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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de junio de 2024 última revisión
AGRONOMÍA.
CAPÍTULO I
La Agronomía, de ager, el campo y nomos ley, es la parte de la Agricultura que estudia las leyes que rigen la explotación de la tierra mediante la industria agrícola.
Como en la explotación de la tierra, a industria agrícola, utilizando el trabajo sintético de la planta, transforme los materiales inorgánicos del aire y del suelo (medios en los que el vegetal vive y se desarrolla) en compuestos orgánicos útiles al hombre, el estudio de la Agronomía comprenderá tres partes, a saber:
1.ª BOTÁNICA AGRÍCOLA, que trata del vegetal como factor determinante de la producción.
2.ª METEOROLOGÍA AGRICOLA, que se ocupa de la atmósfera en sus relaciones con el vegetal cultivado; y
3ª AGROLOGIA, o estudio del suelo y de los medios de que dispone el agricultor, para mejorarlo cuando su cultivo no es suficientemente provechoso.
La Botánico agrícola, según hemos dicho, tiene por objeto el estudio de la planta como factor determinadamente de la producción.
Como esta producción es el resultado del trabajo biológico de la planta y este trabajo se manifiesta, constituyendo los actos fisiológicos llamados funciones, de ellas hemos de ocuparnos en esta parte de la Agronomía (1).
Llámanse funciones de nutrición los actos fisiológicos que tienen por objeto la conservación del individuo vegetal. El conocimiento de estas funciones es de gran utilidad para el agricultor, porque la de reproducción, que son las que la mayor parte de las veces origina el producto agrícola, pueden considerarse como derivadas de las mismas. Dentro de las funciones de nutrición se incluyen una serie de actos, de cuyo conjunto depende la posibilidad de la conservación del individuo. Estos son: la absorción, la circulación, la respiración, la función clorofílica, la transpiración y la clorovaporización; y, como complementarios de los anteriores, la síntesis orgánicas, la asimilación, la acumulación de reservas y las secreciones.
El paso de los materiales nutritivos del exterior al interior de la planta constituye la absorción vegetal. Como la cantidad de producto agrícola elaborado por la planta depende de la cantidad de materiales nutritivos absorbidos, el agricultor debe favorecer esta función con todos los medios disponibles (labores, riegos y abonos), para obtener abundantes cosechas.
Hacen posible la absorción la imbibición, la difusión, la ósmosis y la diálisis, que, reguladas por el consumo y nutrición de los tejidos, determinan con arreglo a las necesidades biológicas la cantidad de materiales que han de penetrar mediante la absorción.
El órgano encargado especialmente de verificar la absorción es la raíz, debiendo advertirse que de ella solamente realiza este acto, al menos con gran intensidad, la región de los pelos absorbentes, cuyos órganos rodean a las partículas terrosas, penetrando en ellas, si son suficientemente permeables; en caso contrario, los pelos radicales la rodean exteriormente, deformándose al esfuerzo que hacen para atravesarla.
(1) prescindimos del estudio de los órganos de nutrición de las plantas Fanerógamas (raíz, tallo y hoja), así como de los de reproducción (flor y fruto), por ser conocidos del curso de Nociones de Historia Natural.
Al ponerse en contacto los pelos absorbentes con las partículas terrosas, les substraen el agua que esta contiene, siempre que su poder absorbente sea lo suficientemente enérgico para ejercer esta substracción. Del mismo modo las sustancias solubles disueltas en el agua y las que se encuentran adheridas a las partículas terrosas, son absorbidas por os pelos radicales, penetrando en su interior.
Creíase antes que, para que las sustancias sólidas penetren en el vegetal, debían ser solubles en el agua. Way, Thomson y otros eminentes investigadores han demostrado que existe en la tierra un poder absorbente, como le llamó el primero, por virtud del cual las materias solubles pierden esta propiedad, siendo retenidas fuertemente por el suelo.
En estas condiciones la absorción radicular quedaría limitada a la de las materias no retenidas por el suelo como la cal, sosa, ácido nítrico, etc.
Para absorber las materias insolubles, existe en las plantas la llamada digestión radicular, por virtud de la cual los pelos absorbentes segregan jugos ácidos que al actuar sobre las materias insolubles las ponen en condiciones de formar parte de los materiales absorbidos.
