Mamiferos Generalidades. Ojeada general sobre los mamiferos. Clasificación Adoptada. Genero, especie, variedad. 146 en Aragón.

Mamiferos Generalidades. Ojeada general sobre los mamiferos. Clasificación Adoptada. Genero, especie, variedad. 146

Los tres Reinos de la Naturaleza Tomo 1

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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 6 de junio de 2024 última revisión

Sin embargo es raro que el amor ascienda de los jóvenes á los viejos; pues, naturalmente, desciende en la serie dé las generaciones del anciano al joven.

Entre las especies polígamas, como el Carnero, el Macho cabrio, el Toro y demás rumiantes no existe unión de paternidad; pues, teniendo el padre muchas hembras, no se aficiona á los hijos, y solamente la madre cuida de su infancia. Como todas esas especies paren menor número de hijos que las monógamas, la madre basta para alimentarlos y cuidarlos. Además, siendo herbívoros los polígamos y podiendo andar desde que nacen, mas presto pueden subsistir por sí, sin la ayuda de sus padres, que los animales carnívoros que en su mayor número son monógamos. Y era necesario efectivamente que la hembra, del Tigre, la Osa; ó la Loba contara con la ayuda de su macho para alimentar con suficiente caza á su familia, porque los pequeños carnívoros no pueden subsistir, por sí de la caza tan presto como los otros animales que se alimentan de frutas ó yerbas. Por eso los carnívoros, permanecen unidos por mas tiempo formando una familia, y no se juntan sino con una hembra: además sus hijos nacen con los ojos cerrados y suma imperfección en los otros sentidos.

Observaremos igualmente que, si los herbívoros no producen mas que uno ó dos hijos, esta escasa fecundidad se compensa por el gran número de hembras que fecundan, pues un Toro ó un Carnero bastan para un rebaño de veinte ó mas Vacas ú Ovejas, y qué los carnívoros que solo se unen á una hembra propagan una descendencia mas numerosa; resultando que entre los animales, lo mismo que en la especie humana, la fecundidad parece estar en relación con la monogamia y la castidad. Los cuadrúpedos frugívoros, como, los roedores, que no siempre son monógamos, ni generalmente polígamos, son bastante fecundos y sus hijuelos hallan con facilidad el sustento; por lo que sus padres no cuidan de ellos constantemente.

Ninguna familia existe tan singular como la de los anímales con bolsa ó zurrón, llamados por eso Marsupiales: tales son las Sarigas y Didelfos, los Kanguros y Falangeros; de los cuales algunos presentan en sus costados unas anchas membranas que los sostienen por el aire en los grandes saltos que dan de un árbol á otro; sirviéndose de ellas como del paracaidas en los globos aereostáticos. El mayor número de estas especies tiene piel, sostenida por huesos y á manera de zurrón ó bolsa, dentro de la cual están las tetas. Los machos tienen el escroto colgante detrás del pene, que es ahorquillado, al reves de los demás mamíferos; por lo cual la cópula de estas especies debe realizarse hacia atrás. En vez de una matriz, las hembras tienen dos canales que comunican cada uno con un ovario; de modo que los fetos, no pudiendo permanecer por mucho tiempo en aquellos tubos estrechos, semejantes á las trompas de Falopio, nacen antes del tiempo natural todavía muy rojos: probablemente la madre los coloca con sus manos en aquel zurrón, dentro del cual cada uno se agarra inmediatamente á un pezón. Suelen corresponder por su número de cuatro, seis ú ocho al número de tetas, y maman continuamente hasta que llegan al término ordinario de los demás animales: entonces se despiertan, salen de la bolsa brincando al rededor de la madre, que les distribuye los alimentos con sus patas delanteras; pero al notar el menor peligro, se ocultan en el saco de la madre, que huye con su familia á los bosques.

