Odón de Buen. Oceanógrafo aragonés (1863- 1945). Odón de Buen.

Odón de Buen. Oceanógrafo aragonés (1863- 1945).

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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 30 de abril de 2024 última revisión

Nació en Zuera en noviembre de 1863.
Gracias a algunas becas pudo cursar sus estudios de bachillerato en el Instituto de Zaragoza y la licenciatura de Ciencias Naturales en las Universidades de Zaragoza y Madrid, donde se licenció en 1884 con Premio Extraordinario. En 1887 se doctoró en Ciencias Naturales también por la Universidad Central de Madrid.

El primer laboratorio español de biología marina se instaló en la fragata «Blanca» (1885), donde embarcó una comisión de naturalistas, en un viaje de circunnavegación para la instrucción de guardiamarinas.
Zarpó de Cartagena con 350 hombres a bordo con rumbo a Escandinavia y regresó haciendo escala en las costas argelinas. Al frente de la comisión iba D. Odón de Buen, quién empezó a poner en práctica las enseñanzas que había recibido durante su estancia en el Laboratorio Arago (Banyuls-sur-Mer), del Profesor Henri de Lacaze-Duthiers (1821-1901), catedrático de Zoología de la Sorbona y fundador de los laboratorios oceanográficos de Roscoff y Banyuls.
El viaje de la "Blanca" fue el origen de un libro que con el título de Kristiania a Tuggurt publicó Odón de Buen en 1887.
Este viaje fue crucial en la vida de Odón de Buen, que a la sazón contaba tan sólo 22 años, y fue el que marcó el destino de su futura inclinación científica, así como el desarrollo de la ciencia oceanográfica en España como recordó muchos años después, durante su discurso de su jubilación en octubre de 1934, con las siguientes palabras:
Conocí el mar; le contemplé soberbio, imponente, en tempestades violentas, moviendo nuestro fragatón de madera, con desprecio a su insignificancia, y arrancándole gemidos agudos [...]. Vi el mar apacible, dulce, enervante, surcándole la Blanca majestuosamente, al más ligero soplo de viento, o meciéndole en días de calma. Vi costas sonrientes, rías y fiores tranquilos, islas maravillosas, o acantilados sombríos, como fantasmas al través de la niebla, y sentí afanes insaciables por conocer los secretos ocultos bajo las olas, y las causas, poco aparentes, del origen y de la vida de los océanos; y leí mucho, y pensé mucho, y formé decisión firme de dedicarme a la Oceanografía, que entonces alboreaba.

En 1889 ganó la cátedra de Historia Natural de la Universidad de Barcelona, impartiendo las asignaturas de Geología, Mineralogía, Botánica y Zoología. Durante sus primeros años como catedrático organizó la enseñanza teórica y práctica y publicó tratados escolares de geología y botánica, así como algunos escritos de carácter socio-político sobre la mujer y la ciencia.
Sus excelentes libros de texto, fueron declarados de mérito por el Consejo de Instrucción Publica: los manuales de Geología (Barcelona, 1890), Zoología (Barcelona, 1890) y Botánica (Barcelona, 1891), alcanzarían después numerosas ediciones.
Fue un profesor absolutamente revolucionario en su concepción de la enseñanza de las ciencias naturales, especialmente en lo que se refiere a la formación práctica, ya que además de las habituales "prácticas" de laboratorio dio un enorme valor a las excursiones de observación y estudio en la propia naturaleza donde los alumnos podían observar los seres vivos en su medio y no solo los conservados en formol o disecados en museos.
Prueba de este modo de pensar es la respuesta que dio en 1923 a un periodista que le preguntó si eran necesarias las “prácticas” y las excursiones en la enseñanza universitaria. D. Odón respondió: "En Ciencias Naturales, fundamental, pues no concibo el estudio de la naturaleza entre cuatro paredes o falsificada en colecciones uniformadas en que el ejemplar es todo. En el campo las agrupaciones de los seres reflejan las grandes leyes naturales, como la agrupación de letras en palabras y las palabras en oraciones reflejan el pensamiento que las dicta. Estudiar la Historia Natural en los museos es como estudiar la literatura en los diccionarios".

En 1889 se casó con Rafaela Lozano Rey, hija de Fernando Lozano y Montes, con la que tuvo seis hijos: Demófilo (jurista civil), Rafael (oceanógrafo), Sadí (médico parasitólogo), Fernando (oceanógrafo), Eliseo (médico epidemiólogo) y Víctor (ingeniero industrial), todos ellos con posiciones políticas similares a las de su padre. Rafael y Fernando fueron colaboradores de su padre en el Instituto Español de Oceanografía.

