El agua forma parte de nuestras emociones, de nuestros recuerdos de infancia, de nuestros ríos y de nuestros pueblos. Va asociada al sentido de belleza, al sentido de tu tierra, de tu pueblo, de la calidad de tu vida.
Los ríos llevan asociados kilómetros de costas, cercanas a nuestra vida.
El agua es el alma de los paisajes. Y el paisaje es una de las riquezas naturales que tenemos. Estamos ante el valor estético del agua.
El agua además de ser un recurso es un valor, forma parte del patrimonio natural. El tema del agua no lo percibimos sólo en parámetros tecnológicos y económicos. El agua forma parte de lo emocional, y por tanto, la respuesta a planteamientos relacionados con el agua no tiene porqué ser sólo racional.
Es lícito querer disfrutar de los ríos que fluyen por nuestro territorio, aspirar a que estos ríos se mantengan, decir "estos ríos son bonitos", "queremos proteger los ríos escénicos, los ríos salvajes", "queremos que el agua siga formando parte del paisaje".
No sólo bebemos nosotros, los hombres y las mujeres tenemos prestada el agua, sin intereses por supuesto. El agua es también para los otros billones de españoles que son plantas y animales.
El agua sigue un ciclo en la Naturaleza en el que, sin embargo, intervenimos constantemente.
No se puede ir siempre contra natura. España es un país mediterráneo, mayoritariamente seco, con y sin sequia, nos guste o no. Los Monegros, como la Antártida o el Sáhara, no son un desastre ambiental. La Naturaleza no se ha equivocado con ellos. Son así porque su suelo, su clima, su historia, así los han constituido. Y gracias a ello guardan sus propios tesoros naturales.
Nuestro país está sujeto a unas condiciones climáticas poco proclives al derroche. Las especies y los hábitats mediterráneos están adaptados a esas premisas, forma parte de su singularidad. Pero no nos hemos conformado con ello, hemos construido embalses y trasvases, hemos llevado el agua para regar dehesas, estepas, y semidesiertos. Hemos agujereado la tierra hasta secarla. Incluso hemos colocado millones de turistas en donde más sol (y menos agua) podían encontrar, y para convencerles de que "España es diferente" hemos sembrado de campos de golf las comarcas más secas del continente.
Anular el ciclo del agua en los continentes, es fruto de esa conciencia desgraciadamente muy extendida, de que cualquier gota que llega al mar, es desaprovechada, se pierde.
La intervención en la acción antrópica en ese ciclo, tiene mucho, aunque no todo, de pensar equivocadamente que la Naturaleza está mal hecha.
La recionalidad de su uso pasa por asumir las reglas del desarrollo sostenible: conocer los límites y adaptarse a ellos. Estamos ante el valor ético del agua.
Los países no pueden permitirse determinados lujos, deben acomodarse a sus condiciones naturales.
En nuestra cuenca del Ebro, existen tres ecosistemas que hay que preservar. Una es el Pirineo que constituye una reserva de biodiversidad, es el gran regulador del ciclo hidrológico.
La otra, es el curso medio del Ebro en el que se encuentra el último río meandriforme de curso variable en la Unión Europea, con sus galachos y sotos.
Por último, el Delta del Ebro, uno de los ecosistemas más ricos de toda Europa, que necesita un caudal ecológico para su mantenimiento.
Nos ha tocado vivir en una parte del mundo, en la que si abrimos el grifo, encontramos agua abundante y en cualquier momento del día. No tenemos sensación directa de escasez. Y eso dificulta mucho el proceso educativo, ya que nada educa tanto como la escasez.
Como sabéis el agua constituye el 80 % de nuestro organismo. Nuestro primer alimento es el oxígeno, necesitamos unos 15 litros diarios. Nuestro segundo alimento es el agua, necesitamos entre 2 y 3 litros diarios de agua de buena calidad. Pero hemos cambiado mucho, en pocos años las necesidades de agua han crecido espectacularmente, mientras que las disponibilidades no.