Terminaremos el estudio de este interesante acto de las funciones de nutrición diciendo que la absorción radicular no solo alcanza al agua y a las sustancias minerales solubles o insolubles que el suelo contenga, sino además a las materias orgánicas que afectan formas solubles y dializables, las cuales pasan igualmente por difusión a través de la fina membrana de los pelos absorbentes tomando parte directa en la alimentación del vegetal.
Las corrientes líquidas que tienen lugar en el interior de la planta constituyen la circulación vegetal.Al penetrar en la planta el agua y los materiales absorbidos por las raíces, se origina un líquido llamado savia, encargado de nutrir los diferentes tejidos que integran el organismo vegetal. Este líquido asciende desde la raíz a la parte mas elevadas de las hojas, para descender después de transformado y nutrir a las células de los tejidos.
La savia ascendente, llamada también no elaborada, es rica en agua y relativamente pobre en principios nutritivos; pero al llegar a las hojas pierde agua a causa de la exhalación acuosa y modifica su composición transformándose en savia descendente o elaborada, que es apta para intervenir en la nutrición del vegetal.
Si la absorción contribuye a la elaboración del producto agrícola permitiendo la entrada de materiales nutritivos en el vegetal, la circulación toma también parte muy activa en la misma, contribuyendo directamente a la formación de tejidos y a la acumulación de materiales de reserva.Creyóse durante mucho tiempo que la respiración vegetal era completamente distinta a la animal, considerándolas al comprarlas como caracteres distintivos entre ambos reinos. Actualmente esta demostrado, gracias a las experiencias de Ingenhousz y de Garren, que la respiración vegetal es en un todo idéntica a la que verifican los animales.
Dio origen a esa confusión la circunstancia de tener lugar simultáneamente en los vegetales dos funciones completamente distintas: una oxidante y otra reductora. La primera, llamada respiración vegetal, consiste en la absorción de oxigeno y eliminación de anhídrido carbónico y la verifican todos los órganos de la plata. La segunda, denominada función clorofílica, se ejerce con la absorción de anhídrido carbónico y eliminación de oxigeno, y solo tiene lugar en los vegetales provistos de clorofila.
La respiración hace posible la iniciación y entretenimiento de los actos vitales, y la función clorofílica provee a la planta del carbono necesario para la elaboración de los distintos compuestos orgánicos. La respiración se verifica en el vegetal constantemente; la Función clorofílica, en cambio, solo tiene lugar durante el día y en presencia de las radiaciones luminosas. De aquí, que durante la noche la planta deje de absorber anhídrido carbónico y solo tenga en ella lugar la respiración.
Esta interrupción clorofílica durante la noche produce en la planta pérdidas de carbono. Si ambas funciones se equilibrasen durante el día, el vegetal no podría vivir; si durante el día solo pudiese la planta reparar las pérdidas sufridas durante la noche, el peso de ella no aumentaría. No sucede ni una cosa ni otra; la planta expuesta durante una hora al sol recupera el carbono perdido durante la noche a causa de la respiración. A partir de este momento, como la función clorofílica sigue ejerciéndose con mucha mayor intensidad que la respiración, la planta acumula en sus tejidos grandes cantidades de carbono, después de formar con él en las síntesis vegetales diferentes compuestos orgánicos.
Tanto la respiración como la función clorofílica tienen gran importancia en el doble punto de vista fisiológico y agrícola. La primera (aun cuando produce pérdidas de materia) es de gran necesidad para determinar las oxidaciones de los materiales del protoplasma, indispensables al desarrollo de las fuerzas que han de consumirse en el proceso vital. La segunda provee a la planta del carbono, que representa nada menos que el 45 por 100 de la materia orgánica vegetal. Lo expuesto nos demuestra la conveniencia de favorecer en el cultivo el desempeño de ambos actos. Se favorece la respiración por medio de labores que mullen el suelo, permitiendo la circulación del aire y la respiración de los órganos enterrados. La función clorofílica se favorece con la adición de abonos nitrogenados, que originan gran desarrollo foliáceo.
La emisión de vapor acuoso por los órganos aéreos del vegetal recibe el nombre general de transpiración o exhalación acuosa. Si esta emisión tiene lugar en el seno de los cloroleucitos y en ella toma parte la energía luminosa, recibe el calificativo de clorovaporización. En el primer caso, la salida del vapor acuoso tiene lugar por la superficie de toda la planta€ en el segundo, la salida se verifica por los estomas.
