene que recorrer menor camino que en las ramas largas, los brotes de las primeras serán mas vigorosos que los de las segundas.
4.º la duración de los árboles es proporcional a la regular distribución de la savia que por ellos circule.
5.º la duración de las especies leñosas esta en razón inversa de la cantidad de frutos que producen.
6.º los brotes débiles producen, en general, ramas fructíferas; y
7.º el excesivo desarrollo de los órganos va en perjuicio del desarrollo de los demás.

Teniendo en cuenta los principios apuntados y las diversas clases de ramas que hemos visto existen en un árbol, el buen podador armonizará la producción del mismo con su duración sin olvidar nunca que las plantas leñosas son de lento desarrollo y que, por tanto, interesa su conservación.

Las diversas formas de poda se reúnen en dos grupos: en espaldera y a todo viento. Las primeras son propias de los climas fríos y favorecen el desarrollo de la parte aérea en un solo plano vertical. Mediante ella se da a los árboles la forma de abanico (fig. 61) de V sencilla (fig.62), de V doble, de palmeta, de cordón, etc.

La poda a todo viento es propia de los climas cálidos y templados y con su ejecución se favorece el desarrollo de los órganos aéreos en todas direcciones. Son sus variedades las de pirámide (fig. 63) bola, cono, vaso, huso, etc.

La época más a propósito para podar es desde el otoño hasta la aparición de los primeros brotes y en ningún caso se practicará hasta un año después, por lo menos, de haber sido planteado el árbol.
Dentro de la época citada la poda podrá adelantarse o retratarse, según convenga. Las podas tempranas favorecen la conservación del árbol y anticipan su fructificación, pero en los climas fríos hay que retrasarla para evitar que las heladas tardías originen la pérdida de la cosecha.
Para la ejecución del cuidado cultural que nos ocupa se precisan: el podón, el serrucho, el hacha y las tijeras de muelle (fig. 64) y para cubrir las heridas y evitar el derrame de materias nutritivas se emplearán las mismas substancias que dijimos al tratar de los injertos.


CAPÍTULO VIII
Cuidados culturales complementarios

Riegos

I

Esta práctica agrícola tiene por objeto aportar a las tierras el agua necesaria a la vegetación cuando la de lluvia es insuficiente. Constituye, sin duda, una de las mejoras más interesantes de las tierras y uno de los cuidados culturales que con mayor carácter de urgencia requieren algunos cultivos.
Si las lluvias de otoño se retrasan, las tierras se preparan en malas condiciones y la siembra se practica tardíamente; si las aguas de primavera faltan, las plantas no terminan normalmente su desarrollo y la cosecha se aminora de modo notable si es que no llega a perderse. Estas consideraciones nos demuestran la importancia tan extraordinaria de los riegos, y la necesidad de su empleo siempre que sean posibles, independientemente de que hay cultivos que solo pueden establecerse en los terrenos de regadío.
Establecida esta mejora en una explotación, la tierra se prepara con tiempos suficiente para hacer la siembra con oportunidad: las semillas cuentan con la humedad precisa para la germinación, y el desarrollo de la planta se verifica en las mejores condiciones. Si se dispone además de los abonos necesarios, se puede pasar fácilmente del cultivo extensivo al intensivo, en el que la producción es bastante mayor.
Las mejores aguas para el riego son las que reúnen las condiciones de las llamadas potables. Ahora bien, a falta de éstas, podrán utilizarse cualquiera siempre no posean substancias tóxicas para la vegetación o un exceso de sales.

A falta de datos más seguros para venir en conocimiento de la calidad de las aguas, podrá servirnos la vegetación que espontáneamente se desarrolla en los puntos por donde circula. Así, por ejemplo, la abundancia del ranúnculo acuático, de las verónicas y de los juncos indica en el agua buena calidad; por el contrario, el predominio de musgos y cárices revela malas condiciones.

Las llamadas calcáreas y sedimentosas son poco a propósito para el riego, por forman costra en la superficie del suelo y por dificultar la absorción radicular al depositarse sobre los pelos absorbentes.

