Juan M. pisco y José A. Domínguez
Zaragoza, 1 febrero de 1999
Juan M. pisco y José A. Domínguez
Zaragoza, 1 febrero de 1999
D. Pedro Gregorio Echeandía y Jiménez nació el cuatro de enero de 1746 en Pamplona. En esa ciudad cursó estudios
de Teología, donde su tío era canónigo de la catedral, estudios que abandonó más tarde por los de Farmacia.
Adquirió una gran cultura, ya que aparte de conocimientos de historia, conocía las lenguas griega, italiana, francesa y, por supuesto, el latín.
En 1772 se instaló en Zaragoza, donde ingresó en el Colegio de Farmacéuticos y se le concedió una de las nueve farmacias
que tenía la ciudad, en concreto la de la calle San Pablo, 154; muy cerca de la callejuela que le dedicaría más tarde el Ayuntamiento en su memoria.
En 1786 fue presentado por el médico Antonio Ased a la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y fue nombrado socio. En esta época ya era conocido Echeandía por sus conocimientos en Botánica porque, al menos desde 1784, él y su colega Otano eran comisionados del Real Jardín Botánico para la recogida de semillas, plantas, flores, árboles, arbustos del Reino de Aragón.
Por esa época la Real Sociedad Económica estaba intentando, sin resultado, implantar una cátedra de Química y Botánica en Zaragoza. Pero lo que sí estaba consiguiendo era crear un rico Gabinete de Historia Natural para recopilar todo lo que producía la naturaleza de Aragón. En esta labor destacaron el deán Juan A. Hernández de Larrea, el Duque de Villahermosa -que estableció un premio-, Ramón Solano y Bardají e Ignacio Jordán de Asso, que sería director de ese Gabinete de Historia Natural.
Otano y Echeandía no disponían de medios para realizar sus labores de comisionados del Real Jardín Botánico. Para poder viajar y herborizar por la región y completar el trabajo de Asso, solicitaron ser nombrados visitadores y examinadores de boticas. Después de pleitear por ello durante años y perder los juicios -con el consiguiente quebranto económico-, el privilegio de nombrar visitadores y examinadores siguió siendo del Colegio de Farmacéuticos de Zaragoza. Como curiosidad y como muestra de del mundo hermético que rodeaba a las farmacias, por aquel entonces, en esta ciudad, siete de las nueve boticas estaban en manos de sólo tres familias, las cuales se repartían año tras año el control de las mismas y, por tanto, el control del Colegio de Farmacéuticos.
Es en abril de 1797 cuando, por fin, se ven satisfechos los deseos de la Real Sociedad y se crean el Jardín Botánico y las Cátedras de Química y Botánica. Echeandía es el encargado de dar el discurso inaugural, donde pone de relieve la importancia de la botánica para médicos, farmacéuticos y veterinarios. Al día siguiente empezarían las clases que eran los lunes, miércoles y viernes de 10 a 11 horas en la calle S. Miguel, 30, al lado del Jardín Botánico. Fueron alumnos suyos Mariano Lagasca, luego ilustre botánico, y Florentino Ballarín, posteriormente Catedrático de Historia Natural y maestro, a su vez, del ilustre botánico turolense Francisco Loscos.
Para facilitar la asistencia, los libros eran gratuitos y los estudiantes estaban excluidos del sorteo de quintas. La institución de estas cátedras fue posible gracias a la generosidad de muchos socios de la Real Sociedad: Otano traúnico cierto que consta es que Echeandía expresa su admiración por el trabajo de Asso, y sus deseos de completarlo. Ambos eran socios activos de la Real Sociedad Económica y Asso llegó a ser Director de la Cátedra donde enseñaba Echeandía.
Gregorio de Echeandía pasó muchas penurias económicas en sus últimos años. Ya viejo y sin familia (aunque se casó dos veces), escribió en el verano de 1817 al rey pidiendo poder ceder su farmacia a su discípulo D. Mariano Amoribieta, para que le cuidara en sus últimos días. Pero murió, pobre, ese mismo verano. Vendieron la botica a los frailes de S. Lázaro y, en pública subasta, también sus libros, manuscritos y herbario; perdiéndose todo para siempre.
