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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de junio de 2024 última revisión

METEOROLOGÍA AGRÍCOLA
CAPITULO I
LA ATMÓSFERA Y LA VEGETACIÓN.

La meteorología agrícola es la parte de la Agronomía que estudia la acción que sobre los cultivos ejercen la atmósfera, las fuerzas físicas y los fenómenos meteorológicos.
Aun cuando el agricultor no pueda modificar más que dentro de unos reducidos límites la acción que la atmósfera y los fenómenos meteorológicos ejercen sobre los cultivos, el estudio de esta parte de la ciencia agronómica es de gran utilidad para el agricultor, pues que de su conocimiento depende en gran parte el éxito del cultivo.

La acción que la atmósfera ejerce sobre el cultivo se deduce de las consideraciones siguientes: es uno de los medios en que vive y se desarrolla el vegetal y en el cual respira, tomando al mismo tiempo gran parte de los elementos que han de intervenir en la elaboración de sus compuestos orgánicos; a través de ella, la planta recibe la radiación solar, sin la cual la vida sería imposible; finalmente, en el aire tienen lugar fenómenos de diferente naturaleza e intensidad, cuyos efectos sobre las plantas estudiaremos mas adelante.

OXÍGENO.- El papel biológico del oxígeno es mas complejo de lo que a primera vista parece, pues no solo permite la respiración vegetal, sino que, además, contribuye de modo indirecto favorecido la vida de la planta.

Actuando el oxígeno sobre los componentes del suelo produce oxidaciones que favorecen la absorción vegetal. Es poderosos agente de la mineralización de las materias orgánicas de las tierras y permite a vida de los numerosas microorganismo que de un modo constante trabajan en beneficio de la planta.

NITROGENO.- El nitrógeno del aire modera la excesiva actividad del oxígeno e interviene en la nutrición vegetal, pero solo de un modo indirecto, pues las plantas no son capaces de absorberlo directamente. Fijado en el suelo por numerosos microorganismos que en el existen, o absorbidos por las bacterias que viven en simbiosis con las leguminosas, toma parte en la confección del producto agrícola, permitiendo a la planta la elaboración de compuestos orgánicos nitrogenados.

ANHÍDRICO CARBÓNICO.- La presencia del anhídrido carbónico en la atmósfera, es de una utilidad biológica extraordinaria, pues merced a el, la planta se provee del carbono necesario a la formación de sus compuestos orgánicos, como ya dijimos al hablar de la función clorofílica. Reaccionando sobre muchos componentes del suelo produce sus disgregación, dando por resultado la producción de compuestos más fácilmente utilizables en la nutrición vegetal.

VAPOR ACUOSO.- El vapor acuoso nunca falta en el aire, pero su proposición varía según el clima, época del año, hora del días y otras circunstancias.

El vapor acuoso del aire contribuye a la benignidad del clima, haciendo mas uniforme su temperatura. Equilibra la función absorbente y la exhalatoria y favorece el conveniente desarrollo de la planta. Condensándose sobre los órganos de los vegetales y sobre el suelo, les proporciona agua en cantidades no despreciables. Finalmente, origina diferentes hidrometeoros, de los cuales depende en gran parte el éxito de la industria agrícola.

Cuando la cantidad de vapor acuoso es excesiva, resulta perjudicial, pues en este caso no solo dificulta la transpiración dando por resultado una disminución en la función absorbente


Con todas sus consecuencias, sino que, además, predispone a los vegetales para la invasión por criptógamas parásitas.

Además de los componentes estudiados, tienen intereses biológicos y agrícolas los compuestos nitrogenados y los corpúsculos aéreos.

COMPUESTOS NITROGENADOS.- El nitrógeno aéreo no solo se encuentra al estado libre, sino que existe también combinado, formando compuestos de relativa utilidad para el vegeta. Los más importantes son el amoníaco y el ácido nítrico.

CORPÚSCULOS AÉREOS.- En el aire, por último, se encuentra siempre en suspensión corpúsculos de diferente naturaleza. Los inorgánicos, resultantes de la disgregación de las rocas, no producen, en general, acción sensible sobre las plantas. Los orgánicos, en cambio, constituidos por microorganismo o gérmenes de microorganismos, son unos productores de enfermedades y otros sumamente beneficiosos para la vida de los vegetales.

CAPÍTULO II
LAS FUERZAS FÍSICAS Y LA VIDA DE LAS PLANTAS.