La cantidad de agua que el riego se debe destinar depende: de la naturaleza del suelo y del subsuelo, del clima, de la clase de cultivo, de la época en que se practique y del sistema que se emplee. En términos generales deberá destinarse al riego un litro por segundo y por hectárea, durante los seis meses que por término medio dura la vegetación activa de los principales cultivos.

La época más a propósito para suministrar esta atención a los cultivos no puede precisarse de un modo absoluto, pues depende principalmente de la escasez de lluvias y del estado de la vegetación. En general deberán empezar y repetirse cuando se inicie en as plantas ese estado particular que se designa vulgarmente con el calificativo de lacias, sin olvidar que los riesgos son convenientes durante el desarrollo foliáceo y perjudiciales durante la fecundación y maduración de los frutos.

En cuanto a las horas de regar, las más convenientes son las que no produzcan en las plantas ni en el suelo cambios bruscos de temperatura; por eso en el verano se riega al anochecer o al amanecer y durante el día en el resto del año.

Constituyen los sistemas de riego los diferentes procedimientos que se emplean para la distribución de agua. En todos ellos se tendrá presente que el agua debe humedecer toda la superficie del suelo, sin quedar estancada en ningún punto.

La elección del sistema que se adopte depende: de la topografía del terreno, de la cantidad de agua disponible, del clima y de los cultivos que constituyan la explotación.

Los sistemas de riego mas frecuente empleo son: el de inundación o sumersión, el de regueras horizontales, el de infiltración y el de aspersión o proyección.

Riego por inundación.- Es propio de los terrenos de superficie horizontal y se aplica, principalmente, a los cultivos cereal y forrajero.

Al utilizar esta clase de riegos se divide el terreno en tablares separados por caballones de altura suficiente para retener el agua durante el tiempo preciso. El líquido para retener el agua durante el tiempo preciso. El líquido penetra directamente en las parcelas o pasa de unas a otras, según la disposición que se le de a las bocas de entrada. La permanencia del agua en cada parcela depende de la clase de cultivo; pero en la generalidad de los casos de la clase de cultivo; pero en la generalidad de los casos se le da salida cuando se calcula que ha penetrado a la profundidad de 25 o 30 cm. en el cultivo de arroz, no obstante se mantiene en el suelo encharcado de un modo permanente.

Riego por regueras horizontales.- Se aplica a los terrenos consistentes de superficie inclinada y, con preferencia, al cultivo de prados.

Para practicar el riego por regueras horizontales se construyen, siguiendo las curvas de nivel del terreno, una serie de zanjas de borde inferior perfectamente horizontal.

Llena la zanja mas elevada, el agua se desborda y dirige a la inmediata, regando la superficie comprendida entre ambas; de la segunda pasa a la tercera, y así continúa hasta la más baja, de la que se recoge el agua sobrante para elevarla de nuevo o para conducirla al lugar conveniente.

Riego por filtración.- Consiste en hacer correr el agua por el fondo de surcos separados por caballones de suficiente anchura, en los cuales se colocan las plantas.
El riego por filtración es el preferido cuando se dispone de poca agua y se trata de cultivos en líneas, y, especialmente, si son de raíces profundas.

Riego en espiga.- Si los terrenos presentan desigualdades en la superficie, los sistemas anteriores resultan imperfectos y difíciles de practicar, siendo en ellos preferido por tal causa el llamado por su forma riego en espiga.

Para disponer el terreno para este sistema de riego, se abren unas zanjas de derivación siguiendo las líneas de máxima pendiente, y de ellas se hacen partir otras de menos capacidad, formando ángulos. Estas últimas se van estrechando a medida que se separan de aquellas y conducen el agua a las partes más bajas.

El agua procedente del canal de alimentación es conducida por las regueras de derivación a las de riego, para ser repartida con regularidad por la superficie sembrada.

Riego por aspersión.- El riego por aspersión consiste en suministrar a las plantas el agua en forma de lluvia, haciendo uso de mangas de riego o de regaderas de mano. Tiene la ventaja sobre los demás de que limpia a las plantas del polvillo depositado en la superficie de sus órganos aéreos.

