Cinco argumentos para no recrecer el embalse de Yesa.

Juan José Marcén Letosa.
13 de noviembre de 1998


El autor desgrana varios argumentos en contra del recrecimiento del embalse de Yesa, obra que los políticos de turno quieren vender como imprescindible para abastecer de agua de calidad a la ciudad de Zaragoza.

1.- Por Epidemiología

Captar agua de calidad no garantiza la potabilidad.

A partir de la gran epidemia de Milwaukee, en 1993, se considera difícil garantizar la salubridad de los abastecimientos de agua por red de tuberías; un parásito recientemente descrito, Cryptosporidium, provocó casi medio millón de casos en esa ciudad y, desde entonces, otras ciudades de los Estados Unidos han sufrido las consecuencias sanitarias del exceso de confianza en las modernas tecnologías desarrollas en los abastecimientos urbanos de aguas. La cloración es eficaz para proteger a la población de las graves epidemias clásicas, pero es insuficiente para evitar retener parásitos frecuentes entre nosotros, como Giardia y Criptosporidium. Los procesos de decantación y filtración evitan en parte el paso de parásitos a la Red de Abastecimientos, pero no protegen contra las frecuentes averías con mezcla de aguas o tierra.

Por otro lado, las substancias químicas empleadas en la potabilización no son inocuas. Las últimas revisiones señalan indicios de toxicidad en los productos derivados del cloro, que contrastan con el abuso que de este desinfectante se hace, incluso con la promoción de las autoridades sanitarias; los argumentos recientes se limitan a preferir la cloración, como riesgo menor, no como ausencia de riesgo. Independientemente de la calidad inicial de las aguas, los actuales abastecimientos de aguas contaminan posteriormente con tóxicos químicos: aluminio (neurotóxico), empleado en la floculació or las aguas de red no suelen ser agudas ni llamativas, por lo que pasan desapercibidas. Son escasas las instituciones públicas dispuestas afrontar estos retos, cuya resolución pasa necesariamente por separar la cantidad de la calidad de las aguas. Distintos abastecimientos descentralizados permiten la mejor gestión. El valor, la responsabilidad ya no reside en garantizar que “no pasa nada” por beber habitualmente agua  de grifo, sino en establecer distintos abastecimientos para distintos usos.  La ciudadanía está cambiando los hábitos de consumo de aguas mientras los poderes públicos se limitan a repetir viejas consignas sanitarias, o a prometer avances tecnológicos inciertos.

 2.- Por Economía

Resulta que somos ricos.

Una veintena de miles de millones para transportar aguas del Pirineo, otra veintena para recrecer Yesa y, previsiblemente, otra para obras secundarias más los habituales incrementos que suelen aparecer en el desarrollo de las obras públicas. Enormes cantidades, que si las tuviéramos que poner de nuestro bolsillo (que de ahí saldrán en su mayoría) supondrían mas de 50.000 pesetas por habitante; que no tienen en cuenta los futuros gastos de mantenimiento; ni la vida estimada de las instalaciones, antes de que se rellene el pantano con sedimentos, como si fueran obras “para siempre”; sin contar con los trabajos que dejamos para nuestros descendientes, en forma de deudas y reparaciones...todo para aumentar el exceso de alimentos, reducir los precios agrícolas, llevar a Aragón a la cabeza de regiones arroceras...Todo para generar negocios millonarios vetados a las pequeñas economías...todo para gastarnos en comprar agua para beber, ya que los dineros públicos para innovaciones se han enterrado bajo la gigantesca pirámide alargada de Yesa.

3.- Por Estética

Cuestión de gustos.

Este país, ingrato con sus antepasados, reniega de la belleza del Canal Imperial; se avergüenza de las arboledas que embellecen el curso de la vieja Acequia, de los juncos y de las cañas; hace ascos a los pajarillos de la ribera del canal, a las ranas, a los moluscos e insectos; desprecia, porque desconoce, el papel depurador del lodo, del barro que fija los tóxicos, de las bacterias que depuran las aguas.

Muchos políticos y expertos de limitada visión, nos venden la fascinación por los lisos canales en el desierto, sin árboles que señalen el cauce artificial. El viajero se topa, de repente, con  la limpia vena de agua, hirviendo en el horno de hormigón, desnuda de vida. Todo estéril, aséptico como un quirófano; reduciendo la complejidad de la vida, seleccionando los gérmenes más resistentes, vagos para depurar, habituados a los insanos componentes de los cementos. Nadie dice, supongo que alguien lo sabrá algún día, qué efectos para la salud tienen las aguas que circulan por cientos de kilómetros de canales de hormigón. Sea el placer estética o salud, resulta desagradable ver cómo se arranca la verde y limosa piel del Canal Imperial, y se substituye por la uniforme y estéril cubierta. Varias tradiciones religiosas hacen surgir a los humanos del barro, la nueva teología nos hace de cemento. Apreciando el valor del hormigón para dar solidez interna a muchas construcciones, no es defendible su uso masivo. En algún lado debe de constar que a muchos no nos gusta esta tiranía estética.

Mucho tendrán de trabajar para que la nueva presa de Yesa se armonice en el amplio valle del río Aragón. Potentes máquinas arrancarán montañas para cruzarlas contra el río que nos da nombre. Como si no hubiera mares suficientes, ya se sueña con un mar que cubra buena parte de la Canal de Berdún. Barcos, esquí acuático, cercanos aeropuertos, autovías circundando el pantano; lucimiento de nuestros expertos ingenieros civiles, grande, todo grande...