La vida de las plantas supone consumo de energía y de materia que ha de tomar necesariamente del exterior. La materia que de continuo se consume en el proceso vital, se regenera con los materiales que la planta recibe del aire y del suelo. La energía consumida se produce a expensas de materia gastada y, para regenerar la materia consumida y hacer posibles esas transformaciones, el vegetal ha de recibir energía del exterior, siendo sin duda, la más interesante la almacenada en la radiación solar.

La radiación solar ejerce acción distinta, sobre el vegetal, según sea calorífica o luminosa.


En este concepto obra la radiación solar, produciendo la sensación conocida con el nombre de calor.
Varios hechos demuestran claramente la necesidad de la acción térmica o de la absorción de radiaciones caloríficas: las semillas, para pasar del estado de vida latente o contenida al estado de vida manifiesta, necesitan entre otras condiciones, un cierto grado de temperatura; las yemas de los tubérculos y bulbos precisan para desarrollarse absorber cierta cantidad de calor; las especies perennes que, durante el invierno, parecen agotadas en su manifestación vital rejuvenecen, por decirlo así, cuando la temperatura llega a cierto límite. Vemos, por tanto, que el color permite el funcionalismo orgánico, haciendo posible el paso de las fuerzas y energías latentes al estado manifiesto.

De los hechos citados se deduce que el vegetal ejerce sus funciones entre ciertos límites de temperatura: uno inferior o mínimo y otro superior o máximo. A partir del primero, la energía vital se hace perceptible, aumentando en intensidad proporcionalmente a la temperatura, hasta llegar a un punto algo próximo al máximo, en el que, por el contrario, va disminuyendo hasta anularse si excede de este último.

El grado que establece la diferencia funcional entre el mínimo y el máximo se llama óptimo, y se caracteriza por ser el de máxima actividad funcional. Del mínimo al óptimo la actividad va en aumento; en el óptimo, como acabamos de decir, adquiere su mayor intensidad, y entre el óptimo y el máximo, la actividad va disminuyendo.

Además de las temperaturas mínima y máxima, existen las llamadas críticas, que indican o marcan los distintos períodos vegetativos.

El conocimiento de estas temperaturas, así como el de la media de una localidad durante el tiempo que dura el período vegetativo de una planta, son datos de gran utilidad para el agricultor, pues de ellos depende que sea o no posible el cultivo de una especie determinada en la región que se considera.


Al actuar el calor sobre las plantas, estas realizan los fenómenos vitales que les permiten crecer y desarrollarse para mas tarde reproducirse. Ahora bien, la actividad vital se ejerce a expensas de cierta cantidad de materia consumida, materia que la planta regenera con los materiales que absorbe del exterior. Para que la mayor parte de esos materiales sean absorbidos y mas tarde transformados en compuestos orgánicos, no basta el calor, siendo de absoluta necesidad la acción de la forma de energía que produce el fenómeno de la visión.

Al actuar la luz sobre las plantas se transforma en energía mecánica y en energía química, de las cuales depende que el vegetal viva y se desarrolle en condiciones normales.

ACCIÓN MECÁNICA.- El primer efecto mecánico que produce la luz es el de obrar como fuerza retardatriz del crecimiento, pues impide en cierto modo el desarrollo de la planta. Este efecto retardatriz, lejos de ser perjudicial, es altamente beneficioso, pues las plantas que se desarrollan y crecen rápidamente no están orgánicamente bien constituidas y producen individuos débiles y enfermizos.

También ejerce acción mecánica la luz al actuar sobre los estomas de las hojas, permitiendo se apertura. Este trabajo mecánico es altamente beneficioso, por ser los estomas los órganos aéreos que permiten el cambio de gases con el exterior.

La luz contribuye también indirectamente a la absorción radicular, aumentando la exhalación acuosa que recibe el nombre particular de clorovaporización, pues, como sabemos, en condiciones favorables a mayor exhalación corresponde muy absorción.

Finalmente, la luz produce también trabajo mecánico orientando a los cloroleucitos de diferente manera, según la intensidad luminosa. Si la luz es escasa, los cloroleucitos la buscan orientándose en la dirección del rayo incidente y el vegetal vive en mejores condiciones. Si, por el contrario, la luz es demasiado intensa, los cloroleucitos se dirigen a las paredes laterales de las células y la planta se pone a cubierto de la acción excesiva de la luz.


