Zoología. Reptiles. Ofidios o Serpientes. Conocercos. Página 487. Tomo 4. Los Tres Reinos de la Naturaleza.

Buffon Los Tres Reinos de la Naturaleza

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Hemos mencionado ya la facultad que tienen estas serpientes de dilatar su cuello, por eso solo la ejercen cuando levantan casi verticalmente la porción anterior de su tronco para dirigir la cabeza á voluntad del animal hacia el punto donde la necesidad ó el temor le obliguen. Cuando el animal está tranquilo, el diámetro, del cuello no es mayor que el de la cabeza, pero bajo el influjo de las pasiones y siempre que se irrita, le distiende rápidamente. Luego que cesa el peligro se repliega esta especie de membrana, se do-Dla sobre si misma , y las costillas se disponen otra vez sucesiva y paralelamente entre si á lo largo de la columna vertebral.

La erección del tronco proviene de una facultad particular de que se halla dotada al parecer esta raza de olidios. Con efecto, cuando les amenaza algún peligro, y en particular cuando divisan al hombre, las serpientes de toca (asi se las llama) pueden levantarse sobre sí mismas, ó subir casi verticalmente la parte anterior de su tronco. Mantiénenle asi casi recto, como una vara inflexible, sirviendo la otra porción del cuerpo de punto de apoyo al espinazo, con la particularidad que esta base de sustentación , puede moverse y permitir una magestuosa progresión vertical. Nada tiene, pues , de extraño, que esta especie de arrogancia aparente y presuntuosa, unida á su elegante cuello y móvil cabeza como sostenida sobre anchos hombros, haya llamado en todas épocas la atención de los pueblos. Por otra parte, lian debido inspirar siempre un saludable temor, sabiéndose que están provistas de un veneno sutil y muy activo. Por eso mismo se vio harto á menudo á salvo su existencia, merced á un ciego y fanático respeto llevado hasta la veneración entre los hombres crédulos é incultos en cuyo país confinó la naturaleza tan vitandas especies.

Eslá hoy puesto fuera de duda que los antiguos egipcios, cediendo á ideas supersticiosas , adornaban esas serpientes á las cuales atribuían, según se dice, la conservación de los granos. Dejábanlas vivir y reproducirse en medio de los campos cultivados cual ccntiándolos á su tutelar -ustodia, por haber descubierto que aquellos reptiles los libraban de ratas .animales roedores y voraces, cuya multitud producía por otra parte inmensos estragos y hasta completas carestías. Por agradecimiento, pues, rendían una especie de culto í aquellas serpientes, cuyas imágenes colgaban en los templos, cuyos restos embalsamaban, y cuya efigie, tan fácil de reconocer y de reproducir tan groseramente, se veia grabada ó esculpida en las piedras de sus monumentos, en los cuales aun hoy con frecuencia se encuentran. Tal es la explicación que tienen las pinturas y los dibujos que tan á menudo se encuentran en los geroglifos y basta en los sarcófagos egipcios.

Aun en nuestros días, según los relatos de los viajeros, en.gasi todas las regiones del Asia , de la Per-sia y del Egipto, una curiosidad respetuosa y fanática arrastra al vulgo á reunirse y á formar compacto corro alrededor de ciertos charlatanes, que se anuncian dotados de un poder sobrenatural, de facultades trasmitidas por heredamiento ó poseedoros de ciertos procedimientos para domesticar á su antojo y hacer obedientes y dóciles á aquellas serpientes. Seguros de una remuneración, previamente estipulada, hacen salir de sus cajas ó cestos, y por su orden , un considerable número de esos ofidios, sobre los cuales parece que ejerzan aquellos hombres una especie de encantamiento, dando á su cuerpo y á sus miembros ciertas inflexiones, ó bien modulando su voz, ó bien por medio de silbatos ó pequeñas flautas que dan sonidos, monótonos, cuyo -compás siguen las naias subiendo ó balando su cuello. Otras, en el momento en que mas animadas parecen hallarse caen á cierto toque ó contacto, cu un estado de letargo ó de muerte

aparente; pero al oír ciertas órdenes se ponen tiesas *¡ iuflexibles como baquetas, ó hiena determinadas señales recobran su flexibilidad y se arrollan en un bastón , como una cuerda en su polea.

