Boreas
Zaragoza, 30 diciembre de 1998
La proliferación de teléfonos móviles de tecnología digital acarrea la instalación de numerosas antenas repetidoras. Esto se hace patente en las ciudades, donde los edificios ocasionan zonas de sombra que hay que cubrir con gran número de antenas. Estas instalaciones saturan de radiaciones a los habitantes de la ciudad y, especialmente, a los que viven en las inmediaciones de estas antenas.
La ELECTROPOLUCIÓN es un concepto utilizado para designar los efectos biológicos de un amplio campo de energías ambientales, agresivas y dañinas para la salud, producidas por la inmensidad de aparatos eléctricos o electrónicos que nos rodean por todas partes, tanto en nuestro hogar como en el trabajo, en la calle o en el campo. Son energías invisibles al ojo humano pero sí perfectamente detectables por aparatos de medida electrónicos. Dentro de la electropolución está el caso particular de los efectos nocivos para la salud de los teléfonos móviles y toda la impresionante red de repetidores que nos invade por todo el territorio nacional, especialmente en las zonas urbanas. Existe un gran desconocimiento público de las repercusiones que en la salud tiene este sistema.
Se ha de entender que la difusión del teléfono móvil implica la existencia de una vasta red de repetidores de las ondas digitales. Estas ondas de telefonía móvil, están dentro de la gama de las llamadas microondas, es decir, en unas frecuencias que oscilan entre los 300 MHZ y los 300 GHZ correspondientes a su vez, a una longitud de onda de entre un metro y un milímetro (los hornos de microondas por ejemplo, están dentro de este tipo de ondas). El tipo de onda de los teléfonos es el que se utiliza para la telefonía móvil moderna, es decir, para sistemas de microondas digitales (sistemas GSM), intensamente investigado para detectar sus efectos sobre la salud humana ya que en lo investigado en el mismo caso para telefonía móvil con sistemas de microondas analógicas (sistemas antiguos) no parece que se detecten perturbaciones cerebrales de magnitudes importantes.
Las radiaciones electromagnéticas se dividen en dos familias: las radiaciones ionizantes y las no ionizantes. La separación entre ambas se produce a partir de un nivel de energía preestablecido y muy relacionado con las altas frecuencias. Este límite tiene el valor de 12,4 eV (electrón-voltios). Dicho de otra manera, las radiaciones ionizantes son las que producen efectos inmediatos en la salud (a nivel atómico y molecular), como son las radiaciones nucleares del uranio radiactivo (de las centrales nucleares), los rayos X de las radiografías, ciertas radiaciones usadas en medicina (rayos alfa, beta y gamma) para destruir localmente células cancerígenas, etc. Las radiaciones no ionizantes son las que pueden dañar la salud a largo plazo y sus efectos están más camuflados (días, meses o años) y no se conocen tan bien sus efectos como los de las radiaciones ionizantes, a pesar de que su uso está mucho mas extendido y por tanto afecta a una mayor cantidad de gente, como es el caso de la electricidad doméstica, aparatos eléctricos y electrónicos de todo tipo y el teléfono móvil de nuestro caso.
Las radiaciones de las microondas de telefonía móvil son de las de frecuencias más altas de las utilizadas habitualmente y, por tanto, de las que más se acercan a las radiaciones ionizantes. No hay que confundir las ondas digitales en el medio ambiente con las señales digitales por cable o utilizadas en aparatos de sonido e imagen, ya que éstas últimas son totalmente inofensivas por estar confinadas en el cable o en los componentes electrónicos de los aparatos.
El público en general no se percata de la existencia de los repetidores mencionados, y que se instalan dentro de las ciudades, sobre las azoteas de las casas, y por ello, las compañías de teléfonos pagan sustanciosas cantidades anuales a los copropietarios de dichos edificios, que pueden ver solventados así los gastos de mantenimiento de la comunidad. Las antenas se pueden reconocer por su estructura de perfiles de hierro (unas veces en forma de torre, otras veces en forma de cajón triangular o cuadrado) sobre la cual se apoyan nueve pequeñas pantallas rectangulares en posición vertical (de un metro por treinta centímetros cada rectángulo). Es decir, se está produciendo una invasión silenciosa de microondas sobre nuestras propias cabezas. El efecto nocivo de un repetidor sobre la persona dependerá de la distancia a la que esté situada la vivienda (por tomar una situación tipificada) y al tiempo de exposición de la persona a dichas radiaciones (como mínimo las ocho horas de sueño diarias...).
Con toda esta problemática, surge la necesidad de definir dos tipos de usuarios de la telefonía móvil: el "usuario pasivo" y el "usuario activo" (de la misma manera que hay fumadores pasivos y activos). El usuario pasivo no tiene teléfono móvil, pero se le está perjudicando día y noche con las ondas de los repetidores de la telefonía (y de los teléfonos móviles cercanos) sin que él lo sepa ni se le haya informado de ello, para que tenga la libertad de decidir si lo admite o no. Por otra parte está el "usuario activo" que, además de lo anterior, voluntariamente usa su radioteléfono consiguiendo con ello un aumento de la radiación recibida hacia sí mismo, con la emisión de las ondas de su propio teléfono, lo cual le produce un daño añadido en forma local, ya que afecta a al salud de su propio oído, además de otros.
COSTA MORATA, P. (1996) Electromagnetismo (silencioso, ubicuo e inquietante). Troya Editorial. Madrid.
GIRBAU ORTEGA, J. Electropolución y la nocividad de la Telefonía
Móvil. Documento de Berdeak/Los Verdes. San Sebastián.