Este sistema es el más perfecto de todos y sería indudablemente preferido de poder ser practicable en la mayoría de casos. Como fácilmente se comprende, solo tiene aplicación en el pequeño cultivo.

II

Son aguas utilizables en los riegos: las de ríos y arroyos, las de manantiales, las procedentes de la fusión de las nieves y las que circulan por las capas del suelo.

Las aguas de ríos y arroyos se utilizan directamente derivándola de los mismo por medio de canales, siempre que el caudal permita, por su abundancia y permanencia, disponer de la necesaria en momento oportuno. De no ser así hay que recurrir a la construcción de pantanos.

Las de manantiales y las procedentes de la fusión de la nieve, originan corrientes y, para aprovecharlas y disponer de la precisa cuando las necesidades del cultivo lo exijan, hay que almacenarla como en el caso de los ríos y arroyos de escaso caudal en los depósitos llamados pantanos.

Por último, las aguas subterráneas se aprovechan mediante pozos artesianos y ordinarios.

Al tratar de utilizar las aguas de ríos y arroyos de suficiente caudal pueden presentarse dos casos: que el nivel de las aguas sea superior al de los terrenos que se van a regar, o que sea inferior.

Si el nivel del río o del arroyo es superior al de los terrenos que se van a regar, la obra queda reducida a la construcción del canal que ha de conducir el agua. Si, por el contrario, el nivel es inferior, hay necesidad de elevarlo por medio de presas o represas y proceder después como en el caso anterior.

Canales.- Los canales son cauces destinados a la conducción de las aguas. El que parte del río o arroyo se llama principal, y los que conducen el agua a los terrenos regables se llaman en general secundarios. Los canales de menor capacidad que distribuyen el agua por las distintas parcelas se llaman regueras, caceras o regaderas; y los que recogen las aguas sobrantes del riego se denominan azarbes o canales de desagüe.

Presa.- Se llama así todo obstáculo que se opone a la marcha de la corriente, con el fin de elevar el nivel de las aguas. Las presas pueden ser movibles y fijas, según que puedan quitarse o no cuando convenga.

En la construcción de las presas se procurará satisfacer las condiciones siguientes:
1.ª que su base sea de gran solidez
2.ª que encuentre apoyo firme en las márgenes.
3.ª que su arista superior o cresta sea perfectamente horizontal para que el agua vierta con igualdad; y
4.ª que la caída del agua no produzca fenómenos de erosión.
Cumplese esto cuando la pendiente la caída es suave y mejor aún escalonada.

Las aguas de manantiales, las procedentes de la fusión de la nieve y las de ríos y arroyos de escaso caudal se utilizan derivándolas de los depósitos en que se almacenan, para emplearlas en momento oportuno. Estos depósitos se denominan pantanos.

Pantanos.- Son, como acabamos de indicar, depósitos o construcciones destinadas a almacenar las aguas que se dedican al riego.

Los pantanos se construyen aprovechando las irregularidades del terreno, sin mas que oponer a la marcha de la corriente un muro de resistencia mas o menos grande, según la cantidad de agua que se desee almacenar. La conducción del agua a los terrenos regables se hace del mismo modo que hemos indicado en los demás casos.

Las aguas que a causa de la filtración desciende a las capas bajas de los terrenos, se elevan, naturalmente, en determinadas condiciones, en puntos más o menos lejanos, permitiendo su aprovechamiento en los sitios en que esto sucede. Pueden aprovecharse también por medios artificiales mediante los pozos artesianos o los pozos ordinarios, construcciones ambas conocidas por la Física. Como las aguas en estos últimos se encuentran a un nivel inferior al del suelo, para elevarlas por encima del mismo y poderlas utilizarlas en el riego hay que hacer uso de mecanismos especiales llamados máquinas elevadoras del agua.

Son numerosas, siendo los de más frecuente empleo las bombas y las norias, de las cuales las primeras son conocidas por la Física. Vamos a ocuparnos, por tanto, únicamente de las segundas.

Norias.- Estas máquinas elaboradas del agua son las de más general empleo de España para las faenas agrícolas, sobre todo cuando se trata de pozos de bastante proporcionalidad.

