Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 21 de febrero de 2022 última revisión
aquellas señales de sensibilidad no podían producirse sin esperimentar los mas vivos dolores, mandó que no se prosiguiese la disección sin separar la cabeza del tronco.
Este Orangután debía haber viajado durante algún tiempo antes dé haber llegado ál paraje en que fue muerto, porque tenia lodo hásta las rodillas, y los habitantes de aquella parte de Sumatra no tenían ninguna idea de haber visto jamás un animal semejante. Los malayos, que habitan en aquellas costas, no penetran nunca en los vastos é impenetrables bosques que empiezan á dos leguas de Ramboon, é ignoraban completamente que semejante animal existiese allí. Le atribuyeron los gritos extraordinarios se habían oido hacia algunos dias, y que no teñían ninguna analogía con los de los animales carniceros que de cuando en cuando rondan por la noche sus cabañas.»
Por los detalles que acabamos de dar se ha creído que el Orangután descrito por Mr. Abel es un individuo completamente adulto de los dos jóvenes que los señores Federico Cuvier y el mismo Abel nos han dado anteriormente á conocer. Por la estatura, el poder muscular, por el conjunto de lo que sabemos de él, sospecharon otros que este gran mono fuese el Pongo de Wurmb, no envejecido aun por la edad.
Tiene los mismos caracteres del Orang, menos el tener algo mas largos los brazos y presentar ligeras callosidades en las nalgas. Así el macho como la hembra tienen los dedos índice y medio de los pies reunidos hasta la última falange.
El Siamang ó Samang es el nombre que los malayos dan á este Mono en befa y desprecio del pueblo que le lleva, porque los Siamangs que cita Mariden son los indígenas de la península de Malaca, cuyas costumbres y hábitos son muy poco conocidos. Lo que movió á sir Raffies á darle el nombre de Simia syndactyia, ó Mono de los dedos pegados, es la particularidad muy notable que presenta de tener los dedos índice y medio del pié pegados hasta el intermedio de ia segunda falange; disposición orgánica que se ha observado también después en las hembras de algunas otras especies.
Tomaremos lo que tenemos que decir del Siamang de las observaciones de Mr. Alfredo Duvancel, y de los trabajos de Mr. Federico Cuvier. «Este animal, dice el primero, es muy común en las selvas de Sumatra, y he podido muchas veces observarlo en libertad y en esclavitud. Se ven ordinariamente los Siamangs reunidos en tropas numerosas, guiados, se dice, por un jefe que los malayos creen invulnerable, sin duda porque es mas fuerte, mas ágil, y mas difícil de alcanzar que los otros. Así reunidos, saludan al sol cuando nace y cuando se pone, con gritos espantosos que se oyen á muchas millas, y que aturden cuando no infunden terror. Son el despertador de los montañeses malayos. En cambio guardan un profundo silencio durante el día, á no ser que se les interrumpa en su reposo ó en su sueño.
Estos animales son lentos y pesados, carecen de firmeza cuando se encaraman ó trepan, y de destreza cuando saltan; de manera que se les coge siempre que se les sabe sorprender. Pero la naturaleza, privándoles de los medios de libertarse prontamente de los riesgos, los ha dotado de un oido y una vigilancia que rara vez los engaña; y si oyen á una milla de distancia un ruido que les sea desconocido, se aperciben y huyen al momento. Cuando se les sorprende en tierra, es fácil apoderarse de ellos sin resistencia, sea que el temor los aturda, sea que se sientan débiles é incapaces de escapar. No obstante, echan á huir, y entonces es cuando se conoce toda su torpeza para este ejercicio: su cuerpo demasiado alto y pesado para sus piernas, cortas y delgadas, se inclina hacia adelante, y sus dos brazos, haciendo el oficio de remos, avanzan á brincos, y se parecen así á un anciano cojo, á quien el temor determinase á hacer un grande, esfuerzo.
«Por numerosa que sea la tropa, el que queda herido es abandonado por los otros, á menos que sea un individuo joven; porque entonces su madre, que le lleva ó le sigue de cerca se detiene, cae con él, da grifos horribles precipitándose sobre el enemigo con la boca abierta y los brazos extendidos. Pero estos animales no fueron formados para combatir, porque cuando lo hacen, ni saben evitar los golpes ni dirigirlos. Por lo demás, este amor materno no se manifiesta solo en el peligro; y los cuidados que las hembras tienen con sus hijuelos son tan tiernos y tan esquisitos, que falta poco para atribuirlo á un sentimiento de razón. Es un curioso espectáculo, de que á fuerza de precauciones he podido disfrutar algunas veces, el ver á las hembras llevar sus hijos al rio, limpiarlos á pesar de sus lamentos, enjugarlos, secarlos y emplearen su aseo un tiempo y unos cuidados, que bien podrían envidiar en muchos casos nuestros propios hijos.
«Los malayos me han asegurado un hecho de que dudaba cuando me lo dijeron, pero que creo haber comprobado posteriormente; y es que los pequeños Siamangs, cuando son demasiado jóvenes para poder caminar solos, son siempre conducidos por individuos de su mismo sexo, sus padres si son machos, y sus madres si son hembras. Me han asegurado qué esta especie era muchas veces presa de los tigres por medio del hechizo ó fascinación que, como se sabe, ejercen las Serpientes sobre los pájaros, las Ardillas, etc. Nada puedo deciros acerca de su cópula, duración de su preñez etc., porque estos son hechos misteriosos, ignorados de los malayos mismos, y los Siamangs no se reproducen en la esclavitud sin que esta, cualquiera que sea su duración, puede. modificar en nada las faltas características de éste Mono, su estupidez, su lentitud, ni su torpeza. Cierto es que en pocos dias se hace tan manso y apacible como salvaje era antes, tan doméstico cómo antes feroz; pero siempre tímido, no se le advierte jamás la familiaridad que adquieren muy pronto las otras especies do su mismo género. Su sumisión parece que depende mas bien de su extremada apatía, que de un grado cualquiera de confianza y de afecto; porque casi es insensible á los buenos y á los malos tratamientos , y el reconocimiento y el odio parece que son sentimientos desconocidos á estas máquinas animadas. Todos sus sentidos son groseros; si se fijan en un objeto, se ve que es sin intención; si le tocan, es sin querer. Privado de toda facultad, si se clasificasen alguna vez los animales según su inteligencia, ocuparía sin duda el último lugar de la serie. Acurrucado ordinariamente, envuelto en sus largos brazos con la cabeza oculta entre las piernas, posición que también conserva mientras duerme, el Siamang no altera su inmovilidad, ni rompe el silencio sino dando por intervalos un grito desapacible semejante al del Pavo; pero que no parece motivado por ningun sentimiento, por ninguna necesidad. El hambre misma no puede sacarlo de su letargo natural. En la es
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