ACCIÓN QUÍMICA.- Aun cuando la clorofila o pigmento verde de los vegetales existe en todas las plantas, excepción hecha de los hongos, para que se presencia se haga perceptible y pueda cumplir además su papel biológico, es condición precisa que las plantas reciban radiaciones luminosas. Con ellas los leucitos de las células se transforman en cloroleucitos y la función clorofílica comienza.

El anhídrido que penetra en la planta es descompuesto prontamente, en sus elementos constitutivos carbono y oxígeno, siendo expulsado al exterior este último, si la planta no precisa para alguna oxidación inmediata. El agua que circula por el vegetal también es descompuesta en él, produciéndose, como consecuencia, hidrógeno y oxígeno. Estos tres elementos: carbono, hidrógeno y oxígeno se combinan en las síntesis vegetales y originando los hidratos de carbono. De modo análogo se producen los compuestos nitrogenados, de los cuales entra a formar parte, además, el nitrógeno y, a veces, el fósforo y el azufre.

Para que los trabajos de análisis y síntesis se ejerzan y la planta queda elaborar compuestos orgánicos, se precisa el concurso de la luz, cuyo agente produce la energía química necesaria para que estas transformaciones tengan lugar. De aquí que en la oscuridad la planta no pueda elaborar compuestos orgánicos y muera una vez agotada las reservas con que cuenta.

Nos prueban la importancia biológica de la luz los efectos que se observa cuando las plantas no reciben la necesaria para la realización de las síntesis orgánicas, y, en general, para el desempeño de sus funciones nutritivas.

Cuando las plantas viven muy juntas como sucede en los bosques, se observan verdaderas monstruosidades en sus formas, por el esfuerzo que hacen las ramas buscando esta fuerza física. Además, crecen mucho en longitud, y el desarrollo no es normal, originándose la enfermedad llamada ahilamiento.

Otro efecto producido por la escasez de luz es la falta de Color verde. Las partes herbáceas toman color amarillo o blanquecino, el vegetal se alimenta de sus reservas y muere de la enfermedad denominada clorosis o amarillez cuando aquellas se agotan.

Estos efectos de la luz se aprovechan frecuentemente por el agricultor sacando de ello partido. Cuando se trate de plantas que se desea crezca mucho en longitud, como sucede con los textiles, entre las herbáceas, o con el alcornoque y pino, entre las arbóreas, se hacen las siembras espesas y la planta se ahila. Si nos interesa que las hojas sean blancas y aguanosas, como sucede con la lechuga, se atan dichos órganos y las interiores toman el color y la consistencia deseada.
En algunos casos, como el cultivo de la escarola y apio, se entierran con fines análogos en la práctica llamada aporcado.

El calor y la luz ejercen, como acabamos de ver, efectos bien perceptibles sobre las plantas; pero no son las únicas fuerzas físicas capaces de influenciar al vegetal. La electricidad ejerce también acción bien manifiesta, siquiera su modo de obrar no este suficientemente conocido.


CAPÍTULO III.

LOS METEOROS Y LAS PLANTAS CULTIVADAS.

Los fenómenos físicos que se verifican en la región del aire se conocen con el nombre general de meteoros o con el fenómenos meteorológicos: unos son producidos por el calor, otros por la luz y otros por la electricidad, llamándose respectivamente caloríferos, luminosos y eléctricos.

Entre ellos estudiaremos las nubes, nieblas, lluvia, rocío, escarcha. Granizo y vientos; todos ellos, excepto el granizo, corresponden a los caloríficos, esto es, a los producidos por la acción del calor.

Los fenómenos meteorológicos originados por el vapor acuoso del aire se llaman meteoros acuosos.

El vapor acuoso que, como ya sabemos, existe constantemente en el aire, es imperceptible en condiciones normales, pero cuando por cualquiera circunstancia aumenta su proporción o disminuye la capacidad de saturación de aquel, se hace visible, produciendo diversos hidrometeoros.

Si el aire se encuentra próximo a la saturación se producen las nubes, o las nieblas, y si llega a sobresaturarse, el vapor acuoso se condensa, originando la lluvia. Si este fenómeno va acompañado de un descenso de temperatura se produce la nieve. Finalmente, cuando la sobresaturación es producida en las capas bajas se originan el rocío o la escarcha, según sea la temperatura.

Las nubes se consideran beneficiosas para el vegetal por ser los centinelas avanzados de la lluvia, y, además, un medio moderador de la temperatura. Durante las noches de invierno detienen la radiación terrestre conservando el calor absorbido por el suelo durante el día. En el verano obran a modo de toldo protector, impidiendo el excesivo calor del sol.