Las norias pueden ser: antiguas y modernas. Las primeras o sakia de los moros se encuentran aún muy generalizadas en el Mediodía y Levante de España. Tienen el inconveniente de ser muy pesadas, perdiéndose además con ellas una buena parte del esfuerzo motor a causa del razonamiento que se produce; la mayor parte de sus piezas son de madera y las vasijas destinadas a elevar el agua (llamadas arcaduces), de barro cocido.

Las modernas (fig. 65) consisten en una rueda vertical llamada de agua, provista de una doble cadena en la cual se colocan los cangilones o vasos de hierro o palastro, provistos de un orificio en su fondo. El eje de dicha rueda termina en un piñón cónico que engrana con un malcate movido generalmente por una caballería. Puesta en marcha la caballería, el malacate mueve a la rueda vertical y con ello los cangilones penetran en el pozo llenándose de agua. Al llegar éstos a la parte superior vierten el contenido en un pequeño depósito del que sale por un tubo o caño, para su distribución o almacenamiento.

Los orificios de los cangilones sirven para dar salida al aire cuando éstos penetran en el agua, y además para desocuparlos del agua que contienen cuando la noria deja de funcionar.


CAPITULO IX
Recolección.- Aparatos que en la misma se emplean

I

Es la operación que se propone separar de la tierra las plantas o las partes aprovechables de las mismas. La forma de practicarla varía, según el producto de que se trata de obtener.
Cuando se trata de frutos secos, la recolección se hace golpeando con vargas largas las ramas que lo soportan. Si son carnosos, figurando entre ellos el corta-frutos, que consiste en un palo provisto en uno de sus extremos de una cestita y de unas tijeras parecidas a las del podar, que funcionan mediante una cadena o cuerda; con él va el obrero separando los frutos, que al caer son recogidos en la cestita.

Los tubérculos y raíces alimenticias se recolectan extrayéndolos del suelo con la azada o con el arado patatero, instrumentos que ya conocemos.

Las plantas de huerta aprovechables por sus hojas y tallos tiernos se separan arrancando los pies directamente con la mano o haciendo uso de la pala y azada.

La caña de azúcar ser recolecta cortando sus tallo a golpe de machete.

El azafrán, recogiendo sus pistillos a mano, etc., etc.

Por último, la recolección de cereales, plantas forrajeras, etc., se hace mediante la operación llamada siega, que puede practicarse a mano o con diversos instrumentos.

II

Los instrumentos y máquinas de siega pueden ser: movidos por el hombre o por los demás motores. Entre los primeros figuran como de más general empleo la hoz y la guadaña; y entre los segundos las máquinas segadoras.

Consiste este sencillo instrumento (fig. 66) en una lámina de hierro o acero, encorvada en forma de media luna, que lleva en uno de sus extremos un corto mango de madera a propósito para su manejo. El borde interior es cortante cuando se destina a la siega en verde (1) y está dispuesta en forma de fina sierrecilla (2) si su misión es segar las plantas secas.

Para segar con la hoz el obrero toma un puñado de plantas con la mano izquierda, dándoles al mismo tiempo un corte con la hoz, sostenida por la derecha, a la altura convenientemente.

La hoz es el instrumento de siega mas generalizado en nuestra nación, a pesar de sus desventajas. Es sencillo, de fácil manejo y su labor no deja de ser perfecta; pero tiene el inconveniente de que con él la siega resulta muy lenta y cara. Esta forma de segar constituye, además, una faena penosa para los obreros por la posición que han de guardar al ejecutarla.

Está formada por una lámina cortante (Fig. 67) de mayores dimensiones que la hoz, pero de menor curvatura. El mango, de un metro de longitud próximamente, se une a ella formando un ángulo casi recto y termina en una muletilla que facilita su manejo; en la parte media suele llevar también un espolón o saliente con igual objeto.

Se maneja moviéndola con rapidez de derecha a izquierda, describiendo arcos de círculo.

