Caballos. Mamíferos. Página 34. Los tres Reinos de la Naturaleza. Tomo 2. Zoología. Museo pintoresco de Historia Natural en Aragón.

Caballos. Mamíferos. Página 34. Los tres Reinos de la Naturaleza. Tomo 2. Zoología. Museo pintoresco de Historia Natural

Museo Pintoresco Historia Natural. Tomo 2. Mamíferos

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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de junio de 2024 última revisión

ó el torneo; pero que, tan dócil como esforzado, no se deja llevar de su aliento, sabe reprimir sus movimientos, y no solo obedece á la mano del que le guia, sino que parece consulta sus deseos: que obedeciendo siempre a las impresiones que recibe de la misma mano, se precipita, modera ó detiene, y no obra sino para dar gusto; criatura que renuncia su propio ser, abandonándose á la voluntad ajena, adelantándose á ella, y poniéndola en práctica con la prontitud y puntalidad de sus movimientos; que siente cuanto se desea ,y no practica sino lo que se quiere; y que entregándose sin reserva, nada rehusa, sirve con todas sus fuerzas, se fatiga y aun muere por obedecer mejor.

He aqui esplicada la índole del Caballo, en quien el arte ha perfeccionado las cualidades naturales; que desde su tierna edad ha sido cuidado, y después ejercitado y adiestrado para servicio del Hombre. La educación del Caballo empieza por la pérdida de su libertad, y acaba por la opresión. La esclavitud ó la domesticidad de estos animales es de tal suerte universal, y tan antigua, que rara vez los vemos en su estado natural, pues estando siempre cubiertos de arneses en sus trabajos, nunca se les quitan todas sus ataduras, ni aun en el tiempo del descanso; y si alguna vez se les deja vagar en los prados, llevan siempre consigo las señales de la servidumbre, y por lo ordinario los vestigios crueles del trabajo y del dolor; su boca se ve desfigurada con los pliegues que el bocado ha producido; sus hijares están ensangrentados de heridas ó surcados de cicatrices que ha hecho la espuela; sus cascos se ven penetrados de clavos, y el aire de su cuerpo se advierte viciado también por la impresión subsistente de las trabas habituales, de las cuales seria inútil eximirlos ó libertarlos, pues no por esto serian mas libres. Aquellos mismos, cuya esclavitud es mas suave, á quienes solo se mantiene y cuida para lujo y magnificencia, y cuyas cadenas doradas sirven menos para su adorno que para la vanidad de sús dueños, están todavía mas envilecidos por la elegancia de su melena, por las trenzas de sus crines y por el oro y seda de que van cubiertos, que por los hierros que llevan en sus pies.

La naturaleza es mas hermosa que el arte; y en un ser animado, la libertad de los movimientos constituye la natural belleza. Obsérvense los Caballos que pueblan las regiones de la América Española, y que viven en ellas como animales libres, y se verá que su marcha, su carrera y sus saltos no son medidos ni forzados; que, orgullosos con su independencia, evitan la presencia del Hombre, se desdeñan de sus cuidados, buscan y hallan por sí mismos el alimento que les conviene; vagan y retozan libremente en praderas inmensas, en que pacen las nuevas producciones de una primavera siempre nueva; y sin habitación fija sin mas abrigo que el de un cielo sereno, respiran aire mas puro que el de las caballerizas magníficas en que los encerramos, midiendo y reduciendo los espacios que deben ocupar. Por lo mismo estos Caballos silvestres son mucho mas fuertes, ágiles y nerviosos que la mayor parte de los Caballos domésticos, teniendo aquellos lo que da la naturaleza, que es la fuerza y la nobleza, y estos lo que puede adquirirse con el arte, esto es, la destreza y la gracia.

La índole de estos animales no es feroz, y solo se les nota que son orgullosos y bravos. Aunque superiores en fuerza á la mayor parte de los animales, nunca los acometen, y si se ven atacados, los desprecian, ahuyentan ó destruyen. También caminan en tropas, y se unen, pero no por temor, sino solamente por el placer de estar juntos, y por el mutuo amor que se cobran. Como la yerba y los vejetales bastan para su alimento, y además de tener abundantemente con que satisfacer su apetito, no apetecen la carne de los animales, no les hacen guerra; tampoco la tienen entre sí mismos: no se disputan el sustento y nunca tienen ocasión de arrebatarse bien alguno, manantiales ordinarios de querellas y combates entre los animales Carniceros; de este modo viven en paz, porque sus apetitos son simples y moderados, y porque tienen lo suficiente para no envidiarse nada.

