Paquidermos. Mamíferos. Zoología. Tomo 2. Página 11. Los tres Reinos de la Naturaleza. Museo pintoresco de Historia Natural en Aragón.

Paquidermos. Mamíferos. Zoología. Tomo 2. Página 11. Los tres Reinos de la Naturaleza. Museo pintoresco de Historia Natural

Museo Pintoresco Historia Natural. Tomo 2. Mamíferos

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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de junio de 2024 última revisión

para la cópula: la Elefanta no tiene, como las otras hembras, el orificio de la vulva en lo inferior del vientre y cerca del ano, sino situado á tres ó tres pies y medio de distancia, y colocado casi en medio del vientre; por otra parte el macho no tiene el miembro genital proporcionado á la magnitud de su cuerpo, como tampoco á aquel largo intervalo.

Los naturalistas y los viajeros convienen en afirmar que el Elefante no tiene el miembro genital mas grueso, ni mas largo que él caballo; así, no siéndole posible alcanzar á su término en la situación ordinaria de los cuadrúpedos, es forzoso que la hembra tome otra, y se tienda de espaldas. Este hecho le afirman positivamente Feynes y Tavernier; pero no valdrían mucho sus testimonios, si no se hallase conforme con la posición de las partes, que no permite á estos animales juntarse de otro modo. Necesitan, pues, para esta operación de mas tiempo y comodidades que los otros anímales, y quizá por esta razón no se toman sino cuando están en plena libertad, y cuando tienen eu efecto toda la facilidad que necesitan.

Así pues, el Elefante no mama, ni se toma, ni come, ni bebe como los otros animales. El sonido de su voz es también muy singular; si se cree á los antiguos se divide, para decirlo así, en dos modos muy diferentes y muy desiguales; el sonido pasa por la nariz, como también por la boca, y recibe varias inflexiones en esta larga trompeta: es ronco y seguido, como el de un instrumento de bronce, al mismo tiempo que la voz que pasa por la boca es interrumpida con pausas cortas y suspiros ásperos. Este hecho afirmado por Aristóteles, y después repetido por los naturalistas, y aun por los viajeros, es verosímilmente falso, ó á lo menos no es exacto. Mr. de Bussy asegura positivamente que el Elefante no arroja ningun gritó por la trompa: sin embargo, como cerrando exactamente la boca, el hombre mismo puede despedir algun sonido por la nariz, puede ser que el Elefante, cuya nariz es tan grande, arroje algún sonido por esta via, cuando su boca está cerrada. Como quiera que sea, el grito del Elefante se oye de mas de una legua y sin embargo, no es espantoso como el rugido del Tigre ó del León.

El Elefante es también singular en la conformación de los pies, y en la textura de la piel; no está cubierto de pelo, como los otros cuadrúpedos: su piel está desnuda, solamente le salen algunas cerdas en las grietas, y estas cerdas están esparcidas por el cuerpo, pero son bastante numerosas en las pestañas, detras de la cabeza, en los agujeros de las orejas, y en lo interior de los muslos y de las piernas. La epidermis, dura y callosa, tiene dos especies de arrugas, unas hondas y otrás en relieve parece sembrado de grietas, y se semeja mucho á la corteza de una encina antigua. En el hombre y en los animales está por todas partes asida á la piel; en el Elefante solamente está unida por algunos puntos, como dos telas acolchadas. Esta epidermis es naturalmente Seca y muy espuesta á engruesar: adquiere frecuentémente tres ó cuatro lineas de grueso, á causa de la desecación sucesiva de las diferentes capas, que se reproducen una sobre otras. Esta densidad de la epidermis es lo que prodúce la elefantiasis ó lepra seca, á la cual está espuesto el Hombre cuya piel es desnuda de pelo, como la del Elefante. Esta enfermedad es muy orijinaria en el Elefante, y para evitarla, los indios acostumbran frotarles frecuentemente con aceite, y conservarle la blandura de la piel con baños frecuentes; ésta es muy sensible en todas las partes en que no tiene callo, en las arrugas, y en los otros parages en que no está desecada ni endurecida : la picadura de las moscas es tan terrible para el Elefante, que emplea no solamente sus movimentos naturales, sino también los recursos de su inteligencia para librarse de ellas: se sirve de su cola, de la orejas y de la trompa para espantarlas: encoge su piel en todas las partes en que puede arrugarla, y las mata, en-