La duración de la preñez, que es desde tres á seis semanas en las especies pequeñas, como los Ratones, Conejos de Indias etc., no se prolonga por mas de diez ú once meses en los animales grandes, como el Elefante, Camello y otras razas semejantes. En estas cada parto no es sino de un hijo, y cuando mas de dos; y es muy raro en todos los cuadrúpedos que los hijos de un parto sean en mayor número que el de sus tetas; el cual no escede de doce: sin embargo la Cerda suele parir hasta veinte lechoncillos. Parece que las especies que sirven de alimento á otros aniimales ó al Hombre, como los roedores, son también las mas fecundas por una previsión de la naturaleza.

En vano intentamos realizar mezclas adúlteras entre especies diferentes: no solamente ellas lo repugnan, sino que la diferencia de sus órganos generadores y la diversa duración de la preñez oponiéndose al resultado, impide que los productos se multipliquen; porque la naturaleza se ha reservado el derecho de crear nuevas especies. Además esas mezclas, esos productos bastardos, no pueden verificarse sino entre especies muy próximas como la del Caballo con la Burra, el Búlalo con la Vaca, el Bisonte con el Cebú, el Camello con el Dromedario, el Lobo con la Zorra, el Chakal con el Perro, el Carnero con la Cabra, el Conejo con la Liebre; unos y otros pueden fecundarse recíprocamente, cuando una larga familiaridad y el ardor de los deseos hacen desaparecer todas las antipatías y repugnancias. Pero, hay diferencias de organización que impiden al Perro y á la Gata, al Toro y la Burra, al Asno y la Vaca reproducirse entré sí; aunque se haya creido ver ejemplos de ello. La unión de la especie humana con los grandes Monos no está bien averiguada como se habia creído.

La duración de la edad, la diversidad de las especies, las del tamaño, color, figura y pelo, debidas al clima, á los alimentos y las estaciones; las comarcas naturalmente preferidas por cada mamífero; sus hábitos particulares de vivir, por la noche ó el día; las causas del sueño de algunos durante el invierno y de otros en los calores del verano, por ejemplo los Tanrecos de África; las analogías y diferencias de los cuadrúpedos entre sí, podrían suministrarnos aun bastantes objetos de investigación. ¡Y cuántas razas yacerán enterradas que ofrecerían á nuestra asombrada vista grandes esqueletos ó estraños restos! El reino dé la vida, ha sufrido sin duda, como nuestro planeta, cambios y pérdidas, asombrosas modificaciones en el curso dé los siglos. Los esqueletos de los antiguos Rinocerontes y de los gigantescos Elefantes de la Tórrida se hallan hacinados en las orillas del mar Glacial, sobre las riberas del Ohio, y en las canteras de yeso dé cerca de Paris con las de otros colosos del reino animal (1). Si los mamíferos varían tanto según el clima, el aire y alimentos; si sus órganos se modifican, ¿porqué no creer que tal vez habrán sido en otro tiempo diferentes de ló que son hoy, y no podrán cambiar en el inmenso torrente de las edades venideras, como acaso nuestra misma especie? Perteneciendo mas de cerca á la tierra que el ave, mas que el pescado; no pudiendo, como ellos, apartarse del suelo ó sustraerse por una rápida fuga ó instantáneas emigraciones á estos acontecimientos de cada región, los cuadrúpedos exclusivamente terrestres deben participar mas que los otros animales de las revoluciones esperimentadas en el globo que los produce y los alimenta y del cual dependen enteramente. Sin embargo, todos viven satisfechos en la morada que les preparó, la naturaleza; todos tienen sus amores y sus hábitos; y cuando una muerte tranquila llega á sorprender su vejez, espiran sin pesar al borde de alguna fuente solitaria. Ellos no han gozado de nuestros placeres; pero tampoco han sufrido los tormentos de la vida humana, y quizá lo

(1) En Madrid ha sido encontrado también por el catedrático de vertebrados del Gabinete de Historia natural, don Mariano Graells, un esqueleto de elefante, enterrado en la roca arenosa de San Isidro, al otro lado del Manzanares,

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