Kaempfer, Forskaél, Ohvier y Geoffroy Saint Hi-laire han dado sobre el particular pormenores muy interesantes, y entre otros cuentan que para llamar mas ¡a atención aquellos titiriteros ofrecen á la espec-tacion pública víboras, y ademas grandes erix á los cuales han implantado uñas de aves para que parezcan cerastes. Es un ingerto animal parecido al de los espolones de los gallos en el sitio de la cresta.

En cuanto á la domesticación ó á la educación de ias naias, se pretende que los epsílas empiezan por arrancarles ó romperles los dientes venenosos, para preservarse de peligrosas mordeduras. Dicese que ejerciendo luego en la nuca ó en la cola cierto grado de compresión pueden tn el primer caso hacer entrar al animal en una especie de sueño acompañado de un tétanos ó rigidez instantánea de los músculos del espinazo. Ese estado cesa en cuanto se comprime la cola de cierto modo especial. Tales son por lo menos algunos de los pormenores que de Egipto da Geoffroy padre, quien refiere con mucha gracia y sátira una feliz tentativa que hizo delante de un epsila muy espantado de su atrevimiento, para imitar sus maniobras.

Kaempfer dio en sus ((Amenidades Exóticas» noticias muy positivas acerca de los medios que emplean los titiriteros en las Indias orientales. Convencióse de que el temor de los golpes era principalmente la causa de que las naias contuviesen la iracundia é que constantemente se hallan tan propensas. La mayor parte principian por presentar al animal irritado un pedazo de tela blanda y elástica en la cual quedan clavados los dientes venenosos, que les arrancan en seguida tirando con violencia de la tela. Repiten de cuando en cuando esta operación , pudiendo luego irritarla ya impunemente. Para acostumbrarlas á ejecutar los movimientos á compás , cual si se los mandaran , las irritan con una varilla y cuando el ofidio vá á arrojarse con violencia para morder, le presentan la mano dentro de un puchero de barro contra el cual se estrella lastimándose el hocico. Estos gestos del epsila, que al fin llegan á causar miedo á la naia, son el medio principal que obliga á la serpiente á prestar una especie de obediencia.

Kaempfer vio naias que permanecían cerca de un cuarto de hora asi levantadas con la cabeza vuelta constantemente hacia el truhán y siguiendo los movimientos de su puño de derecha á izquierda y recíprocamente de arriba abajo. Cuando cesaba el canto se ponía á reptar el animal. Entonces hacia el titiritero la cuesta después de haber enseñado á la serpiente una raíz que vendía, asegurando que tenia la virtud de ahuyentar y sobre todo de neutralizar los efectos del veneno con solo aplicarla raspada sobre la mordedura. No es fácil Conocer dicha raiz , porque la venden sin corteza y reducida á pequeños fragmentos. Kaempfer dice que se parece á la de la zarzaparrilla, si bien es un poco mas gruesa; Gaertner participa de la misma opinión ; pero tal vez sea la llamada Ophior-hiza mungos de la familia de las rubiáceas. Como sea-, los botánicos no están acordes en punto á esa planta, de virtudes probablemente imaginarias, conocida en las Indias, y sobre todo en Amboina, con el nombre de «raiz de cobra.»

Para poner punto á estas consideraciones diremos que no siempre deben arrancar los trotaferias indios los dientes venenosos á las cobras de capello , porque en el diario de viaje de Mr. Natalio Rondot, individuo de la comisión de exploración comereial enviada á China por el gobierno francés encontramos consignado un hecho que tiende á probarlo. Después de haber visto los juegos de un titiritero que con la nariz pri-