aliini'iilo y aun su bebida con la nariz: después la lleva, no á la entrada de la boca, sino hasta la garganta; y cuando su trompa está llena de agua, mete la extremidad hasta la raíz de la lengua probablemente para bajar la epiglotis, y para impedir que el licor que pasa con ímpetu, no entre en la laringe, pues impele esta agua con la misma fuerza de aliento que habia empleado para absorverla, y sale de la trompa con ruido, y entra en la garganta con precipitación, no sirviéndole la lengua, la boca, ni los labios, como á los otros animales, para sorber.

de aquí parece resulta una consecuencia singular, y es que el Elefante debe mamar con la nariz, y llevar después á la garganta la leche que ha chupado: sin embargo, los antiguos escribieron que mamaba con la boca y no con la trompa; pero es de creer que ni habían sido testigos del hecho, y que no le fundaron sino en la analogía, porque todos los animales no tienen otro modo de mamar. Pero si el Elefante joven hubiera una vez adquirido el uso, ó la costumbre de mamar con la boca, chupando la teta de su madre, ¿por qué la habia de perder para todo el resto de su vida? ¿Por qué no se sirve nunca de la boca para sorber el agua, cuando la tiene á proporcionada distancia? ¿Por qué habia de ejecutar una acción doble bastando una simple? ¿Por qué no se le vé tomar nada con la boca, sino lo que le ceban dentro cuando la tiene abierla, etc.? Parece, pues, muy verosímil que el Elefante pequeño no mama sino con la trompa. Esta conjetura está no solamente probada por los hechos, sino que se funda en una analogía mejor que la que decidió á los antiguos. Hemos dicho que en general los animales, al momento de nacer, no pueden ser advertidos de la presencia del alimento de que necesitan por ningún otro sentido, que por el del olfato. El oido es ciertamente muy inútil para este efecto: la vista lo es igualmente, y sin la mas leve duda, pues por la mayor parte, los animales no tienen los ojos abiertos cuando comienzan á mamar: el tacto no puede indicarles sino vaga é indistintamente todas las partes del cuerpo de la madre, ó por mejor decir, no les indica nada relativo al apetito: el olfato solo es el que les debe advertir; el cual es no solamente una especie de gusto que precede, sino también que acompaña y determina al otro. El Elefante, pues, es advertido, como todos los demás animales, por este gusto anticipado, de la presencia del alimento; y como el asiento del olfato se halla en él reunido con la potencia de la succión en la extremidad de su trompa, la aplica á la teta, chupa la leche, y después la lleva á la boca para satisfacer su apetito. Además, teniendo la hembra las dos tetas situadas, como la mujer, en el pecho, y siendo sus pezones muy pequeños, y nada proporcionados á la magnitud de la boca del hijuelo, cuyo cuello tampoco puede doblarse seria preciso que la madre se tendiese boca arriba ó de lado, para que él pudiese asir la teta con la boca, y todavía le costara mucho trabajo el chupar la leche, á causa de la desproporción en la boca, y de la pequenez del pezón : por el contrario, el limite de la trompa que el Elefante comprime todo cuanto quiere, es muy proporcionado al pezón; así es que puede fácilmente por su medio mamar de la madre, sea en pié, sea echada de lado. Así, pues, todo concurre á debilitar el testimonió dé los antiguos sobre este hecho, que afirmaron sin haberle comprobado porque ninguno de ellos, ni alguno de los modernos, dice haber visto mamar al Elefante; pudiéndose asegurar que si en lo sucesivo alguno llega á observarlo, se verá que no mama con la boca, sino con la nariz. Igualmente parece que los antiguos se engañaron ..... pie resulta de la grandeza de

r......n decirnos que los Elefantes se toman al minio

dé los otros animales, y que la hembra solamente baja sus ancas para recibir mas fácilmente al macho: la posición de las partes hace imposible esta situación

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