La siega con este instrumento es más rápida y menos costosa que con la hoz, pero tiene el inconveniente de que solo se puede emplear en la recolección de plantas de prado y en las de cereales verdes, pues en otro caso las espigas se desgranarían al dar los golpes.

II

Estas máquinas constituyen el mayor éxito de la Mecánica agrícola, pues permiten practicar la siega de un modo rápido y perfecto, librando al agricultor de las exigencias cada vez mayores que los obreros tienen durante dicha operación por la premura con que hay que ejecutarla.

Las segadoras mecánicas se componen en términos generales: del aparato segador, del mecanismo transmisor del movimiento y de las piezas de soporte.

El aparato segador se reduce a una lámina metálica provistas de dientes triangulares que son los encargados de cortar los tallos. Esta lámina se desliza sobre otra fija, terminada anteriormente por dientes cónicos que sujetan a los tallos al avanzar la máquina sobre el terreno, para que sen cortados por aquellos. La lámina fija forma parte de las piezas de soporte y puede ir sostenida por una ruedecita pequeña que se apoya en el suelo.

El conjunto de las piezas que acabamos de describir se eleva por medio de una palanca, cuando la máquina deja de funcionar o cuando haya que vencer algún obstáculo del suelo.

El mecanismo transmisor del movimiento lo componen una serie de engranajes, una excéntrica y una biela. Los primeros transmiten a la excéntrica el movimiento circular y continuo de la rueda o ruedas que soportan a la máquina y la excéntrica pone en movimiento por medio de la biela al aparato segador, transformando previamente el circular y continuo de aquella en rectilíneo alternativo.

El conjunto de piezas que constituyen las segadoras va sostenido por una o dos ruedas encargadas además de producir el movimiento al aparato segador, según hemos dicho.

Estas máquinas llevan uno o dos asientos para los obreros y los accesorios necesarios para el tiro.

Las segadoras mecánicas se emplean en la recolección de las plantas de prado o en la siega de cereales. Las primeras se llaman guadañadoras y las segundas segadoras propiamente dichas o simplemente segadoras.

Sirven, como hemos dicho, para la siega de las plantas pratenses y se diferencian esencialmente de las segadoras en que carecen del tablero que estas llevan en la parte posterior del aparato segador. Se conocen numeroso modelos, siendo recomendable por su solidez y resultados la de Mc Cormick- Daisy (fig. 68)

Se destinan a la siega de cereales, y según el trabajo que realizan se dividen en:
1.º segadoras sencillas
2.º segadoras que forman la gavilla; y
3.º segadoras atadoras.

Hay que advertir como precepto general a la construcción de estas máquinas que casi como en las guadañadoras el aparato cortante debe ser de movimiento rápido para evitar la aglomeración de tallos entre los dientes, en las segadoras la velocidad conviene que sea menor, pues la rigidez de los tallos secos opone mayor resistencia a la marcha de la máquina.

Segadoras sencillas.- Las segadoras sencillas, llamadas también de rastrillo a mano, llevan detrás del aparato segador un tablero formado de listones que sirve para recoger pie sobre un pedal o estribo al cual va unido.

Tienen generalmente dos asientos: uno destinado al conductor y otro al obrero agavillado, llamando así por ser el encargado de hacer bascular al tablero cuando la gavilla está completa. La denominación de segadoras de rastrillo a mano que hemos dicho se da a estas máquinas, se debe a que es obrero agavillador lleva un rastro de mango oblicuo, con el que aproxima la mies al aparato cortante.

Como las plantas segadas van quedando sobre el terreno al caer del tablero, se necesitan varios obreros para que las separen de éste y lo dejen limpio al volver la máquina.

Segadoras agavilladoras.- Como su nombre indica, siegan y forman la gavilla sin precisar la intervención de los obreros que hemos visto hacen falta cuando se emplean las anteriores.

El aparato agavillador, que es el que las caracteriza, esta formando por una porción de rastros automáticos dispuestos sobre un árbol vertical o poco inclinado, que reciben el movimiento de la única rueda motora mediante la adecuada combinación de engranajes. Pueden ser de dos clases: recogedores y agavilladores.

