Tomo 5. Página 12. Zoología. Peces. Museo Pintoresco Historia Natural. Los Tres Reinos de la Naturaleza. en Aragón.

Tomo 5. Página 12. Zoología. Peces. Museo Pintoresco Historia Natural. Los Tres Reinos de la Naturaleza.

Museo Pintoresco Historia Natural Tomo 5 Peces

Naturaleza de Aragón > Museo Pintoresco Historia Natural > Tomo 5 Peces

Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de octubre de 2023 última revisión

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muchos naturalistas á separarlos de los demás; pero en general han sido muy poco felices en descubrir sus verdaderos caracteres.

Artedi, por ejemplo, no solo los reúne con las balderayas y los lumpos, en el orden de los branquióstegos, sino que establece todo este orden sobre un falso supuesto, cual es el que estos peces carecen de radios en su membrana branquial, siendo asi que los tienen todos y que el mismo Artedi describe los del lumpo. Tal es por lo menos lo que se deduce de las siguientes frases del citado autor: « branchiis osseis,

ossibus destitutis,..... branchiostegi in branchiis

nulla ossicula gerunt..... membrana branchiostega

ossicula sex gracilia continet. »

Linneo, después de haber colocado, en su décima edición, entre los reptiles los condropterigios, á los cuales, por una combinación no menos inmotivada, agrega las balderayas; después de haber incluido en los branquióstegos de Artedi los mormiros y los singnatos, y de haberles dado á todos por caracteres la falta no solo de radios en las branquias, sino también de opérculos, lo cual es para muchos contrario á la mas sencilla observación, reúne en su duodécima edición los condropterigios y los branquióstegos en un solo orden de reptiles (amphibia nontes) establecido sobre el carácter completamente inexacto de poseer á la vez branquias y pulmones.

Gmelin restableció los dos órdenes de Artedi pero siempre atribuyendo á los branquióstegos esa falta de radios. Gouan los caracteriza tan solo por branquias incompletas; expresión vaga y muy contestable en casi todos los géneros. Pennant los reunió con los condropterigios bajo el nombre común de cartilaginosos, denominación adoptada por Lacépéde pero impropia, y mala tanto en un sentido positivo como en uno negativo. No puede decirse en manera alguna que el esqueleto de los balistes sea cartilaginoso; y en el número de los peces que Pennant y los autores siguientes dejan entre los óseos, hay varios, como el leptocéfalo, que apenas ofrecen indicios de esqueleto.

Hé aquí lo que acerca de este punto dice Cuvier en su Ictiología: «He debido dedicarme, pues, primeramente á separar de entre estos peces, en cierto modo anómalos, los que se alejan bastante del tipo de los peces ordinarios y que merecen ser segregados, descubriendo en seguida caracteres claros y susceptibles de una perfecta explicación. Este examen me ha convencido de que se habia obrado mal aislando de la gran masa de los peces ordinarios las balderayas, los lumpos, los centriscos, los mormiros y los macrorincos que en ningún punto esencial difieren de los peces ordinarios; pero he notado que los singnatos, cuya forma y economía son tan singulares, se podian distinguir por sus branquias en forma de penachos, ocultas debajo de un opérculo que solo deja una pequeña abertura hacia la nuca para la salida del agua; y que los diodon, los tetrodon, los cofres y los balistes, independientemente de lo incompleto que es su esqueleto y de la singularidad de su traza, tienen las mandíbulas y en general toda la armazón neuro-esquelética de la cabeza armada algo diferentemente que en el común de los peces; y que su mandíbula superior y sus huesos palatinos se hallan articulados entre sí y con el vómer por medio de suturas inmóviles. Hé ahí por qué pueden abrir y cerrar la boca con mucha menos libertad, dependiendo también probablemente de esta circunstancia el escaso movimiento que permite á su aparato branquial la piel que le cubre con la mayor exactitud, y que ha impedido á muchos naturalistas apercibirse de que devana opérculos y radios como en todos los peces.