Explican algunos la acción beneficiosa de las nubes considerando que el calor necesario para producir la evaporación del agua de los mares, lagos, etc., que precede a la formación de las nubes se almacena en ella al estado potencial. Este calor al ser arrastradas las nubes por los vientos, se desprende en parte, hasta pasar, por último todo él al estado actual, al resolverse las nubes en lluvia.

Si las nubes son persistentes, su acción resulta sumamente perjudicial, por impedir el paso de la radiación solar tan necesaria, como sabemos, a la vida de los vegetales. Son también desfavorables en la época de la madurez por retrasar con su presencia este proceso biológico.

Son nubes formadas en las regiones bajas de la atmósfera. Sus efectos sobre los cultivos, aun cuando análogos, en parte, a los de las nubes, son más bien funestos, sobre todo si sobrevienen en la época de la fecundación o en la del desarrollo e los frutos. Por eso en las regiones en que son frecuentes las nieblas, el cultivo forrajero es mas a propósito que el de especies aprovechables por sus frutos.
Su persistencia, además, favorece el desarrollo de enfermedades fitoparasitarias.

Es, indudablemente, el meteoro de mayor importancia agronómica, por constituir el principal medio de que se vale la Naturaleza para proporcionar a los vegetales y al suelo el agua que tan necesaria es, no solo a la constitución de la planta, sino a la realización de numerosos fenómenos sin los cuales la vida sería imposible.

La lluvia es, en general, altamente beneficiosa a las plantas.
Les proporciona el oxígeno y el hidrógeno necesario a la elaboración de sus compuestos orgánicos, y favorece, además la absorción radicular. Limpia las plantas del polvillo depositado sobre sus órganos aéreos, facilitando el cambio de gases con el exterior. Modifica favorablemente la temperatura del medio ambiente en las distintas épocas del año. Arrastra y deposita en el suelo corpúsculos orgánicos e inutilizables. Por último, pone a las tierras en condiciones de ser trabajadas antes de la siembra, dándoles el grado de tempero o sazón conveniente.

En cambio las llamadas lluvias fuertes y torrenciales, son siempre funestas, pues arrastran materiales nutritivos del suelo y aun parte de la capa vegetal, con lo cual dejan al descubierto las raíces de las plantas. Su violenta caída ocasiona frecuentemente el desprendimiento de brotes, flores y frutos y aun el encamado de las cosechas.

Son también perjudiciales si son persistentes, y, sobre todo, si sobreviven en ciertas épocas del desarrollo vegetativo; a este efecto responde el adagio: << agua por San Juan, quita vino y aceite y no dan pan.>>

Cuando este fenómeno se verifica durante el invierno y se trata de platas que soportan temperaturas de 0º, es sumamente beneficioso.

Obra al depositarse sobre el suelo, a manera de manta protectora, poniendo a las raíces a cubierto de temperaturas más bajas; arrastra grandes proporciones de nitrógeno amoniacal y nítrico del aire, y produce, al fundirse lentamente, grandes reservas de agua en las capas bajas del suelo.

A los buenos efectos del meteoro que estudiamos, responden los adagios: << año de nieve, año de bienes>> y << vale tanto una nevada como una buena estercolada>>.

Si las nevadas son frecuentes, resultan perjudiciales por retardar la vegetación, y si se producen cuando las plantas están bien desarrolladas, su acción es muy funesta.

Este meteoro proporciona a los vegetales y al suelo agua en cantidad suficiente, a veces, para suplir la falta de lluvia. En algunas regiones en que las lluvias son escasas, el rocío es el meteoro encargado de suministrar el agua necesaria a la vegetación. La acción benéfica del rocío aumenta por las cantidades de amoníaco que lleva en disolución.

Son perjudiciales los rocíos frecuentes por predisponer a las plantas para el ataque de criptógamas parásitas; y son abundantes, ocasionan grandes perjuicios, sobre todo a los cultivos de terrenos húmedos, por oponerse a la desecación de estos y a que el vegetal ejerza normalmente su función exhalatoria. Su acción perjudicial aumenta cuando sobreviven en la época de la fecundación y fructificación.

Siendo la escarcha meteoro análogo al rocío, sus efectos serán parecidos, diferenciándose únicamente en que la menor temperatura que la produce, puede ser causa de trastornos graves si se trata de plantas delicadas. Si no son frecuentes y tiene lugar el fenómeno durante el invierno, su acción es benéfica en general.