Las pérdidas de agua que a causa de estas funciones sufre la planta, lejos de ser perjudiciales, como pudiera creerse, es sumamente favorable al cultivo, siempre que no pase de ciertos límites, pues en virtud de la ley de las correlaciones fisiológicas, la intensidad de la transpiración determinará o influirá en la intensidad de la absorción y de la circulación y, por consiguiente, en la nutrición de los tejidos.El agua no solo obra directamente por el oxigeno e hidrogeno que proporciona, sino que además contribuye indirectamente, sirviendo de vehiculo para el transporte de materiales nutritivos. A mayor cantidad de agua exhalada corresponde, naturalmente, mayor absorción. Se calcula que para elaborar la planta un kilogramo de materia seca, necesita que pasen por ella de 250 a 350 kg de agua.
La relación que existe entre la cantidad de materia elaborada y el paso del agua por la planta, nos indica que estas podrán soportar mejor la sequía en las tierras fértiles o bien abandonadas que en ellas donde, al penetrar el agua, arrastre menor proporción de principios nutritivos.
Hemos visto en los anteriores actos de las funciones de nutrición que el vegetal toma de los medios en que vive materiales nutritivos que, en general, afectan el estado inorgánico. Tales sustancias son incapaces de intervenir en la formación de los distintos tejidos de la planta, en tanto no sean transformadas en compuestos orgánicos. A ejercer esta transformación tienden las llamadas síntesis orgánicas.
Las hojas de los vegetales no solo son órganos a través de los cuales penetra el oxigeno en la respiración, el anhídrido carbónico en la función clorofilica, etc. Cada hoja puede ser considerada como un pequeño laboratorio en el que las células están verificando constantemente trabajos de análisis y de síntesis. Por los primeros los materiales que penetraron mediante los fenómenos de absorción, son descompuestos en elementos químicos que, combinados convenientemente, en los trabajos sintéticos del vegetal originan los compuestos orgánicos que el análisis descubre en las plantas.
Los elementos resultantes del trabajo analítico son: el Carbono, el hidrogeno, el oxígeno, el nitrógeno, etc., que bajo la forma de anhídrido carbónico, de agua, de nitratos, etc., penetraron en la planta. Estos elementos, merced a la clorofila, y a la luz solar, se transforman en las síntesis vegetales, en hidratos de carbono (almidón, glucosa, etc.) en materias azoadas, en cuerpos grasos, en materias albuminoides, etc.
Arrastrados los productos resultantes del trabajo sintético por la savia descendente o elaborada atraviesan, por ósmosis, las paredes de los tubos fibrosos que la conducen para regar las células próximas a intervenir en su nutrición, cuyo acto complementario de las funciones que estudiamos recibe el nombre de asimilación.
De este modo la planta repara las pérdidas sufridas en sus manifestaciones vitales, haciendo posible la nutrición con los materiales que se integran a sus tejidos. Al mismo tiempo, parte de esos materiales se desintegran oxidándose para originar la energía necesaria a la realización de sus actos vitales.
Si en estas integraciones y desintegraciones la primera se encuentra favorecida, como sucede normalmente, el vegetal reproduce sus elementos celulares y el crecimiento tiene lugar.
En condiciones favorables, el laboratorio vegetal no solo forma los compuestos orgánicos necesarios para reparar las pérdidas de materia y de energía consumida en el proceso vital. La savia conduce mayor cantidad de alimentos que la necesitan los tejidos, originándose, con tal motivo, un sobrante o exceso que se va acumulando en determinadas partes (raíz, frutos, tubérculos, etc.), constituyendo las llamadas reservas alimenticias.
En los órganos en que tales materias se almacenan, llamados por esta razón órganos de reserva, sufren aquellas, modificaciones en su constitución, a fin de no ser conducidas y arrastradas nuevamente por la savia. Cuando la planta las necesita, las diastasas, segregadas por el protoplasma de las células, las atacan poniéndolas en condiciones de intervenir nuevamente en la circulación vegetal.
Las reservas alimenticias (almidón, azúcares, sustancias grasas, aleurona, etc.) que el vegetal almacena para atender a necesidades ulteriores de su vida, son las que la mayor parte de las veces constituyen la cosecha en la explotación agrícola.
Hemos visto ya, que los materiales procedentes del exterior son modificados por el vegetal, originándose, como consecuencia de esta modificación, los compuestos orgánicos necesarios a reparar las pérdidas que de continuo sufre el ser vivo al mismo tiempo que para hacer posible su crecimiento y desarrollo. Estas transformaciones son el resultado de los fenómenos químicos que de continuo tienen lugar en la planta.