Los rastros recogedores, llamados también aspas y abatidores, descienden verticalmente encorvado los tallos para facilitar la siega acercándolos al corte de la sierra. Deben pasar algo separados del tablero para que no arrastren la mies depositada en el mismo.

Los agavilladores, por el contrario, resbalan sobre el tablero, barriéndolo, por decirlo así, cuando la cantidad de mies depositada es suficiente para formar una gavilla. La longitud de la lámina de éstos, así como la de los anteriores, debe ser aproximadamente igual a la de la sierra.

Las mieses arrojadas de la máquina por los rastros agavilladores quedan a un lado de la pista o camino recorrido, dejando libre el terreno para la vuelta de la segadora.

Cuando la máquina deja de funcionar, los rastros y el tablero se recogen y quedan en posición vertical, disminuyendo el volumen de aquella.

El modelo Mc Cormick Daisy (fig, 69) tiene los rastros dispuestos para hacer de abatidores, pero cuando el tablero contiene suficiente cantidad de tallos segados se convierten en agavilladores, haciéndolos que desciendan al nivel de aquel por medio de un pedal dispuesto convenientemente.

Segadoras agavilladoras que atan la gavilla.- Las segadoras de este grupo, llamadas simplemente segadoras atadoras, dejan formados los haces sobre el terreno, atándolos convenientemente por medio de un ingenioso mecanismo.
El atado se hacía en las antiguas con alambre, pero en la actualidad solo se emplea cuerda fina.

En la atadora Mc Cormick Daisy (fig. 70) la mies depositada en la plataforma o tablero sube entre dos lonas inclinadas que giran sobre cilindros a la parte mas elevada de la máquina. De ella desciende a un tablero, y en el una aguja circula y dos empaquetadores o emparejadores forman el haz y atan la gavilla, que se arroja fuera de la máquina.

CAPÍTULO X
OPERACIONES COMPLEMENTARIAS DE LA RECOLECCIÓN

Los productos agrícolas obtenidos en la operación llamada siega, no se encuentran, al practicar ésta, en condiciones de ser almacenados para utilizarlos en momento oportuno o para llevarlos al mercado, sino que necesitan ser sometidos a ciertas operaciones que pueden considerarse como complementarias de la recolección. Las más importantes y generales son: la henificación, aplicable a las plantas de prado, y la trilla, aventando y cribado, practicarles en la explotación de cereales y legumbres.

I

Las plantas de prado que no sean empleadas de momento en la nutrición del ganado, no puede almacenarse tal y como se obtiene al ser segadas con la guadaña o con las guadañadoras pues en este estado prontamente fermentarían, perdiendo su condición de alimento. Para conservarlas en condiciones hay que transformarlas en heno, desecándolas convenientemente.

La transformación de la hierba en heno o henificación, se practica de modo diferente, según el clima. En los húmedos se forman montones con las plantas segadas, para que el calor que se produce al iniciarse la fermentación le haga perder gran parte del agua que contienen; aireando la masa con oportunidad y repitiendo después la operación las veces necesarias, esto es, dirigiendo convenientemente la fermentación, la hierba se transforma en un producto gris oscuro, de sabor azucarado, llamado heno, que el ganado consume con gusto.

En los climas secos la henificación es más fácil y se consigue prontamente aireando la hierba segada sobre el mismo terreno, por medio de horcas, o utilizando las máquinas llamadas henificadoras o reúnen por medio de las recogedoras.

Henificadoras.- Son aparatos destinados a la aireación de las hierbas segadas en los prados para conseguir su rápida desecación. Se componen esencialmente de un eje sostenido por dos ruedas sobre el cual va el aparato alrededor, formando por una serie de rastros que giran describiendo círculos, acompañando al movimiento de las ruedas. Cuando la henificadora deja de funcionar y se desea transportar, los rastros se encorvan para evitar que lleguen al suelo.

Recogedoras de heno.- En estos aparatos, el eje que une las ruedas motoras (fig. 71) lleva una serie de barrotes encorvados, que van amontonando la hierba desecada, a medida que la máquina marcha sobre el terreno.