Necesitamos demasiada agua, aproximadamente unos 150 litros diarios por persona y día. (En Nueva York, el consumo medio por habitante y día llega incluso a los 500 litros. En el polo opuesto se encuentra Madagascar, con 5,4 litros -límite de supervivencia-).
España, es el tercer país del mundo en consumo de agua por habitante. Nos contamos entre los humanos más despilfarradores de todo el planeta. No es extraño, puesto que aquí el agua casi es gratis. Y eso que la mayor parte del país está sujeto a unas condiciones climáticas poco proclives al derroche. Pero el abuso tiene un precio. El agua es un recurso natural limitado, y como tal hay que pensar en el.
Estamos ante el valor de la eficiencia. La eficiencia como valor del agua, significa hacer más con lo mismo o hacer lo mismo con menos. Implica distinguir entre demanda y apetencia.
El agua como recurso, puede y debe ser utilizada, reutilizada y reciclada. Por ejemplo, el recurso agua en una nave espacial es infinito porque se reutiliza continuamente. Una planificación basada en la eficiencia aumenta la ciclabilidad en el uso del recurso agua. Para ello es necesario invertir en modernización y eficacia, en técnicas eficientes como pueden ser la desalación, la desalinización y el ahorro, frente a otras medidas como son los embalses y los trasvases.
El valor de la eficiencia también obliga a distinguir entre uso y consumo. El consumo es lo que necesitamos, el uso es lo que podemos modificar y disminuir o aumentar. Podemos gestionar bien, buscar las dobles o triples utilizaciones, el máximo ahorro en el consumo directo y limpiar la totalidad del agua que usemos.
El agua que sale del grifo esperamos que sea limpia y sana.
El cambio de hábitos en nuestra sociedad no sólo se manifiesta en un aumento de consumo, sino también en lo relativo a la calidad del agua. En muchos lugares de Europa el agua es más bien una mezcla líquida de productos químicos. Hace tiempo que los análisis de laboratorio demuestran que el agua destinada al consumo humano contiene residuos de pesticidas, de nitratos procedentes de fertilizantes, de aluminio y plomo procedente de tuberías, etc.
Estamos ante el valor de la calidad del agua. Alterar la calidad del agua es un serio atentado al biestar de las personas, contra su salud y contra su propia vida. Es también un atentado contra la dignidad de la Naturaleza y de todo lo que en ella existe, porque afecta a la pervivencia de multitud de especies que pueblan la Tierra. El agua no es sólo nuestra, como ya hemos comentado hay multitud de seres vivos, a los que también les pertenece el agua. Sin embargo, algunos datos ponen de manifiesto que la contaminación del agua es un echo real:
El agua es el alimento que en mayor cantidad necesitamos. Bajo una u otra forma son varios los cientos de litros que al año pasan por nuestro organismo, en donde el menor constituyente químico anómalo es detectado, no siempre a corto plazo.
Está claro pues que necesitamos agua limpia para vivir. Sin embargo, a veces, con nuestra exagerada obsesión por la impieza, contaminamos la atmósfera de nuestras propias casas con ambientadores e insecticidas, y el agua de nuestros ríos con detergentes inadecuados. Blancura no es sinónimo de limpieza. Blancura radiante es, en ocasiones, sinónimo de suciedad y muerte de los ríos. Es el coste ambiental de la limpieza equivocada. Porque algunos productos de limpieza utilizan grandes cantidades de productos químicos tóxicos que contaminan el aire y el agua.
Organización de los actos:
La Coordinadora Biscarrués-Mallos de Riglos surgió ante la inminente posibilidad de construcción del ambalse de Biscarrués-Riglos, con el consiguiente impacto irreversible sobre la estructura social, ambiental y paisajística no sólo de la zona inindada por el embalse, sino de todo el curso bajo del río Gállego. Agrupa a un conjunto de asociaciones y personas interesadas en un debate racional y desmitificador de la gestión del agua y en la presentación de alternativas a las actuales propuestas de regulación mediante la construcción de embalses.