Los fenómenos químicos que constantemente se suceden en vegetal producen, además, como resultado de la intervención biológica, ciertos productos inútiles que se almacenan en algunos órganos o son expulsados al exterior. Tales son: resinas, esencias, gomas, alcaloides, latex y compuestos minerales.
Además de los compuestos inútiles que acabamos de citar, se producen otros en la intimidad de las células, que son de gran utilidad para el vegetal; los más importantes son los conocidos con el nombre de diastasas.
Las diastasas, llamadas también fenómenos solubles, y más modernamente, zimadas o encimas, son los productos más importantes de la actividad del protoplasma, de los cuales dependen numerosos fenómenos de interés biológico extraordinario. Químicamente pueden ser consideradas compuestos nitrogenados (tal vez como verdaderos albuminoides) difícilmente cristalizables y poco difusibles. Se descomponen por las radiaciones, violetas y ultravioletas, y resisten bien las bajas temperaturas, perdiendo, en cambio, su actividad química, que al menos queda paralizada, a temperaturas de 60º y 70º.
Fisiológicamente consideradas, son agentes de la digestión, de las reservas y ofrecen la particularidad de que con muy cortas cantidades producen grandes efectos; su acción, por tanto, es catalítica o de presencia.
Modernamente se atribuye a las diastasas la propiedad de ser reversibles, esto es, que no solo producen una cierta acción sino que, además, en determinadas condiciones ejercen acción contraria.
Todas las diastasas conocidas se pueden reunir en tres grupos:
En el primero se concluye las llamadas hidrolasas, que descomponen por hidratación las sustancias en otras más simples. Efecto de la reversibilidad, estas mismas pueden obrar por deshidratación, produciendo la acción contraria. Cuando así actúan se denominan anhidrolasas.
En el segundo grupo se incluyen las llamadas oxidadas, que obran por oxidación y las reductasas, que como indica su nombre actúan produciendo fenómenos de reducción.
Por último, se incluyen en el tercer grupo las que modifican las sustancias sobre que actúan sin sustraerles ni agregarles materia alguna. Se conocen con el nombre general de zimasas.
Los actos fisiológicos desempeñados por los órganos reproductores constituyen las funciones de reproducción.
En la explotación de la tierra la planta es, por decirlo así, la maquina encargada de proporcionar el producto industrial, utilizando como materia prima los elementos compuestos inorgánicos del aire y del suelo. La vida de la planta es limitada, y para la continuación de la industria es preciso la mayor parte de las veces reponer esa máquina utilizando gérmenes suministrados mediante la reproducción. Por otra parte, los productos elaborados por el vegetal se acumulan en los órganos reproductores, y esos órganos son recogidos por el hombre, constituyendo las cosechas; de aquí la importancia de las funciones de reproducción desde el punto de vista agrícola.
Las funciones reproductoras comprenden los actos siguientes: florescencia, fecundación, maduración de los frutos, diseminación y germinación.
Cuando los vegetales alcanzan el desarrollo conveniente y se ponen en condiciones de perpetuar la especie produciendo nuevos individuos, se inicia en ellos la función reproductora mediante la florescencia, que consiste en el desarrollo y apertura de la flor.
Entre las causas que determinan la florescencia, las que ejercen influencia mas marcada o manifiesta son: el tiempo de vida de las plantas, su vigor vegetativo y la temperatura. En cuanto a la primera circunstancia, las plantas anuales florecen tan pronto como termina su desarrollo; las bienales, en el segundo año, y las perennes, algún tiempo después.
Respecto al vigor vegetativo, obsérvase frecuentemente que, cuando las plantas tienen gran exhuberancia, hay en ellas cierta pereza para florecer, y que este acto se retarda. Esto nos explica la práctica de podar y sangrar algunos árboles para obligarles a dar fruto.
Por último, la influencia de la temperatura se pone de manifiesto sin mas que observar que las mismas especies florecentes en los climas templados que en los fríos, y que en la misma región se adelanta la época de la florescencia con las primaveras templadas y se retrasa con la primaveras frías. Como los primeros frutos que se presentan al mercado son lo que ordinariamente se pagan a mejor precio, el agricultor recurre a medios artificiales para anticipar la florescencia y conseguir una fructificación más precoz.
