Naturaleza de Aragón > Los tres Reinos de la Naturaleza > Tomo 1
Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de junio de 2024 última revisión
cion siguiente, y sin considerar que los animales abandonan sus hijos desde que los ven en estado de procurar por sí mismos su alimento. Entonces se separan de ellos, y dentro de poco ya no se conocen; de suerte que todo cariño y toda educación cesan muy temprano, desde el instante en que no son necesarios los socorros. Siendo, pues, este tiempo de educación tan corto, el producto debe ser precisamente muy pequeño, y aun es de admirar, que los animales adquieran en dos meses cuanto necesitan para el uso del resto de su vida. Y suponiendo que un niño, en este mismo tiempo tan corto, llegase á estar bastante formado, y á tener bastante robustez para dejar á sus padres y separarse para siempre sin necesitar de ellos, ¿habría alguna diferencia clara, y notable entre este niño y el animal. Por mas hábiles y entendidos que fuesen sus padres, ¿hubieran podido en este corto espacio de tiempo preparar y modificar sus órganos, y establecer ni aun la mas ligera comunicación de pensamientos entre su alma y la de ellos? ¿Pudieran haber despertado su memoria ni conmovídola con actos reiterados y frecuentes para hacer impresión en ella? ¿Pudieran tampoco haber ejercitado ó facilitado el órgano de la palabra? Antes que el niño pronuncie una sola palabra es necesario que su oido haya sido herido millares de veces con el mismo sonido; y antes que pueda pronunciarla y aplicarla oportunamente, es preciso también que millares de veces se le haya presentado la misma combinación de la palabra y del objeto á que se aplica. La educación, que es la única que puede desarrollar su alma, necesita, pues, ser continuada largo tiempo, y siempre con constancia: si cesase, no digo á los dos meses como la de los animales, sino aun á la edad de ún año, el alma del niño que no hubiese recibido nada, estaría inerte, y faltándole el movimiento, comunicado, quedaría como la del insensato, á la cual el defecto de los órganos impide que se la comunique cosa alguna. Y con mas razón, si el niño hubiese nacido en el estado de pura naturaleza; si no hubiese tenido mas maestros que su madre hotentota; y si á la edad de dos meses se hallase, su cuerpo bastante formado para no necesitar los socorros de su madre, y separarse de ella para siempre, ¿no seria este niño inferior al insensato é igual á los animales en cuanto a lo exterior. Pero en este mismo estado de naturaleza, la primera educación, la educación indispensable, exige tanto tiempo como en el estado civil, porque en ambos el niño es igualmente débil, igualmente lento en crecer, y por consiguiente necesita de socorros durante algún tiempo; y en fin, porque perecería si fuese abandonado antes dé los tres años. Por consiguiente este hábito necesario, continuo y común entre la madre y el hijo durante tan largo tiempo, es suficiente para que ella le comunique cuanto posee ella misma; y cuando se quisiese suponer falsamente que esa madre, en el estado de naturaleza, no posee nada, ni aun la facultad de hablar, ¿no bastaría este largo hábito con su hijo para hacerlo formar un idioma? Así este estado de pura naturaleza en que se supone al Hombre sin pensamiento y sin habla, es un estado totalmente ideal é imaginario que nunca ha existido: la necesidad del largo hábito de los padres con el hijo produce la sociedad en medio del desierto: la familia se. entiende ya por señales, y ya por sonidos; y este primer rayo de inteligencia, conservado, cultivado y comunicado, ha producido con el tiempo el origen del pensamiento: como el hábito no ha podido ejercitarse y sostenerse tanto tiempo sin producir señales mutuas y sonidos recíprocos, estas señales ó estos sonidos, repetidos siempre, y grabados poco á poco en la memoria del niño, llegan á ser espresiones constantes. Por reducida que sea la lista, es un idioma que en breve será mas extenso si la familia se aumenta, y que seguirá siempre en su marcha todos los progresos de la sociedad. Empezado á formar este idioma, ya la educación del niño no es sino puramente individual, pues sus padres le comunicarán, no solamente lo que han obtenido de la naturaleza, sino también cuanto han recibido de sus abuelos y de la sociedad de que son miembros. Desde entonces ya no es una comunicación entre individuos aislados, que, como en los animales se ceñirá á comunicar sus simples facultades, es una institución de que participa toda Ja especie, y cuyo producto forma la base y el vínculo de la sociedad.
Aun entre los animales, bien que todos carezcan del principio pensante, aquellos cuya educación es larga, son también los que parece tienen mas inteligencia. El Elefante, que entre todos es el que tarda mas en crecer, y que necesita de los socorros de la madre todo el primer año, es también el mas inteligente de lodos; y el Conejo de Indias, que no necesita mas de tres semanas para adquirir todo su incremento y hallarse en estado de engendrar, es quizá por esta sola razón uno de los mas estólidos. En cuanto al Mono, cuya naturaleza se trata aquí de decidir, por parecido que sea al Hombre, tiene, sin embargo, un carácter tan fuerte de animalidad, que se le reconoce desde el instante de su nacimiento, pues proporcionalmente es mas fuerte y mas formado que el niño; crece mucho mas pronto; no necesita los socorros de la madre sino los primeros meses; ni recibe sino una educación puramente individual y por consiguiente tan estéril como la de los demás animales.
El Mono, es, pues, animal, y á pesar de su semejanza con el Hombre, lejos de ser el segundo en nuestra especie, ni aun es el primero en él orden de los animales, pues no es el mas inteligente. Esta analogía de la semejanza corporal es el único fundamento en que se ha apoyado la grande opinión de las facultades del Mono, porque, viendo que se nos asemeja así en lo exterior como en lo interior, han deducido que, no solamente debe imitarnos, sino también hacer por sí mismo cuanto nosotros hacemos.
Acabamos de ver que todas las acciones que se deben llamar humanas, son relativas á la sociedad; que. al principio dependen del alma, y despues, de la adoración, cuyo principio físico es la necesidad del largo hábito de los padres con el niño; que este hábito en los Monos es muy corto; que no recibe, como los demás animales, mas que una educación puramente individual; y que el Mono ni aun es capaz de recibir la educación de la especie: por consiguiente no puede hacer nada de lo que el Hombre hace, pues ninguna de sus acciones tiene el mismo principio ni el mismo fin; y en cuanto á la imitación, que parece el carácter mas notable, el atributo mas singular de la especie del Mono, y que el vulgo le concede como talento único, antes de decidir, es preciso examinar si esta imitación es libre ó forzada. ¿El Mono nos imita porque quiere, ó bien porque sin querer puede hacerlo? Sobre este punto apelo con gusto á todos los que han observado este animal sin preocupación, y estoy seguro de que dirán, como yo, que en esta imitación no hay nada de libre ni de voluntario. El Mono, teniendo brazos y manos, se sirve de ellos como nosotros, pero sin pensar en nosotros: la semejanza de los miembros y de los órganos produce necesariamente movimientos, y á veces series de movimientos semejantes á los nuestros. Estando el Mono formado como el Hombre, no puede dejar de moverse como él; pero moverse del mismo modo no es obrar para imitar. Désde el mismo ímpulso á dos cuerpos brutos; construyanse dos péndulos, dos máquinas iguales; estas se moverán de un mismo modo, y sin embargo, seria error decir que estos cuerpos brutos ó estas máquinas se movían de aquel modo solamente por imitarse.
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