Y mientras, esos pequeños pueblos se bañarán en la orilla. Los sumergidos campos y edificios puede que emerjan cada verano, o en las sequías, para que los lugareños recorran las lindes de sus campos, para que todos veamos lo feas que pueden ser las orillas secas de los pantanos.

4.- Por Ecología.

El río Aragón ya no hará al Ebro varón.

Habrá que corregir el viejo refrán ¿qué va a quedar del río que trenza las tierras de Navarra y Aragón?. Cuando se recrezca Yesa, 1000 hectómetros cúbicos, mil millones de litros se desviarán de su cauce. Una terrible sangría que dejará exhausto al río. El Ebro tendrá un nuevo motivo para guardar silencio al pasar por Zaragoza: esta insaciable ciudad le ha vuelto a robar el agua y el alma.

El agua vendrá por canales y tuberías, sin apenas vida acuática; una vez usada regresará, en parte, al Padre Ebro; pero que nadie nos engañe diciendo que devolveremos agua limpia...emplear costosas depuradoras disminuye, pero no anula, las contaminaciones vertidas. El agua viajará por áridas riberas artificiales, los ríos naturales menguarán hasta su caudal mínimo, no más crecidas que limpien sus riberas, más terreno para ocupar con nuestros negocios. Ningún Martín Pescador protestará, los seres que alegran nuestros ríos ni tienen voz...ni voto.
Mientras tanto, usaremos y abusaremos del agua de calidad...o con la calidad que quede en el agua después de cientos de kilómetros artificiales.  La ducha nos dejará más limpios todavía, nuestras lavadoras durarán más, nuestros excrementos se arrastrarán con más suavidad, nuestros coches brillarán mejor tras su lavado pirenaico, se lavarán nuestras calles con agua pura, podremos cultivar plantas mas exóticas en nuestros jardines...no necesitaremos que la lluvia nos lave la ciudad...ya no necesitaremos de la lluvia para nada.

Así será también en el campo, más contaminación con nitratos y tóxicos para la vida. Al final, el balance ecológico nos lleva hacia atrás: ya no contaminaremos el agua de mediana calidad, sino la de alta calidad...esto es progreso.

5.- Por Ética

Para el final, la moral.

Hasta aquí hemos sido...lo que hayamos sido. Gracias a muchas obras de ingeniería hidráulica se han solucionado problemas y nuestra vida es más confortable; debe de haber un límite para todo, y hemos llegado cerca de él.
En las actuales circunstancias, Zaragoza no necesita afanar agua de más lejos, o no necesita tanta agua de tan lejos.

Sería defendible traer agua para beber, a través de una pequeña tubería, o cisternas, o garrafas de distribución comunitaria...pero no es defendible pedir mucha agua para beber cuando el 99% de esa agua no se va a beber.
Estaría bien que los poderes públicos fomentaran cambios técnicos en los sistemas de fontanería, creación o mejora de aljibes, recogida de aguas de lluvia, reutilización de aguas (duchas y limpieza para cisternas wc..),así como medidas de ahorro cuantitativo...estos cambios precisan mucha mano de obra (hay parados), pero inversiones asequibles y diversificadas. Sin embargo, nuestras autoridades parecen preferir las grandes obras faraónicas, que dejen grandes beneficios en pocas empresas; no es una cuestión exclusivamente económica, también es una cuestión ética.

Nos quieren vender la moto de que nuestros problemas se resuelven sólo con dinero y tecnología; es posible que caigamos, de momento, en la trampa; tarde o temprano debemos despertar: unos despertamos cuando nos hablaron de recrecer Yesa para traer agua a Zaragoza, otros despertarán si se plantea (ya se hizo en Méjico) traer aire puro por gigantescos tubos... otros no despertarán porque creen tener derecho a que le lleven lo mejor hacia su casa.

Es inmoral, así nos lo contaron, quitar las pequeñas propiedades de los pobres para acrecentar las nuestras. No es ético que la gran ciudad, antaño generadora y diseminadora de cultura, se convierta en devoradora del territorio que capitaliza. No es cultura del agua quitar el agua de un sitio y llevarlo a otro.

A nuestros hermanos que mantienen la población en lugares remotos les debemos, cuanto menos, respeto.  La chulería del grande no es razón, y quien la sienta debería de esconder su vicio.

Zaragoza tendrá mayoría de población en Aragón, pero no debe de auparse más sobre Aragón. Ya está bien así. Si acaso, colaboremos en mejorar la vida y los servicios de las pequeñas poblaciones que nos vieron crecer a su costa. A lo mejor no será cuestión de justicia, pero será de Ética.  La hermana mayor de las poblaciones de Aragón debe de dar ejemplo...

Por desgracia, nuestro refranero no siempre refleja los valores que pretendemos: “Quien más chufle, capador”, “El pez grande se come al chico”, “A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”...Como hay gente para todo, si se prefiere que Zaragoza use los recursos hídricos del Pirineo, aun a costa de las poblaciones de montaña, que se diga claramente. Nuestro mote tradicional es, sin ánimo de ofender, “cheposos”, quizás nos siente mejor que los montañeses nos llamen “furtaguas”.


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