Pero una vez separadas estas familias, quedan los nueve décimos de los peces, entre los cuales la primera distinción que se presenta es la de los de aletas

rus peces (las salamandras y hasta las ranas), sean entre todos los vertebrados los seres que tienen los huesecillos del oido reducidos al estado mas endeble y mas rudimentario?

Deduzcamos, pues, que si hay semejanzas entre los órganos de los peces y los de las demás clases, solo es en cuanto las hay también entre sus funciones; admitamos que si puede decirse que estos animales son moluscos ennoblecidos, moluscos que han ascendido un grado, ó que si se les considera como fetos de reptiles, de reptiles incipientes, no es mas á lo sumo que en un sentido abstracto y metafísico, y que aun asi mucho falta para que esta expresión abstracta dé ideas exactas acerca de su organización; y dejemos sentado sobre todo que no son ni anillos de esta cadena imaginaria de las formas sucesivas, de las cuales ninguna hubiera podido servir de germen á las demás, porque ninguna hubiera podido subsistir aisladamente, ni de esa otra cadena no menos imaginaria de las formas simultáneas y matizadas, que solo existe en realidad en la imaginación de algunos naturalistas, mas bien poetas que observadores, sino que pertenecen á esa cadena real de los seres coexistentes, de los seres necesarios los unos á los otros y al conjunto, y que, por su mutua acción, mantienen el orden y la armonía del universo; cadenas en la cual ningún eslabón ha podido existir sin todos los demás, y cuyas vueltas, sin cesar aproximadas ó separadas, abrazan al globo en sus contornos.

Cuando estudiemos detenidamente las diferencias de los órganos externos é internos propios para caracterizar los peces veremos que no son menos numerosas que marcadas; y con efecto pocas clases de animales habrá en que sea mas fácil reconocer géneros y familias naturales y repartir entre ellas las especies. Al menor examen se halla cualquiera en situación de percibir las relaciones que enlazan los arenques, por ejemplo, con las alosas, las anchoas, los megalopos, los elopos y los quirocentros; los que aunan las anguilas con las morenas, los simbranquios y las Cecilias. Nó menos sorprende la afinidad de las innumerables tribus de los ciprinos; de las de los siluros, de los salmones, de los escómberes y de sus análogos. Mas para coordenar estos géneros y estas familias con algún orden, hubiera sido preciso disponer de un corto número de caracteres importantes que diesen algunas grandes divisiones, las cuales, sin romper las conexiones naturales, fuesen bastante exactos para no dejar ninguna duda acerca del lugar que debe ocupar cada pez, y eso es por desgracia lo que hasta ahora no se ha llegado á conseguir de un modo suficientemente minucioso.

A la verdad, los numerosos caracteres peculiares de los condropterigios ó de los peces de esqueleto verdaderamente cartilaginoso, ó para hablar aun con mas exactitud, de periostio granuloso, resaltaban demasiado para que no los aprovechasen todos los espíritus metódicos. Todos los ictiolugistas han formado, pues, con estos peces un orden aparte; pero casi todos han cometido el desacierto de mezclar con ellos varios peces que solo se les parecen por alguna blandura en el esqueleto.

Sin embargo, estos últimos peces no deben colocarse indistintamente entre los demás. Verdad es que algunos, tales como la balderaya y los lumpos, los duales, salvo esta blandura, no difieren en nada de los peces ordinarios, de modo que no hay motivo fundado para segregarlos; pero se conocen también otros que ofrecen caracteres particulares en los tegumentos, en los dientes y sobre todo en la disposición del esqueleto de la cabeza. Los tetrodon, los diodon, los cofres y hasta los balistes se encuentran en este número. Los singnatos tienen también en sus branquias caracteres distintivos de grande importancia. El notable aspecto exterior de estos peces había decidido á

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