APASIONADO POR LAS PLANTAS
Al hablar de Echeandía es obligado señalar el poco reconocimiento que tuvo su trabajo. Hay que destacar, no sólo su generosidad e iniciativa, sino el entusiasmo por propagar los estudios de Botánica, siendo éstos preferentemente prácticos ya que los alumnos de esa Cátedra podían estudiar las plantas en vivo en el Jardín Botánico y tenían tertulias informales con los agricultores del barrio de S. Pablo, en la botica de Echeandía, sobre temas botánicos de aplicación en las labores agrícolas.
Estudió el cultivo y propagación del sésamo, del cacahuete, y de diversas variedades de trigo. Además, procuró semilla, ensayó su cultivo y, por fin, consiguió introducir la patata en Aragón, realizando ímprobos esfuerzos para convencer a los labradores de la utilidad de dedicarse al cultivo de esta planta.
Como ejemplo del entusiasmo de Echeandía, se puede destacar que tenía en el mercado público una mujer asalariada para vender las patatas que cultivaba pero nunca podía sacar lo que tenía que pagarle por su trabajo; de modo que perdía tanto lo que pagaba por el arriendo de los campos, lo que invertía en la administración de los mismos y, por último, lo que tenía que abonar a aquella mujer.
La principal obra de Echeandía, la que hizo que fuera considerado uno de los principales botánicos del s. XVIII, fue su Flora Caesaraugustana, recopilación de la flora del municipio de Zaragoza, de la que sólo nos ha llegado un listado con 936 especies, publicado en 1861. El resto se perdió tras su muerte.
Era una obra voluminosa, en latín, con la descripción completa de las especies, aplicaciones medicinales y algunos datos de interés económico. El catálogo incluía plantas que eran nuevas para la ciencia y fueron descubiertas gracias a los trabajos de campo de Echeandía.
El listado publicado por el Colegio de Farmacéuticos en 1861, contiene las especies clasificadas por el método de nomenclatura binomial de Linneo, su localización y su época de floración. El estudio cubría los alrededores de Zaragoza, siendo ésta la primera ciudad española con su flora catalogada y una de las primeras del mundo.
A pesar de la ingente labor desarrollada por Echeandía, tanto en el campo de la investigación como en el de la divulgación y de la educación, su trabajo tuvo escaso reconocimiento en vida y, posteriormente, tampoco se ha hecho un esfuerzo mínimo por rescatarlo del olvido.
Recientemente se cumplieron 250 años del nacimiento de Gregorio de Echeandía. A pesar de su ingente labor divulgativa, especialmente en los campos de la agricultura y la botánica, este botánico ha sufrido el olvido generalizado. La Asociación Naturalista de Aragón (ANSAR) conmemoró la fecha con una exposición sobre botánica y usos de las plantas, que contó con la colaboración de la Universidad de Zaragoza, el Ayuntamiento de Zaragoza e iberCaja. El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Zaragoza, también rindió homenaje a Echeandía, en el bicentenario de la creación de las Cátedras de Botánica y Química en esta capital y en las que enseñó Echeandía.
BIBLIOGRAFIA
PARDO BARTOLINI, M. (1.861): Flora Cesaraugustana de P. Gregorio Echeandía. Madrid.
ECHEANDIA JIMENEZ, P. G.(1797): Función Pública de abertura de las Cátedras de Botánica y Química que celebró la Real Sociedad Aragonesa. Imp. Miedes, Zaragoza.
ECHEANDIA JIMENEZ, P. G. (1.800): Memoria sobre el Maní de los americanos, Cacahuete de los españoles y Arachis hypogoea de Linneo. Imp. Miedes, Zaragoza.
BALLARIN, F. y PARDO BARTOLINI, M. (1856): Memoria sobre el Jardín Botánico de Zaragoza y su primer profesor don Pedro Gregorio Echeandía. Imp. Bedera. Zaragoza.
PARDO BARTOLINI, M. (1.861): Aclaraciones sobre la existencia de los manuscritos de la Flora Cesaraugustana de don Pedro Gregorio Echeandía. El Restaurador Farmacéutico. Vol. XVII, núm.15, pag. 57. Madrid.
GIMENO FERNANDEZ-VIZARRA, H. (1909): Don Pedro Gregorio Echeandía. Boletín Oficial del Colegio de Farmacéuticos, 55. Zaragoza.