En 1896, publicó los tres volúmenes de su "Historia Natural", espléndidamente editada, con sugestivas ilustraciones, grabados, láminas y mapas. Esta obra, inspirada en sus ideales naturalistas y en línea con los textos de Historia Natural que circulaban por aquel entonces en las universidades europeas, fue sin embargo desautorizada por la Iglesia.
Un fragmento del prólogo de esta obra nos refleja una importante faceta de su pensamiento, que sin duda tuvo que estar presente en su posterior labor en el ámbito de la oceanografía. Refiriéndose a la entonces candente polémica sobre el darvinismo, decía: «He publicado rápidamente esta edición popular, que hacía mucho tiempo que preparaba, respondiendo al vehemente apremio de la opinión pública, deseosa de conocer la obra anatematizado por la Iglesia, y a mis propósitos, que pongo siempre por encima de todo, de hacer llegar la ciencia positiva al corazón del pueblo».

Debido a su contenido darvinista, sus libros escolares fueron incluidos en el índice de Libros Prohibidos por la Iglesia Católica y él mismo fue apartado momentáneamente de su cátedra en 1895. Esta decisión política generó en Barcelona una serie de disturbios a las puertas de la Universidad que provocaron el cierre de la misma durante dos meses. Mientras tanto, D. Odón reanudó sus clases en el gran salón del Centro Federal hasta que el Gobierno, en el mes de diciembre, aconsejado por el Capitán General de Cataluña, Valeriano Weyler, le devolvió su plaza para evitar males mayores. Desde entonces continuó su labor docente en Barcelona con cierta normalidad, si bien, siempre cuestionado por la jerarquía católica catalana, hasta que se trasladó a la Universidad Central de Madrid.

Odón de Buen se inspiró en el Laboratorio Arago creado por Lacaze-Duthiers en Banyuls para planificar la creación en Palma de Mallorca de un laboratorio de biología marina y al fin, logró el permiso del Gobierno (Real Decreto de 1906) para la creación del Laboratorio Biológico-Marino de Baleares en Porto Pi, que se inauguró el 2 de mayo de 1908, y dependiente de la Universidad de Barcelona.

En 1908 Odón de Buen fundó la Estación Biológica-Marina de Málaga, dependiente de la existente en Porto Pi en Palma de Mallorca y ambas como Centros de la Universidad de Barcelona de la que era catedrático. La Estación Biológica Marina de Málaga tuvo como objetivo principal el estudio del mar de Alborán y del estrecho de Gibraltar, que por aquellas fechas comenzaron a ser áreas de reconocido interés científico.

En 1909 el poder eclesiástico le relacionó directamente con los hechos ocurridos en la Semana Trágica de Barcelona y fue objeto de persecución hasta ser finalmente excomulgado por el obispo de Barcelona en 1910 y obligado a abandonar esta ciudad, sufriendo el traslado forzoso a la Universidad Central de Madrid donde en 1911 tomó posesión de la cátedra de Historia Natural. En Madrid, a pesar de la experiencia sufrida en Barcelona, no abandonó sus ideas y, aún con el escaso tiempo que le dejaban la dirección y gestión de sus fundaciones científicas y su labor docente, participó activamente en la vida política española.

Odón de Buen intensificó su relación con el extranjero, publicó varios trabajos en los Archives de Zoologie Experimentale et Generale y consiguió que la Sociedad Zoológica de Francia celebrara una sesión en Palma de Mallorca y él mismo fue nombrado Presidente de Honor de dicha Sociedad y presidió en París en 1908 su Asamblea General. En el discurso de cierre de la Asamblea, Odón de Buen expuso unas ideas que son el germen del futuro Instituto Español de Oceanografía:
«Se opera ahora en España un intenso movimiento pedagógico de regeneración; hay gran número de personas que fían todo en la Ciencia y a ella dirigen sus miradas. Divulgar, propagar, popularizar el estudio de la Naturaleza es hacer una obra social de inmensa importancia; es, al mismo tiempo, preparar la atmósfera, disponer un medio favorable a los progresos científicos. No se trabaja en esta labor por la gloria propia, pero se trazan los surcos profundos donde puedan depositar confiados la semilla los sembradores del porvenir; así se crea para las generaciones que han de sucedernos. En España la vulgarización científica es absolutamente necesaria para asegurar el éxito a los pocos que trabajan por la ciencia pura. Para que nos ayude la opinión, es necesario que nos comprenda; y los españoles son generosos y reparten a todos los vientos sus beneficios cuando están convencidos de la utilidad de sus esfuerzos. No he de descansar un instante en el trabajo fecundo de crear en mi patria una atmósfera favorable a la cultura científica. Es bien fácil de comprender, dada nuestra tumultuosa historia contemporánea, que haya entre nosotros pocos investigadores científicos; falta el ambiente, nosotros lo formaremos. Y si desde el primer momento no podremos contribuir a la Ciencia con grandes descubrimientos, prepararemos legión de trabajadores desinteresados. ¿Quién sabe si el quijotismo por la Ciencia prepara la gran España del porvenir?. ¡Y qué ciencia hay más atractiva, más bella en sus manifestaciones que la Zoología!. Si el mar es el seno fecundo de la vida, tres mares rodean la península Ibérica, y los pueblos de nuestra península pueden hallar en el estudio biológico del mar la misma gloria que conquistaron en los tiempos pasados recorriendo los océanos desconocidos y rodeando el mundo de un ecuador de heroísmo».