Cuando se forma un montón de lugares dimensiones el conductor apoya fuertemente el pie sobre un pedal situado a su derecha, y los barrotes se elevan para bajar de nuevo automáticamente.

II

Los frutos de los cereales y las semillas de las legumbres, que como veremos oportunamente constituyen la principal para aprovechable de dichas plantas, hay que separarlas de las cubiertas que los envuelven para almacenarlas en los graneros o silos o para llevarlas al mercado. Se consigue el objeto mencionado sometiendo las plantas después de segadas a la trilla, primero, y el aventado, después.

En la operación que se propone separar los frutos o las semillas de las plantas que los han producido, al mismo tiempo que de las cubiertas que las envuelven. Mediante ella se consigue, además, suavizar y dividir los tallos y las hojas de las plantas para ponerlas en condiciones de ser empleadas en la alimentación del ganado.

La trilla puede practicarse: con el látigo trillador, con caballerías, con los trillos o con las trilladoras aventadoras.

Consiste este primitivo en un palo grueso unido a una maza de madera, por medio de una correa o una cuerda. El primero hace las veces de mango, y la maza es la encargada de verificar la trilla, golpeando las mieses hasta onseguir el desgrane de los frutos y semillas y el quebrantamiento de las pajas.

El látigo trillador solo tiene aplicación en las pequeñas explotaciones de los países lluviosos, pues la trilla con él ejecutada resulta imperfecta y de extrema lentitud.

En algunas regiones de nuestra nación, como en Andalucía y en Extremadura, la trilla se verifica en las explotaciones pequeñas mediante el pisoteo de caballerías unidas en reata que se dirigen desde el centro de la parva, prolongando el pisoteo de la misma durante el tiempo necesario. El procedimiento perfecto, pero muy lento, y solo se puede aplicar cuando se dispone de gran número de animales.

Puede ser de dos clases: de resbale y de rotación. Los primeros consisten en un tablero de madera encorvado anteriormente que lleva en una de sus caras trozos de pedernal o pequeñas sierrecillas. Para usarlo se pasa repetidas veces por la parva, arrastrándolo por medio de una o dos caballerías, guiadas por un obrero que se coloca sobre el trillo para aumentar con su peso la acción del aparato.

Trillos de rotación.- Los trillos de rotación pueden ser: de rulos y de discos. Los primeros consisten en un rulo (fig. 72) provisto de unos listones de madera paralelos a su eje, o de cuchillas o trozos de pedernal de bordes cortantes que le permiten cumplir su misión de aparato trillador. El eje del rulo se une a un bastidor de madera o de hierro del cual parte el tiro.

Los trillos de discos están formados por una serie de discos dentados que van desgranando las espigas y cortando las pajas al girar los cilindros que los llevan.

El modelo de la figura 73 se compone de un solo bastidor que lleva cuando cuatro cilindro paralelos provistos de una porción de discos dentados que giran con velocidades distintas mediante una combinación de engranajes. De la porción anterior parte el tiro, y en la superior se coloca una plataforma destinada el conductor.

Después de practicar la trilla por cualquiera de los procedimientos descritos, los granos quedan mezclados con la paja y con otra porción de materias (semillas extrañas, tierras y pierdas menudas). Para separarlas de un modo completo denominadas aventado y cribado.
Consiste en someter a la acción del viento los productos de la trilla para separar el grado de las sustancias mas ligeras que le acompañan. Pueden hacerse a mano o utilizando a efecto las máquinas llamadas aventadoras.
El aventado a mano se practica lanzando a cierta altura, por medio de horcas y bieldos, las mieses trilladas. El viento arrastra los productos mas ligeros que se reúnen a cierta distancia, cayendo sobre el montón que se a formando, el grano casi limpio. Es procedimiento perfecto, pero tiene el inconveniente de ser lento y no practicable de un modo continuo a causa de la intermitencia del viento.

Después de haber sido sometido las mieses trilladas a la operación del aventado acompañan al grano una porción de materias. Como pajas gruesas, tierra y chinas. Las primeras se separan pasando suavemente por el montón unos escobajos que la van abriendo, y la tierra y las chinas pequeñas sometiendo los granos a la acción de cribas o zarandas.