Los trastornos que a veces se observan sobre los cultivos, provienen, más que del fenómeno, de la causa productora y, sobre todo, de un deshielo brusco, pues en este caso se produce un rápido enfriamiento que puede comprometer la vida del vegetal.

Este meteoro, debido, según parece, a la electricidad atmosférica, es siempre funesto, pues la violencia y fuerza con que cae sobre el suelo y las plantas, ocasiona heridas de importancia en éstas, y además, la caída de brotes, flores y frutos. El llamado pedrisco puede tumbar hasta árboles jóvenes, originando frecuentemente la pérdida de la cosecha.
Para oponerse a cubierto de la acción funesta del granizo, se han propuesto diferentes medios que, por desgracia, no han dado resultados satisfactorios.

La acción de los vientos varía principalmente con su intensidad, con su temperatura y con su humedad.
Los vientos suaves influyen favorablemente sobre los cultivos, pues facilitan el arraigamiento de la planta en el suelo, renuevan las capas de aire, repartiendo uniformemente el oxígeno y demás componentes del mismo y facilitan la fecundación vegetal, transportando el polen de unas flores otras.
Si son fuertes, su acción es perjudicial, pues arrastran parte de la capa vegetal, sobre todo si se trata de suelos sueltos, y caen brotes, ramas, hojas, etc., y a veces árboles de gran corpulencia.

Los vientos muy fríos y los muy cálidos contrarían el desarrollo de la planta. Los primeros porque retrasan la vegetación y los segundos por producir una exhalación exagerada.

En cuanto a su grado de humedad, los vientos secos ocasionan grandes perjuicios, pues producen una evaporización rápida en los suelos y una exagerada transpiración en las plantas. Si además de secos son cálidos, como sucede con el llamado solano, agostan las cosechas, motivando frecuentemente grandes pérdidas al agricultor.

Por el contrario, los húmedos son favorables siempre que la humedad no sea exagerada, pues hacen el clima más bonancible y evitan un desequilibrio entre la absorción y la exhalación. Si lo son en exceso, la exhalación disminuye considerablemente y la absorción se verifica con menor intensidad en términos generales, son beneficiosos los vientos templados y húmedos, y perjudiciales los cálidos y secos.
Por último, cuando los vientos soplan frecuentemente del mismo punto, producen encorvaduras en los tallos, dificultando la circulación de la savia.


CAPÍTULO IV

CLIMAS

Humboldt define el clima diciendo que es el conjunto de variaciones atmosféricas capaces de impresionar nuestro organismo de un modo sensible.
Más propiamente podemos definir el clima diciendo que es la media de las circunstancias cósmicas que actúan sobre un punto de la superficie de la tierra.

Por estar situada la península ibérica en la zona cálido- templada, debería corresponder a España una clima de esta naturaleza; pero la influencia de los mares que la rodean en su casi totalidad, la gran altitud de la meseta central y las diferentes altitudes de las cordilleras que la atraviesan modifican sus condiciones climatéricas, siendo causa de que en nuestra nación no exista un clima único y bien caracterizado.

La diversidad de climas de España ha dado motivo para que se la dividida en las cinco regiones siguientes:

1.ª región cantábrica; 2.ª región Bética; 3.ª región penibética; 4.ª región tarraconense, y 5.ª región continental o del centro.

REGIÓN CANTÁBRICA.- Comprende Galicia, Asturias, Santander, Vascongadas y parte de Navarra. Su clima es cálido- templado y húmedo, de temperatura uniforme.
La principal producción es la pecuaria, por ser zona muy a propósito para el desarrollo de plantas forrajeras. En ella se cultivan el maíz y el manzano, constituyendo este último una importante fuente de riqueza en muchos puntos, por la gran cantidad de sidra que en ellos se obtiene.

REGIÓN BÉTICA.- Comprende la región Bética, la Extremadura española y portuguesa y la parte de Andalucía correspondiente al Atlántico. Su clima es más cálido y seco que el de la región anterior y su temperatura más variable.
En ella se cultivan la mayor parte de las especies que se producen en la península, correspondiente la mayor producción a los cereales, vid y olivo.

REGIÓN PENIBÉTICA.- Se extiende esta región por la parte de Andalucía correspondiente al Mediterráneo y por Valencia y Murcia. Su temperatura es más elevada que la de las regiones anteriores, siendo frecuentes las tempestades y las sequías pertinaces.