Este acto consiste en la unión de dos células sexuadas, una masculina y otra femenina para dar origen a la germinativa o embrionaria.
Para que esa unión tenga lugar, se precisan una porción de actos que hagan posible el acceso de la célula masculina.
Al lugar en que se encuentra la femenina, y que, en conjunto, constituyen el proceso de la fecundación.
Una vez formado y maduro el polen, tiene lugar en la antera una porción de fenómenos que dan por el resultado la maduración y salida de aquel.
Puesto el polen en libertad, si la flor es hermafrodita, los estambres, generalmente de mayor altura que los pistillos, lanzan aquel sobre el estigma, llevándose a cabo su polinización.
Si por último, se trata de plantas dioicas, el agua, el aire, los animales y, muy especialmente los insectos, transportando el polen a veces a distancias grandes, aseguran esta forma de polinización, que es la más frecuente, y que se explica teniendo en cuenta el verdadero derroche que de polen hace la Naturaleza.
Llegado el polen al estigma, es retenido en el por las vellosidades de que esta provisto, y entonces, excitado por su contacto, si es que los óvulos están maduros y en condiciones de ser fecundados, segrega líquidos que, absorbidos por el grano de polen, determinan en este cambios de importancia que dan por resultado su germinación, con la consiguiente formación del tubo polínico.
Aumentando en longitud el tubo polínico se pone en contacto con la pared del saco embrionario, cuya membrana se perfora mas tarde. Entonces el núcleo de la célula germinativa recorre el tubo polínico y al llegar al óvulo penetra en el saco embrionario, fusionándose con oosfera para originar la célula huevo.
Según hemos indicado, la fecundación puede tener lugar entre elementos o gérmenes que proceden de la misma o de distinta flor; en el primer caso la fecundación se llama directa o autofecundación; en el segundo se denomina cruzada.
La fecundación cruzada, como ya indicamos, es la más frecuente en la Naturaleza, pues aun tratándose de flores hermafroditas, la maduración de los estambres y pistillos suele no ser simultánea. Esta forma de fecundación produce individuos más robustos que la fecundación directa y es practicada frecuentemente por el agricultor, valiéndose de medios artificiales.
Los productos resultantes de la fecundación cruzada pueden ser mestizos o híbridos, según que procedan respectivamente de flores de la misma o de distinta especie. Unos y otros constituyen productos de gran estimación en los mercados, si bien los híbridos tienen el inconveniente de ser estériles o al menos, poco fecundos.
Hemos dicho, al tratar de la fecundación cruzada, que el hombre interviene en ella algunas veces, valiéndose de medios artificiales. Cuando la fecundación es dirigida por él, recibe el calificativo de fecundación artificial.
La fecundación artificial se emplea como causa de variación de las especies, pudiéndose obtener, por ella, mediante selecciones bien dirigidas, variedades mejoradas y, por tanto, de mayor estimación.
Para practicarla, se aíslan los pies que han de ser machos de los pies elegidos como hembras, y se hace uso del cultivo forzado, si es preciso, para que la maduración de sus órganos reproductores se verifique al mismo tiempo. Desarrollada la flor, se suprimen los estambres de los pies hembras, antes que las anteras pierdan el color blanquecino, y se cubre dicho órgano reproductor con un saquito de gasa fina que impida la llegada del polen procedente de otra flor.
Una vez maduro el pistillo, cosa que se reconoce o pone de manifiesto por la viscosidad del estigma, se practica la fecundación golpeando sobre este órgano un pincelito que se ha hecho pasar por las anteras de la flor que se han tomado como macho. Verificada la polinización, se vuelve a cubrir con la gasa y los frutos o semillas obtenidos se recogen y Guardan separadamente, para continuar las investigaciones hasta llegar al resultado que se persiga.
Una vez verificada la fecundación de la actividad vegetativa de la planta se concentra la flor y, mas particularmente, en el ovario, pues las diferentes partes de aquel órgano sufren modificaciones que varían con las distintas especies. En todas ellas, el ovario experimenta cambios notables y se convierte en fruto, al mismo tiempo que los óvulos se transforman en semillas maduras y perfectamente conformadas, en las que el embrión, procedente de la multiplicación de la célula huevo, posee bosquejados los órganos de la futura planta.
En unos frutos las paredes del ovario se secan durante la madurez, pero en otros, estas paredes se cargan de materiales, que a consecuencia de las reacciones químicas que tienen lugar durante este período, producen azúcares, esencias, ácido pectínico, etc., sustancias características del fruto maduro.