En 1910 asistió en representación del Rey Alfonso XIII a la inauguración del Museo Oceanográfico de Mónaco fundado por su buen amigo el Príncipe Alberto I de Mónaco y en cuyo yate Giralda realizó varias campañas oceanográficas. Además, esa amistad le sirvió para que el Príncipe de Mónaco interesase al Rey en las investigaciones y estudios oceanográficos.

En 1914 Odón de Buen consiguió fundar el Instituto Español de Oceanografía, desarrollado sobre las ideas de algunos inquietos naturalistas españoles de mediados del siglo XIX que sentían la necesidad de realizar estudios científicos de las aguas españolas, y con la función, según el Real Decreto de creación, de "estudiar las condiciones físicas, químicas y biológicas de los mares que bañan nuestro territorio, con sus aplicaciones a los problemas de la pesca". Con la creación del Instituto Español de Oceanografía, las dos estaciones mediterráneas y la de Santander, pasaron a denominarse Laboratorios Oceanográficos.

Odón de Buen estableció unas buenas relaciones con la marina de Guerra, por lo que pudo organizar campañas oceanográficas a bordo de barcos como el "Vasco Núñez de Balboa", "Hernán Cortés" y "Averroes". También y gracias a sus buenas relaciones con el Museo Oceanográfico de Mónaco pudo dar a conocer los trabajos de investigación marina de los primeros tiempos del IEO.

Durante unos años, Odón de Buen ocupó un lugar destacado en la oceanografía mundial, asistiendo a innumerables Congresos y presidiendo buen número de ellos. En 1919, participó en la constitución definitiva de la Comisión Internacional para la Exploración Científica del Mar Mediterráneo, en un acto que tuvo lugar en el Palacio del Senado Español en Madrid, presidido por el Rey de España, y acompañado por el Príncipe Alberto I de Mónaco. En su discurso, Odón de Buen dijo entre otras cosas:
«Y no solo buscamos en los estudios oceanográficos la resolución de los más transcendentales problemas de la Biología, porque aún es el Mar el foco poderoso de las energías vitales de nuestro planeta, sino que están ligados a nuestros estudios los más importantes problemas económicos ..... .... Sufre ahora la Humanidad enormes trastornos económicos. Se afanan los Gobiernos todos por el aumento de los recursos alimenticios temiendo grandes catástrofes si no aumentaran. El mar es una fuente inagotable de alimentación sana, barata, que incesantemente se renueva; pero hace falta reglamentar sabiamente su explotación y sin la base de los estudios oceanográficos no podrá adelantarse un paso, corriendo el grave riesgo de secar la fuente en vez de aumentar su caudal».

Estas ideas, avanzadísimas para su tiempo, son un anticipo de lo que es actualmente el desarrollo sostenible y la conservación marina.

En 1924 y gracias a sus desvelos pudo asistir como miembro de pleno derecho y presidiendo la Delegación española a la reunión del Consejo Internacional para la Exploración del Mar con sede en Copenhague. Desde 1924 presidió la Sección de Oceanografía de la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica.

Uno de los últimos proyectos de Odón de Buen fue el de organizar una explotación mejillonera en el delta del Ebro.

Durante la Guerra Civil fue encarcelado en Mallorca, y gracias a gestiones de embajadores y delegados de países pertenecientes al Consejo Internacional para la Exploración del Mar, entre otras, fue canjeado por una hermana y una hija del fallecido D. Miguel Primo de Rivera. Se estableció en Valencia y posteriormente se trasladó a Francia, a Banyuls-sur-Mer, donde inició la redacción de sus Memorias, que se han publicado hace poco tiempo. En 1942 se trasladó a México. Allí preparó un libro que se editó en 1943 en Buenos Aires, y que tituló "Síntesis de una vida política y científica" y en el que a través de sus discursos hace una encendida defensa y justificación de sus ideas y de su actividad vital. Murió en 1945 en México D.F. con 82 años.

Odón de Buen

Principales obras del Dr. Odón de Buen

Bibliografía

Mis Memorias (ZUERA, 1863-TOLOUSE, 1939).- INSTITUCION FERNANDO EL CATÓLICO. ZARAGOZA. 2003

 

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