Todo esto se puede observar en los Caballos jóvenes que se crian juntos, los cuales están dotados de índole suave y de cualidades sociales, y no manifiestan ordinariamente su fuerza y alientos sino dando indicios de emulación. Asi procuran adelantarse en la carrera, acostumbrarse y aun animarse al peligro desafiándose á pasar un rio y saltar un foso; y los que en estos ejercicios naturales dan el ejemplo, los que primero se presentan en la palestra son los mas generosos, los mejores, y generalmente los mas dóciles y obedientes cuando están domados.

Algunos autores antiguos hablan de los Caballos silvestres, señalando los parajes en que se encontraban. Herodoto dice que á las riberas del Hiparis, en Escitia, habia Caballos silvestres de pelo blanco, y que en la parte septentrional de la Tracia mas allá del Danubio, se hallaban otros, cuyo pelo tenia cinco dedos de largo por todo el cuerpo. Aristóteles cita la Siria, Plinio los paises del Norte, y Estrabon los Alpes y la España, como parajes en que se criaban Caballos silvestres. Lo mismo dicen, entre los modernos, Cardáno, de Escocia y de las Oreadas: Olao, de la Moscovia; Daper, de la isla de Chipre, donde, según refiere, habia Caballos silvestres, hermosos, vigorosos y veloces : Struis de la isla de May, en Cabo verde, donde se criaban Caballos silvestres muy pequeños. León Africano refiere también que habia Caballos silvestres en los desiertos de África y Arabia; y asegura haber visto él mismo en los desiertos de Numidia un potro de pelo blanco, cuya crin era encrespada. Marmol confirma este hecho diciendo que hay algunos de estos Caballos en los desiertos de Arabia y de Libia, que son pequeños y de pelo ceniciento, aunque otros le tienen blanco; que tienen las crines y las cerdas de la cola cortas y trenzadas; y que no les pueden dar alcance con Caballos ni Perros. También se lee en las Cartas Edificantes que en la China hay Caballos silvestres muy pequeños.

Como todas las partes de Europa se hallan en el dia pobladas y casi igualmente habitadas, no se encuentran ya en ellas Caballos silvestres, y los que se ven en América son Caballos domésticos, de origen europeo, que los españoles transportaron á aquellos paises, y se han multiplicado en los vastos desiertos de aquellas regiones incultas, pues el Nuevo Mundo carecía de esta especie de animales. El miedo y espanto que manifestaron los habitadores de Méjico y del Perú al ver los Caballos y los caballeros, hicieron ver á los españoles que estos animales eran absolutamente desconocidos en aquellos climas; y esto dio motivo á que transportasen gran número de Caballos, tanto para su servicio y utilidad particular, como para propagar la especie, á cuyo fin soltaron algunos en varias islas, y aun en el Continente, donde se han multiplicado como los demás animales silvestres. Mr. de la Salle vio al año 1685, en la América septentrional, cerca de la bahia de San Luis, algunos Caballos que pacian en los prados, y eran tan agrestes que no permitían se les acercase nadie. Oexmelin dice que á veces se encuentran en la isla de Santo Domingo manadas de mas de quinientas yeguas y Caballos, que andan juntos, y que, cuando ven un Hombre, se detienen todos, se acerca uno de ellos hasta cierta distancia, da algunos relinchos, huye, y todos los demás le siguen: añadiendo, que no sabe si estos Caballos han degenerado desde que viven en las selvas, pero que no le han parecido tan hermosos como los de España; no obstante ser de la misma raza, pues tienen la cabeza muy abultada, las piernas gruesas y nudosas, y las orejas y el cuello largo. «Los habitantes de aquel país, dice el mismo

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Caballos. Mamíferos. Página 34. Los tres Reinos de la Naturaleza. Tomo 2. Zoología. Museo pintoresco de Historia Natural Mamíferos, Publicado a mitad del siglo XIX. Zoología o Reino Animal. Mamíferos. Buffon Historia Natural los Tres Reinos de la Naturaleza

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