Este órgano cambio de color, pierde agua y disminuye de peso.
Durante la fecundación y maduración del fruto, la planta acumula en este órgano los materiales que mas tarde han de nutrir al embrión en el proceso germinativo. Ahora bien, para estos materiales puedan intervenir a su tiempo en la nutrición de aquel, es condición precisa la acción de diastasas que los solubilicen y pongan en condiciones de nutrir al embrión. Cuando en el fruto se producen las diastasas necesarias a la movilización de las reservas alimenticias de la semilla, se dice que ha llegado a la madurez interna o fisiológica, para distinguirla de la externa o morfológica, característica del fruto maduro.
Terminada la maduración, las semillas y, a veces, todo el fruto se separan de la planta productora para ser dispersadas por diferentes medios. Este acto, llamado diseminación, es muy importante y necesario en las especies espontáneas, pero en la industria agrícola no llega a verificarse. El agricultor recoge los frutos cuando llegan a la madurez interna o fisiológica, y antes que tenga lugar la diseminación, que originaria la pérdida de la cosecha. Su diseminación la lleva a cabo cuanto las necesidades del cultivo lo exigen, en la práctica llamada siembra, que no es otra cosa que una diseminación artificial.
Se da el nombre de germinación al acto por el cual, poniéndose de manifiesto de vitalidad del embrión, sufre este evoluciones que dan por resultado la formación de una nueva planta.
Para que tenga lugar la germinación son condiciones precisas: 1º que la semilla haya alcanzado la madurez fisiológica; 2º que conserve el poder germinativo adquirido durante la fecundación y maduración del fruto; y 3º que las circunstancias externas sean favorables.
La semilla está madura fisiológicamente cuando contiene las diastasas que ulteriormente han de producir la solubilización de las reservas. Esta madurez no coincide con la externa o morfológica en la generalidad de los casos, pues se adelanta o retarda, según las especies. En las leguminosas y gramíneas, se anticipa y el agricultor recoge los frutos cuando aún están verdes; lo contrario sucede en la mayor parte de los frutales, en los que, a pesar de estar maduro el fruto (en su aspecto exterior), la semilla no es apta para la germinación.
Conserva la semilla su poder germinativo si su embrión está vivo, y posee las reservas que han de consumirse durante este proceso.
Son, por último, condiciones precisas para que la germinación tenga lugar, cierto grado de temperatura (comprendido en general 10º y 20º); cierto grado de humedad; y presencia o acción del oxígeno del aire.
Es necesario el calor porque, actuando como excitante del embrión, hace posible el paso del estado latente al estado de vida manifiesta. Obra, además, dilatando los tegumentos de la semilla, facilitando su rotura y la penetración del agua.
El agua obra reblandeciendo las cubiertas del embrión a fin de facilitar su crecimiento. Contribuye, además, a la nutrición del mismo, no solo directamente, sino también de un
Modo indirecto, disolviendo los materiales nutritivos y sirviéndoles de vehículo.
Finalmente es indispensable el oxígeno del aire porque sin el no seria posible la respiración del embrión primero, ni a de la planta que él forme después. Su presencia al mismo tiempo es necesaria para que tenga lugar las oxidaciones que en este acto han de llevarse a cabo.
Puestas las semillas en presencia de las condiciones que acabamos de apuntar, su embrión entre en actividad y, utilizando las reservas alimenticias que pasan al estado soluble merced a los fenómenos químicos producidos por la acción de las diastasas, aumenta el volumen, rompe los tegumentos que le envuelven y produce una nueva planta.
De ese modo los órganos del nuevo vegetal, que se encontraba bosquejados en el embrión, se hacen visibles (fig.1), aparece primero la raicilla, que en su crecimiento sigue la dirección de la vertical, formando la raíz primaria o principal; después la plúmula, creciendo en sentido opuesto a la raíz, origina el tallo, los cotiledones e hinchan y, separándose de las cubiertas de la semilla, originan las primeras hojas u hojas seminales, y sobre ellas, la gémula produce las hojas normales, terminando el proceso de la germinación.
En estas condiciones, provista la nueva planta de raíz, tallo y hojas, se encuentra capaz de vivir con los materiales que toma del exterior, para reproducirse mas tarde, haciendo posible la conservación de la especie y la producción en la industria agrícola.
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