Es la región más fértil de todas, y constituyen sus principales producciones: el naranjo, el olivo, la vid, el arroz y el trigo.

REGÍON TARRACONENSE.- Está constituida por las provincias catalanas su clima húmedo, en general, es frío al interior y mas suave en las costas. No es zona de gran desarrollo agrícola, pero en algunas comarcas próximas al Mediterráneo se producen buenos frutos y vinos de mucha estimación. También se cultivan cereales y se obtienen buenos pastos.

REGIÓN CONTINENTAL O DEL CENTRO.- La constituyen principalmente, Aragón y ambas Castillas, y en general, las zonas no comprendidas en las regiones anteriores. Es región de temperaturas extremas y bruscas y de escasa humedad atmosférica.
Sus principales cultivos son los cereales, las legumbres y a vid.

Las regiones agrícolas se definen diciendo que son las zonas en las cuales puede obtenerse con ventaja especies vegetales de análogas exigencias. La región agrícola toma el nombre de la planta más exigente que en ella vive, y si son varias las de mayores exigencias, se escoge de entre ellas la de más utilidad: todas las restantes se consideran como cultivos accesorios.

Las regiones admitidas en España son las siguientes:
1.ª región de la caña de azúcar; 2.ª región del naranjo; 3.ª región del olivo; 4.ª región de a vid, 5.ª región de los cereales; 6.ª región de los prados y 7.ª región de los bosques.

II

El agricultor, unas veces para cultivar plantas propias de otra región y otras veces para obtener frutos prematuramente, pone en juego ciertos medios que se proponen modificar las condiciones climatéricas de la localidad, o mejor dicho, los efectos que los fenómenos meteorológicos producen sobre los cultivos de la explotación.

Para acentuar el excesivo calor se hace uso de materias que cubran el suelo y las plantas o del riego en forma de fina lluvia. Mediante este último procedimiento, que es el más eficaz, el agua, al evaporarse, absorbe calor del suelo, produciendo como consecuencia una disminución de temperatura.

Para conseguir efecto contrario al que hemos tratado anteriormente, puede hacerse uso de los procedimientos siguientes, que son los más prácticos: cubrir el suelo con materias oscuras que absorban mucho calor durante el día. Empelar espalderas o muros expuestos al Mediodía que resguarden a las plantas de los vientos fríos. Por último, utilizar campanas de vidrio (fig. 2) o cofres (fig. 3) que detienen la irradiación terrestre.

Estos procedimientos, así como el empleo de invernáculos sencillos o frescos, no aumentan la temperatura en relación con la del medio ambiente, limitándose su acción a conservar el color absorbido por el suelo durante el día.

El aumento de temperatura solo se consigue con el empleo de las camas calientes o de las estufas.
Consisten las camas calientes en zanjas abiertas en el terreno y en cuyo fondo se deposita estiércol enterizo; se cubre este con a tierra extraída y se siembran las plantas sometidas a este modo de cultivo.
Al fermentar el estiércol desprende calor, elevando, por tanto, la temperatura del suelo.

Para completar la acción de las camas calientes se recubren las plantas durante la noche con campanas de cristal, con cofres, o simplemente con cobertizo rústico. Como fácilmente se deduce, la acción de las camas caliente es poco duradera; de aquí que solo se empleen con éxito en los llamados criaderos o semilleros.

Los invernáculos (fig. 4) son construcciones de hierro y cristaleras cuyas puertas y ventanas se abren durante el día. Por la noche se cubren con persianas, cañizo o esteras, que impidan el enfriamiento.

Si la temperatura de los invernáculos se eleva por medios artificiales (braseros o vapor de agua caliente que circule por tubería convenientemente preparada), estos locales reciben el nombre de invernáculos calientes o estufas.

Para ponerse a cubierto del viento que se considere perjudicial en una localidad, se forman cercas de piedra, y mejor aún cortinas de árboles que impidan su llegada a los sitios en que se cultivan las plantas mas delicadas.

Para prevenirse contra las heladas se hace uso de las nubes artificiales, teniendo en cuanto lo que dijimos al hablar de este hidrometeoro. Para producirlas se queman durante la noche sustancias orgánicas que estén en conveniente grado de humedad.

El procedimiento de formar nubes artificiales, empleado en algunas comarcas desde muy antiguo, es de poco valor práctico.



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AGROLOGÍA.

SEGUNDA PARTE: FITOTECNIA

FITOTECNIA ESPECIAL.



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