Empleando cribas con alvéolos de tamaños diferentes, no solo se consigue la completa limpieza del grano, sino que además se clasifica este según su volumen.

El aventado y el cribado se practican de una sola vez y de un modo rápido haciendo uso de los aparatos conocidos con el nombre de aventadoras.

Consisten (fig. 74) en una caja de forma variable. Provista de una tolva para la entrada de las mieses, de un ventilador para producir una corriente de aire y de varias cribas para la limpieza y clasificación del grano.

El ventilador es un cilindro giratorio armado de una porción de paletas que producen una fuerte corriente de aire al ponerse en movimiento por medio de un manubrio o de un pequeño motor de gasolina.
Las cribas son varias y adquieren movimiento de vaivén unas y otras de arriba a bajo, mediante una excéntrica y las bielas al efecto necesarias.

El grano aventado y cribado va a parar a un tablero que la aventadora tiene en la porción inferior, para caer el exterior, en el suelo o en cajones o en sacos colocados a la salida.

Para conseguir una limpieza perfecta y rápida de los granos y al mismo tiempo clasificarlos según su grosor, se utilizan las cribas clasificadoras, de las cuales existen numerosos modelos. Todas ellas consisten esencialmente en un cilindro de palastro hueco provisto de alveolos de forma y tamaños variables.

Puestos en movimiento el cilindro por medio de un manubrio que lleva el eje que le atraviesa, los granos procedentes de uno tolva situada la porción superior, lo recorren de uno a otro extremo saliendo clasificados según su grosor.

Las operaciones complementarias a la recolección de reales, esto es, la trilla, el aventado y el cribado, pueden ejecutarse de una sola vez con el empleo de las trilladoras aventadoras, entre las cuales figura la de Ruston, de uso bastante generalizado.

Trilladora Ruston.- Esta máquina (fig. 75) permite separar, limpiar y pulimentar el grano clasificándolo a voluntad en tres calidades distintas. La paja resultante de la trilla sale de la máquina cortada y machacada y en condiciones de poderse utilizar en la alimentación del ganado.

Al penetrar las mieses por la boca de alimentación A el desgranador B, que es un cilindro provisto de cuchillas en su superficie, desgranada las espigas y separa la paja gruesa del resto. Esta se eleva por la zaranda C, a través de la cual pasan los granos que la misma arrastra, y al descender en la forma que se ve en el grabado sufre la acción de un cortador primero y de un machacador después, saliendo por último al exterior. El grano y la paja fina, así como las impurezas que les acompañan, son sometidas a la acción de las cribas D y E

Y al llegar a la parte inferior caen sobre una chapa perforada que separa los granos anos (de escaso peso y volumen) que salen por Y. en esta parte sufren la acción del ventilador H, que comienza la limpia del grano.

Después sube por los cangilones J J a la parte superior y en ella unos ventiladores y varias cribas lo limpian por completo y clasifican en tres calidades distintas, saliendo por último al exterior en sacos convenientemente dispuestos.

Las diferentes piezas que componen el mecanismo de estos aparatos reciben el movimiento de una locomóvil, por medio de una correa sin fin que hace funcionar a una polea principal de la trilladora. Esta, por medio de bielas y de poleas secundarias, comunica el movimiento a las demás piezas de la máquina.

Apéndice a la recolección.

La recolección de cereales, así como las operaciones complementarias a la misma, se pueden ejecutar de una sola vez con el empleo de las maquinas llamadas espigadoras trilladoras o simplemente cosechadoras (fig. 76).

La cosechadora es una combinación de una espigadora y una trilladora y en ella las espigas, cortadas por la primera, son conducidas por una lona a la segunda. La paja resultante de la trilla queda sobre el terreno, y el grano, perfectamente limpio, se recoge en sacos que se cuelgan a las bocas de salida.

Para segar con estas máquinas los frutos han de estar próximos a la madurez morfológica, pues en otro caso, la trilla y las operaciones sucesivas a la misma se llevarían a cabo muy imperfectamente.



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